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Dublín

O'Brien, a vueltas con las patatas

O'Brien, a vueltas con las patatas
O'Brien, a vueltas con las patataslarazon

Reúne este volumen tres novelas cortas de Flann O’Brien, uno de los mejores escritores irlandeses, y sabemos que esto es mucho decir cuando se habla del país con más escritores por metro cuadrado del mundo y donde nacieron Joyce, Beckett y Yeats. Flann O’Brien es tan bueno como los grandes, pero más cercano y, sobre todo, bastante más divertido. Su verdadero nombre era Brian O’Nolan y su seudónimo periodístico, Myles na Gopaleen, pero utilizó otros nombres y aunque se escondiera tras seudónimos siempre fue fácil encontrarle, como buen irlandés, en los pubs de Dublín o Dalkey.

Las tres obras, «La boca pobre», «La vida dura» y «La saga del sagú», tratan temas esenciales en la historia de Irlanda como el gaélico, las patatas, la religión, la emigración, o el alcohol.

La primera de ellas es una sátira hilarante sobre los libros que investigaban la pobreza de las zonas más remotas de Irlanda y los gaelicistas que las recorrían grabando a los nativos en busca del gaélico más puro, como hizo el caballero que atesoró una muestra de lengua gaélica, calificada por los expertos «de un lirismo inigualable» y que en realidad recogió los gruñidos de un cerdo en la oscuridad de una pobre choza compartida por mamíferos de diferentes especies.

Buscando la censura

«La vida dura» busca la crítica del catolicismo a través de largos diálogos. O’Brien la escribió de un tirón en un par de meses de 1961 con el deseo de que fuera censurada, lo que suponía un galardón profesional para un escritor irlandés de su época, pero no lo consiguió. La novela muestra el estilo y los temas habituales del autor pero su calidad es menor y quizá esto sea más percepetible porque está enmedio de dos obras maestras.

Porque también lo es la tercera, «La saga del sagú», una obra póstuma que la enfermedad que avanzaba rápida no le permitió terminar, pero a pesar de ser una pieza inconclusa es suficiente para disfrutar de la que hubiera sido una de sus mejores novelas con una trama tan divertida como inteligente: una mujer está dispuesta a acabar con «las hambrunas de la patata» cambiando el tradicional cultivo del tubérculo por el de un cereal, el sagú. El dinero para tan ingente labor procede de un millonario irlandés que ha encontrado petróleo en América. Heredero gozoso de Tristam Shandy y Jonathan Swift, las novelas de este autor siempre son inolvidables gracias a su calidad literaria y su sentido del humor. La traducción y los prólogos de Antonio Rivero Taravillo acrecientan el valor del volumen.