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Tumultuoso Enzensberger

larazon

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Hay una cita muy manida atribuida a Marx que afirma que la historia se repite la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. A eso se suma también que los recuerdos de «cuando el mundo era joven», como dice el poeta Luis Alberto de Cuenca, tienden a envejecer mal y a perder toda la seriedad envarada de los jóvenes terribles que quieren cambiar el mundo, adquiriendo un matiz de ironía y ternura muy propio de la sabiduría que suele otorgar, en el mejor de los casos, la edad provecta. En «Tumulto», Hans Magnus Enzensberger nos ofrece una de las mejores lecciones vitales y a la par políticas que podía depararnos la relación entre intelectualidad y política en el siglo XX. Nos narra sus andanzas de poeta y escritor representante de la Alemania occidental en congresos y reuniones de intelectuales marxistas, sus visitas a la URSS y Cuba y sus contactos con otros grandes del momento. Enzensberger, casado con la soviética Maria Makárova en 1967, mezcla sus recuerdos de militancia literaria en una época fundamental, a finales de los 60 y principios de los 70, para los movimientos políticos y sociales que agitaron la Europa occidental, desde su epicentro en el París sesentayochista.
Pero lo que más interesa del libro es la manera en que presenta los hechos vividos como individuo en el marco de una sociedad en movimiento. El escritor y observador, transcurridos los años, reconstruye en esta suerte de memorias personalísimas lo que ocurrió y lo que vivió, desde el recuerdo personal y la valoración ya desapasionada. El peligro de ser joven, intelectual, profesor universitario o escritor, y querer cambiar el mundo de forma inflexible y poco socrática es evidente. Pienso que la juventud está sobrevalorada y adquiere otra dimensión cuando se relée envejecido. Es peligrosa por lo que nos creemos que somos y que podemos lograr cuando somos jóvenes con poca compasión.

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