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Un saco de huesos

larazon

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Frío. Mucho frío. Y un caminar incesante con un zumo de pomelo como único combustible. Treinta y seis kilos de peso para su largo metro setenta y cinco de estatura. «La delgadez como un grito»; las ganas de no querer curarse porque sólo es posible existir a través de esa enfermedad elegida. Sí, es el diario de una mujer con un severo trastorno alimentario. La crónica de las semanas que pasó luchando contra sí misma. Sin compasión. Sin retórica. Una prosa seca, rocosa y brutal al servicio de un tiempo plomizo, con un transcurrir asfixiante, durante un ingreso hospitalario marcado por un objetivo: alcanzar los kilos necesarios para mantenerse en pie. Unas páginas que se completan con su posterior entrega «Nada se opone a la noche», donde conocemos cómo arranca su inclinación a pasar estos días sin hambre, debido al insondable dolor tras el suicidio de su madre y la indagación de un linaje lleno de secretos, que abocó a dos hermanas a enfrentarse a un mundo inhóspito.
Cuando este testimonio apareció en Francia, la autora protegió su identidad bajo el seudónimo de Lou Delvig, por razones familiares. En este fiero contraplano a las oscuridades vividas durante su memoria familiar, relatadas en el libro mencionado, la narradora recurre a lo vivido en carne propia. Ingresada en un sanatorio, convertida en un edificio de huesos que se mantenían por casualidad dentro un precario equilibrio cargado de renuncias, la protagonista asume «querer herir a sus seres queridos en lo más hondo». Tal vez destruirles. A su padre y a su madre... «Venenosos ambos», sentencia. A través de esta novela de corto pero intenso aliento, asistimos a un relato inteligente y sensible de los mecanismos emocionales que empujan a Laure –su protagonista– a dejar de alimentarse y abandonarse a un devenir cargado de pasiva furia. Pero es, al tiempo, una historia que esconde una inesperada ternura: el compañerismo que se crea entre las internas o la complicidad de la paciente hacia un médico que la trata con una calidez y una paciencia que no había conocido antes. Una confesión sobria y esperanzada, que viene a recordarnos que incluso del infierno, es posible escapar.... Y vivir para contarlo en carne de novela.