Vidal-Folch derriba el Muro
Al cumplirse este año el vigésimo quinto aniversario de la caída del muro de Berlín, se ha abierto un espacio de reflexión acerca del componente tiránico de las utopías totalitarias que tan dramáticamente convulsionaron el pasado siglo. Con la desaparición de la ideología soviética en ese vertiginoso dominó de piezas sucesivamente derribadas se generarían unas expectativas felicitarias no siempre enteramente satisfechas; vaivenes de la política en un turbulento devenir histórico. Es lo que ha conseguido plasmar Ignacio Vidal-Folch (Barcelona, 1956) en «Pronto seremos felices», novela que, al igual que sus anteriores «La libertad» y «Turistas del ideal», refleja la incidencia de un agitado entorno social en la intimidad del individuo. El lector recorre paisajes de la antigua Checoslovaquia, Bulgaria o la Rumanía de los últimos días de Ceaucescu, de la mano de significativos personajes, como el temible matón Bobby el Negro; la revolucionaria Camila, quien enmascara otra inquietante personalidad; el cineasta Pro- chazka, emblema de la anhelada libertad expresiva; el preso político Petru; la desnortada Alida, seductora y abandonada; o la propia voz del narrador, en este caso un agente comercial que se desplaza por una cambiante y renovada Mitteleuropa. Ficticias biografías cruzadas, aunque de clara referencia real, jalonan este relato rebosante de estratagemas mafiosas, fulgurantes negocios criminales, depredadoras tácticas del más descarado arribismo social, veloces y acomodaticios cambios de filiación, todo un teatro de las miserias y ambiciones, aunque no falta el contrapunto de la confianza en un futuro mejor. Con ágil estilo periodístico, viva descripción de ambientes y la lograda reconstrucción de una transición histórica, estamos ante la inmejorable crónica de un emblemático pasado.