Tras el espejo

Los ingleses siempre han estado preocupados por la habitación fría, que está al otro lado del espejo de la estancia donde vemos la chimenea encendida. Desde Carroll a Virginia Woolf la tentación del gusano que yace en el corazón de la rolliza manzana agita su literatura. Rachel Joyce, que fuera actriz y guionista, y que obtuvo un éxito internacional con su primera novela, «El insólito peregrinaje de Harold Fry», acaba de publicar la segunda, titulada en español como «El año que duró dos segundos» y en inglés, «Perfect». Porque de eso habla Joyce precisamente, del mundo oscuro que se esconde tras la perfección, y cómo ésta acaba por ser el precio del desastre. La obra, de forma especular, va situando las aventuras de Byron, un niño que descubre que se han añadido dos segundos al tiempo de un año, y que eso quizá ha permitido el accidente de circulación que cambia la vida de su familia, de clase alta, para siempre. Y en el otro lado del espejo, en capítulos paralelos a la vida de Byron, vemos la existencia de Jim, un joven enfermo mental que tras tener que salir de un manicomio vive en una autocaravana forrada de cinta americana y donde cada día tiene que hacer rituales obsesivos, como saludar a los electrodomésticos (hola cocina, hola nevera, etc.) para evitar los desastres que piensa causaría si no los hiciera. Así, el lector comprenderá que nuestra vida está tentada siempre por ser un borrón de tinta en medio de una página blanca.