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«Twin Peaks» estaba en Galicia

«Twin Peaks» estaba en Galicia
«Twin Peaks» estaba en Galicialarazon

Esta novela arranca con una muerte. No es un «spoiler», simplemente prevengo al lector. El título alude a la oferta recogida en el Evangelio de Mateo (4,9) por parte de Satanás: «Todo esto te daré si postrándote me adoras». Con esta premisa/declaración de intenciones, ya intuimos que la merecida novela ganadora del Premio Planeta de este año nos propone una intriga en torno a la codicia, la riqueza, la corrupción y la servidumbre del mal. Esta vez, ha mudado su «realismo mágico a la navarra», sustentado sobre un magnífico género negro, por escenarios de la Ribeira Sacra gallega que transcurre en enclaves como Chantada, Belesar o Lalín. No es el único cambio. Si su exitosa Trilogía del Baztán («noir» para aquellos que hayan residido en Apu los últimos años y no formen parte de los casi 800.000 seguidores con los que cuenta la autora) estaba plagada del riquísimo bestiario de la mitología vasconavarra por la que transitaba: basajaun, tarttalo, lamias, mairus o inguma, etc., en esta entrega aflora el recuerdo de la niña Dolores acerca de las meigas y demás criaturas mágicas de las que le hablaba su abuela gallega, nacida en Corme. Si en las anteriores entregas había un peso específico femenino, protagonizado por mujeres de carácter enérgico –con la inspectora Amaia Salazar al frente–, estas páginas están protagonizadas por personajes masculinos, con la sombra del finado muy presente. Algo que le ha permitido a la autora explorar las motivaciones de «por qué» se hace lo que se hace, de dónde proviene el compromiso de cada uno contra la impunidad, y las motivaciones ocultas de todos ellos. Dolores los enfrenta sin titubeos contra sus prejuicios, sus procedencias de clase, su fe, su homofobia u homofilia, sus prejuicios, e incluso contra los secretos de pareja.

El protagonista es un escritor, Manuel, de 52 años, que llega a Lugo para identificar el cadáver de Álvaro, su marido, en apariencia fallecido en un accidente a cuya investigación, sorprendentemente, se le ha dado velozmente carpetazo. El viudo se encuentra con la poderosa y rica familia de nobles gallegos, dueños de pazos, propiedades y voluntades ajenas a la que pertenecía su pareja. Su primer impulso es salir corriendo ante semejante linaje de «nobles ociosos, viciosos, mecidos en sus vergonzosos privilegios; ese tipo de familias que por desgracia todavía existen en este país y que salen impunes de cualquier problema que les rodea», aunque la sospecha de que podría haberse tratado de un asesinato le hace tomar la decisión de quedarse.

Secretos que emergen

Pero el recién llegado conoce a Nogueira, un guardia civil a punto de jubilarse y conocedor de la notable influencia en toda la comarca de la familia del fallecido. Tampoco él se cree lo del «presunto» accidente, y sospecha que éste puede enmascarar un asesinato. Como no hay dos sin tres, en la historia también habita Lucas, un sacerdote, de 44 años, amigo de la infancia del muerto y que se mueve «entre la defensa a ultranza del Álvaro que conoció, y los secretos que van emergiendo en torno a él». A tenor de esto, Manuel empieza a navegar «entre un mar de dudas constantes que le hacen moverse entre la lealtad al hombre que amó y los interrogantes que le llevan a plantearse hasta qué punto vivió de espaldas a su pareja, sin conocerlo, quizás escondido tras el mundo idílico de escritor en el que se refugiaba». La tendencia de la donostiarra hacia lo criminal, lo policial o lo negro, es evidente e inteligente, dada su habilidad innata para el género. Una vez más, se maneja de forma solvente en los parámetros policíacos, temas judiciales, forenses e investigaciones de campo. Pero, aunque sea una muerte el punto de partida, la trama no se parece a lo que nos tenía acostumbrados. En esta ocasión, aborda el tema del crimen desde la necesidad de saber por qué los demás no están interesados en que se sepa qué pasó y lo silencien por cubrir las formas, especialmente en el seno de una familia acostumbrada a acallar sus escándalos.

Fantasmas interiores

La novela negra actual (cada vez de mayor altura literaria, reconozcámoslo) acude al retrato de personajes y atmósferas para acompañar a la resolución de una trama indispensable (como dictaba el gran Henry James). De ahí que las de Mankell ahonden en los herméticos sentimientos de Wallander entre la sucia nieve, o las de Márkaris nos evidencien en primera persona lo que Jaritos cabila mientras conduce por una demenciada Atenas. En esa línea, Dolores Redondo penetra de forma soberbia en los fantasmas interiores de sus protagonistas. Fascinada por Norman Mailer, no duda en evocar a Stieg Larsson, Wilkie Collins, Conan Doyle, Agatha Christie o al español Víctor del Árbol, sin dejar de ser hija literaria de Montalbán, González Ledesma y Lorenzo Silva.

Tardó seis años en completar esta novela agraciada con el Planeta para concluir su exitosa trilogía. El resultado es una «roman noir» fiel a las reglas del género: asesinatos, detectives, y la necesaria mirada moral hacia su tiempo, contrapuesta con la obscenidad del criminal. Su desarrollo narrativo es ágil, poderoso, cruel a veces, incisivo en lo ético, y sabe alternar la investigación con elementos propios de otros géneros como las tramas intimistas que pueden aproximarla a la magistral Fred Vargas. Recomiendo a su legión de seguidores y a los que aún no lleven tal distintivo, que disfruten de este libro «negro, criminal y moral», cortado por el mismo patrón de todo lo que sale de la pluma de Dolores. Porque, una vez más, gracias a su buen oficio, le ha salido a la altura de su apellido: redondo.