Literatura

Nueva York

Wolfe y la ciudad

Wolfe y la ciudad
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Ya lo dijo Faulkner: el escritor más importante de su generación no fue otro que Thomas Wolfe. Nacido en 1900 en Carolina del Norte y fallecido en 1937, 37 años de vida le fueron suficientes para publicar cuatro novelas, algunos cuentos, poemas y, al acaecerle la muerte, dejar tras de sí unos fragmentos inconclusos y una estela de leyenda que influyó en Jack Kerouac, Philip Roth o Thomas Bernhard, cuya lectura de «El ángel que nos mira» resultó fundamental, por ejemplo, para empezar a escribir su pentalogía autobiográfica.

Editorial Periférica, que poco a poco viene relanzando algunos de sus textos, como «Especulación» o «Una puerta que nunca encontré», publica ahora «Hermana muerte», pequeño y profundo relato en el que Wolfe hace exhibición de su acostumbrado lirismo, capaz de penetrar en la intensidad de la vida para mostrar su simple acontecer, tan desnudo y sombrío como perplejo y absurdo. Wolfe, en este caso, se insmicuye en un tema que le resulta muy familiar (su hermano murió a los doce años) como la muerte. Pero no la muerte brutal y extraordinaria, sino la cotidiana, que llega al corazón de las grandes ciudades y deja a sus habitantes librados a su azar (ya sea en el metro de Nueva York o en lo más alto de un rascacielo) pero unidos, dice Wolfe, por el movimiento inmutable, por «la eternidad de la tierra hechizada por la brevedad fantasmal de nuestros días».