Crítica de libros

Réquiem por los ausentes

Réquiem por los ausentes
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Cuando se alude a una novela de no-ficción se quiere precisar su probable carácter autobiográfico, la mezcla de realidad y fabulación, la elaboración simbólica de ciertas situaciones y un calculado distanciamiento testimonial en todo lo narrado. Es el caso de «El comensal», de Gabriela Ybarra (Bilbao, 1983), una primera novela centrada en el secuestro y asesinato a manos de ETA de Javier Ybarra, su abuelo paterno, empresario de la alta burguesía bilbaína, en junio de 1977; y, por otra parte, aunque con una clara interrelación entre ambas historias, la enfermedad y muerte de su madre en 2011, una experiencia que vivirá muy cercanamente en toda su dramática intensidad. Fácilmente viene a la memoria la escritura de la periodista estadounidense Joan Didion y «El año del pensamiento mágico», como ejemplo ya definitivo de una literatura del duelo y la aflicción.

Pero lo que destaca de esta singular novela, cuyo título alude a la costumbre de dejar un cubierto puesto en la mesa familiar en recuerdo del comensal ausente, es su tono seco, duro y distante, de una sobrecogedora imperturbabilidad... quizá tan sólo aparente. «Gabriela, tengo cáncer, pero no es nada»; estas palabras de la madre nos inician en un relato de piadosos fingimientos, estratégicas simulaciones familiares, pero también inevitables perturbaciones emocionales que remiten a la niñez de la autora, la reforzada relación con su padre, el recuerdo del abuelo asesinado o la extraña percepción de un tiempo detenido, congelado entre salas hospitalarias, pruebas clínicas y la propia presencia de una muerte asumida. Sin escabrosa morbosidad, pero sin obviar las terribles circunstancias de aquel secuestro o la fatal dolencia de la madre, que sencillamente corta el aliento, fluye, con un punto de esperanzado estoicismo, la crónica de un horror cotidiano inteligentemente detallado. Con una prosa de sentenciosa cadencia y pormenorizado rigor, el acertado simbolismo –la llave del sagrario de la capilla familiar– y una desinhibida sinceridad se logra esta excelente novela.