Crítica de libros

Tras los pasos del arcipreste

Tras los pasos del arcipreste
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La narrativa viajera cuenta con una sólida tradición literaria, con referentes tan espléndidos como «Viaje a la Alcarria» (1948), de Camilo José Cela, o el mismísimo «Don Quijote» (1605, 1615), de Cervantes, novela que transcurre también por los polvorientos caminos de la Mancha, en medio de aventuras que evidencian el engaño de los sentidos, la ruta como peripecia vital, el humanismo de la ética erasmista o el humor de descabelladas situaciones. Y es que, más allá de unas sorprendentes vicisitudes, estamos ante una metáfora de la existencia y el devenir de la realidad.

En mayo de 1973 el novelista, ensayista y poeta Rubén Caba emprende un curioso viaje de veintitantos días con la pretensión de probar, contra lo que sostenían destacados especialistas en Literatura Medieval, que las peripecias serranas de las estrofas 950 a 1.048 del «Libro de Buen Amor», del Arcipreste de Hita, corresponden a un itinerario verosímil, «con unidad de trazado y sentido de marcha», nos dice el propio autor en las palabras preliminares de este libro donde recoge, con extraordinaria agilidad narrativa, la historiografía popular de esa geografía literaria, su particular idiosincrasia folklórica y característica estética costumbrista.

Con una mirada erudita y amena a la vez sobre el clásico medieval, entendiendo la literatura como una vivencia íntima, captando muy bien el espíritu lúdico de la escritura originaria, estas páginas invitan a una creativa revisión de las andanzas del legendario Arcipreste. Es un recorrido por situaciones y personajes deudores de un referente literario, con lo que hallamos una escritura de hábil recreación narrativa, inmejorable aliento lírico e impecable documentación testimonial. Los ecos del pícaro, desinhibido y jocoso Juan Ruiz resuenan con insólita modernidad y renovada vigencia.