Sorpréndanos, señor Cocteau
«Sorpréndame», le dijo un día Diaghilev a un joven y atildado Jean Cocteau que flirteaba entonces con las vanguardias en busca de su propia voz. A partir de entonces comenzó la aventura de uno de los más extraordinarios creadores del siglo XX, un poeta en todo el sentido patrimonial y etimológico que la palabra tiene desde la antigua Grecia. Cocteau fue la quintaesencia del hacedor, creador sin fronteras ni géneros que lo pudieran estrechar. Supo franquearlos todos, como cruzando ese espejo mágico de Orfeo, Narciso y Alicia que marca la transición a la zona utópica entre las muchas vidas que tuvo y las muchas muertes que, según decía, había de experimentar el poeta para pensarse a sí mismo, o a su propia obra, en ese combate arquetípico que supo reflejar como nadie. A Cocteau habría definirlo como un mago, o, como hace Pilar Pedraza en este imprescindible ensayo, como el gran ilusionista, un prestidigitador de la palabra y la imagen. El libro, mucho más que una biografía, está dividido en dos grandes apartados, uno que se dedica a la trayectoria artística global de Cocteau y otro segundo que ofrece un análisis completo de su filmografía. Reivindica Pedraza a Cocteau como un creador sublime, autor y a la vez personaje de sí mismo, sin duda, uno de los grandes cineastas del siglo XX.
Lo cierto es que da gusto sumergirse en las tersas páginas de esta obra absolutamente excepcional. Es un libro que se disfruta de principio a fin, está escrito con una prosa de una calidad muy rara en la actualidad y provisto de una erudición amena y noticiosa, como dirían nuestros clásicos, y no exento de ironía. Destila inteligencia en cada apreciación que hace de la obra del genio parisino y en cada uno de los desmentidos a la crítica más miope y malintencionada y a la erudición mal entendida. Hacía mucho que no disfrutaba tanto con un ensayo biográfico cuya virtud adicional es lanzarnos de nuevo a devorar las películas órficas y sobrenaturales de Cocteau. Déjense sorprender.