Literatura

Estados Unidos

Stephen King, no al ebook

Fue uno de los pioneros del libro electrónico, pero el escritor ha decidido que su nueva novela, «Joyland», sólo salga publicada en papel. Al menos por el momento

Otros tiempos. Stephen King, durante la presentación del Kindle 2 de Amazon, el 9 de febrero de 2009. Ahora, parece haber cambiado de opinión
Otros tiempos. Stephen King, durante la presentación del Kindle 2 de Amazon, el 9 de febrero de 2009. Ahora, parece haber cambiado de opiniónlarazon

Quien más quien menos, ha tenido cerca algún día alguna obra de Stephen King (Portland, Maine, 1947). Por lo común, gracias al cine, que tantas novelas suyas ha popularizado: desde «Carrie» (1976), hasta la adaptación de la misma novela este mismo año, protagonizada por Julianne Moore, y que se estrenará en España en octubrepasando por «El resplandor», «La zona muerta», «Cuenta conmigo», «La milla verde»... Así hasta una cuarentena de filmes, a los que cabe añadir una veintena de series y miniseries televisivas, y un par de docenas de adaptaciones al cómic. Toda una monumental obra, erigida a partir de tramas de terror, que le valieron en el año 2003 el reconocimiento de la Fundación Nacional del Libro, que le concedió el National Book Award honorario por su «contribución a las letras estadounidenses».

En un parque de atracciones

La noticia de este premio indignó a parte de la crítica, muy señaladamente a Harold Bloom, profesor decano de la Universidad de Yale, que denunció el hecho de que la industria editorial se hubiera rebajado a dar un galardón que antes habían recibido escritores de la talla artística de Saul Bellow, Philip Roth y Arthur Miller. La polémica estaba servida: ¿los libros de género tenían que ser considerados menores?; ¿la alta cultura no podía convivir con la literatura popular? En vista del número de lectores de los que King disfruta y de la admiración que le profesan muchos colegas narradores de relumbre, se diría que los hechos han dado la razón al autor de «Misery».

Tanto es así que cada una de sus obras siempre despierta expectación. La última es «Joyland», segunda participación de King en un sello editorial reciente, Hard Case Crime, que ha visto la luz en Estados Unidos con tres características remarcables: el hecho de que su portada sea creación de un insigne ilustrador, Robert McGinnis (1926) –creador de pósteres de películas como «Desayuno en Tiffanys», «Barbarella» o varias de James Bond–; un precio muy asequible; y que se publique en papel y audiolibro pero no en libro electrónico por ahora. Lo cual es harto curioso para un pionero como King en internet. Del año 2000 es su experimento con una novela epistolar por entregas, «The Plant», inacabada, que dio a la red en formato electrónico y cuya permanencia estaba basada en alcanzar cierto porcentaje de suscripciones. Sin embargo, King, recientemente, ha declarado que creció de niño leyendo en papel y que quien quiera tener «Joyland» tendrá que comprar el libro actual.

La historia presenta a un escritor veterano recordando un verano muy especial que marcó su paso de la juventud a la madurez. Así, Devin Jones rememora el lejano 1973, su desamor con una chica, Wendy, con la que no logró perder la virginidad y el modo en que entró a trabajar en un parque de atracciones de Carolina del Norte en el que ocurrió un asesinato: un hombre mató a una chica llamada Linda Gray en la oscura Casa Embrujada, dentro de una vagoneta, y desde entonces la leyenda dice que esa atracción está encantada. Como le cuenta al joven la casera que lo hospeda, la señora Shoplaw: «Lo único que sé es que muchos trabajadores de Joyland afirman que se les ha aparecido junto a la vía, con la misma ropa que llevaba puesta cuando la encontraron: blusa sin mangas y falda azules». El presunto criminal: un hombre con el tatuaje de un pájaro en el dorso de la mano, perilla y gorra de béisbol. Devin se moverá entre feriantes expertos en el negocio y otros compañeros con los que debe entretener a los niños, disfrazado con unas pieles, acalorado hasta el extremo, y averiguará qué pasó, quién y cómo cometió el crimen, a partir de algunas fotografías que le hacen sospechar.

Todo el libro es un homenaje al mundo de las ferias, al hecho de «vender diversión»: «A cambio de los dólares que con tanto esfuerzo han ganado sus clientes, ustedes repartirán alegría», dice Bradley Easterbrook, el dueño de Joyland cuando recibe a sus nuevos trabajadores. Incluso King justifica, en una nota final, el empleo de la jerga que ha usado para la obra, sacada de un diccionario, y cuya importancia encarna el propio dueño: «Este es un mundo diferente, un mundo que posee sus propias costumbres y su propio lenguaje, que nosotros llamamos simplemente el Habla». Un «habla», todo hay que decirlo, despreciativa, pues consiste en llamar «paletos» a los clientes, por ejemplo.

King acabó de escribir «Joyland» en agosto de 2012 –Tate Taylor, director de «Criadas y señoras», es ya el elegido para dirigir su adaptación al cine–, y enseguida continuó trabajando con su habitual constancia. En su mansión de la localidad de Sarasota, en Florida, en la que pasa los inviernos junto a su mujer, la también escritora Tabitha Spruce (tienen tres hijos; Joe, el segundo, publicó una novela en España, «El traje del muerto»), se embarcó en un nuevo proyecto. Se trata de «Doctor Sleep», secuela de «El resplandor» que aparecerá en otoño y que, según el propio autor, constituirá un retorno al terror más fuerte, el que le hizo célebre hace casi treinta años y aún despierta fascinación y miedo a partes iguales.

UNA VIDA DE PELÍCULA

La andadura de Stephen King, muchas de cuyas novelas se han adaptado al cine, bien merecería también una película: hijo de un hombre que abandonó a la familia muy pronto, ya de pequeño se aficionó a la ciencia ficción y, casado, vivió en un remolque de forma muy precaria, arrastrando además una adicción al alcohol y a las drogas hasta casi 1980. Una trayectoria aciaga que el éxito de «Carrie», cuya nueva versión veremos próximamente en las salas, cambió drásticamente; sin embargo, la desgracia se cruzó con él: un coche le atropelló en 1999, y del accidente le quedaron diversas secuelas, aunque ninguna que no le permitiera sentarse cada día en su escritorio y trabajar en tramas misteriosas escuchando su música de fondo favorita, el heavy de AC/DC, tal como explicó en su libro «Mientras escribo».