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Todos somos lo que odiamos

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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No lo parece, pero el odio está más presente en nuestras vidas de lo que podemos imaginarnos. Basta con hacer una lista de las cosas que odiamos a cada rato para darnos cuenta de que tal vez son muchas más que las que amamos: por ejemplo, la Navidad, a los amigos pesados, a los parientes lejanos, a la vecina que no nos saluda y al jefe, por encima de todas las cosas, más allá de que no lleguemos a decírselo. Lo que ocurre es que el odio, esa emoción tan primaria y que anida en el corazón de todas las personas, no está bien visto en una sociedad que vende el optimismo, el bienestar y la eterna felicidad.
Para decirlo de una manera rápida: somos aquello que odiamos. Nos alimentamos constantemente de ello. Lo vemos en la televisión, en la tertulia política, en los campos de fútbol. Lo masticamos. Odiamos el despertador, el ronquido de la pareja, que nos interrumpan cuando estamos en la ducha o que nos digan que tenemos odio, porque odiar, al fin y al cabo, como dice Fermín Zabalegui, autor de este entretenido e inteligentísimo libro, «odiamos todos, pero solo los miserables lo convierten en violencia contra las personas».
La dificultad de ser feliz
Es que el odio, dice el autor del libro recién editado por Malpaso y que cuenta con unas expresivas ilustraciones de Luis Mazón, «siempre encuentra una salida». Y es ante esa salida que el autor se propone advertirnos de los peligros que puede generar si no sabemos detectarlo a tiempo en nuestra vida cotidiana, a un paso, casi siempre, de su supuesto contrario: el amor.
«Desde que venimos al mundo, todo es odioso», señala el autor. Y lo es por la simple razón de que nos obligan a ser felices. De ahí la paradoja de que, cuanto más se busca la felicidad, a veces más se odia: se odia el trabajo, las vacaciones, el tráfico, los medios de tranporte, el esfuerzo inconmensurable por alcanzar la felicidad o, como dicen muchas personas: odio mi vida. ¿Por qué? Sencillamente porque no se puede ser feliz. Por eso los «haters», dice el autor, son, de alguna manera, una amenaza, pero también una solución para «esa narcosis pública que llamamos felicidad».
Puede que un libro sobre el odio, a primera vista, cause extrañeza. Nadie quiere saber nada de este tema. Entendemos que es la base de todos los crímenes y con eso el ser humano ya tiene suficiente. La oferta de este libro es otra. Darnos la mala noticia de que el odio es algo inevitable, pero también la buena de que puede refinarse. No sea cosa que terminemos odiando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

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