¿Quién es realmente Miguel Flores?
Luisa May Alcott, Charlotte Bronte, Elizabeth Gaskell... Sin su prosa victoriana, la novela actual estaría huérfana y mucho más, la obra de Marcela Serrano, quien se ha inspirado en esta última por ser centinela de su época, por su tremenda sensibilidad y su gran compromiso social. En su nuevo título, aunque el protagonista sea un hombre, el alma de las páginas vuelve a ser una mujer: Amelia, dueña de la novena parte de una finca que perteneció a su abuela, que enviudó siendo joven y sacó adelante a su familia gracias a la fertilidad del valle, como años después le ocurriría a su hija. La nieta buscará refugio en estas tierras donde «la cadena se hace interminable». Hasta ese lugar llegará Miguel Flores, un joven dirigente universitario que en 1985 es arrestado en una protesta –inevitablemente, el Chile de la dictadura se convierte de nuevo en personaje– y relegado a una localidad apartada, en el valle central de donde no puede salir. Obligado a firmar diariamente en la comisaría, deberá subsistir con escasos recursos y, acaso, con la bondad de algún vecino. Es así como llega a casa de Amelia, quien se convertirá en su protectora. Le abrirá las puertas de su hogar, le prestará libros, conversarán...
Estilo zigzagueante
Los prejuicios del joven se irán derrumbando a medida que prospera en su aprendizaje social y sentimental, así como en la lectura de Mary Barton, de Elizabeth Gaskell, la lectura preferida de Amelia... Hasta que ocurrirá algo inevitable. Mientras, ¿hemos asistido a una relación de amistad, a un amor filial o a un amor a secas? ¿Es Miguel Flores su amigo, su hijo, su amante... O las tres cosas? Se trata de una novela escrita con ritmo telúrico, arraigado a la tierra, moroso, con falta de urgencia. Zigzaguea lentamente al más puro estilo decimonónico, aunque en la segunda parte cambia el paisaje, el ritmo y la escritura pasan a ser más urgente, con menos respiración. En cuanto a la temática, una vez más, la obra no puede entenderse sin ciertos andamiajes: la dictadura, la represión, el terror, el exilio obligado, las traiciones... De igual forma que, aunque aquí tengamos a un protagonista masculino, las páginas tienen un marcado acento feme-nino/feminista donde aflora la reivindicación sobre los estereotipos. Se hubiera agradecido un mayor riesgo verbal y argumental, algo para lo que la autora está suficientemente curtida; pero aun así, la lectura de esta obra despereza e ilumina, que no es poco.