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LITERATURA
Fermín Bocos, escritor y periodista: «Los grandes exploradores fueron capaces de lo inimaginable»
En «Cuando viajar era descubrir», el autor descubre grandes proezas de aventureros irrepetibles

La capacidad de asombro que poseen los niños es algo que admiramos e incluso envidiamos los adultos, ya maleados por la experiencia. Viajar y descubrir lugares completamente desconocidos es una de las actividades capaces de despertar esa sensación de sorpresa y admiración pueril que nos hace sentir más vivos.
A lo largo de la historia ha habido aventureros que han llevado esa curiosidad y esas ganas de descubrir hasta límites insospechados, realizando verdaderas proezas. El escritor y periodista Fermín Bocos los ha rescatado en el libro «Cuando viajar era descubrir» (Almuzara). Cada periplo vital de estos exploradores y viajeros abre la puerta a personalidades únicas, a grandes soñadores que superaron los límites impuestos.

Haces una clara distinción entre el auténtico viajero y el turista.
El viajero vive la preparación del viaje con emoción. Se documenta sobre el lugar y, por el camino, rechaza el GPS y habla con los naturales del lugar al que llega. El turista normal, lo que quiere es irse con un selfie contra un monumento.
¿Por qué en el siglo XIX, el viaje concebido como aventura personal alcanza su esplendor?
Porque gran parte de los aventureros de los que tenemos noticia, eran ingleses. Inglaterra, a partir del 1815, derrotado Napoleón, se convierte en el gran imperio de la época y empieza a ser un punto de partida para todo tipo de aventuras. Detrás de algunas de estas historias, todas ellas extraordinarias, también hay un punto que quizá puede oscurecer algunos casos, que es el colonialismo. Es el caso de Morton Stanley, cuyo encuentro con el doctor Livingstone se hizo muy famoso. Fue contratado por el rey de los belgas, Leopoldo de Bélgica, para explorar el Congo. Al final, el Congo se convirtió en una propiedad personal del rey de los belgas y allí se cometieron todo tipo de atrocidades. El esquema era similar en otras aventuras coloniales. Primero iba el explorador, después el misionero y detrás, un ejército expedicionario en misión de conquista.
Hablemos de una de las mujeres que mencionas en tu libro. Annamarie Schwarzenbach. Una Thelma y Louise de los años 30.
Pertenecía a una familia muy acaudalada y era muy bella. Decidió, a bordo de un Mercedes, viajar por toda España en la época previa a la Segunda República. Luego dio la vuelta al mundo. Se puso el mundo por montera. Como digo textualmente en el libro: «Fue una precursora de la mujer independiente de nuestros días, que no espero a que cambiaran las leyes y la sociedad para vivir su vida y como ella entendía el alcance de la palabra libertad».
La primera persona de la que hablas en el libro, Patrick Leigh Fermor, un aventurero inglés, ya impacta. Recorrió a pie desde Ámsterdam hasta Estambul ¿2700 kilómetros a pie en dos años?
Así es. Se echó una novia que luego resultó ser Balasha Cantacuzene, descendiente de uno de los últimos emperadores de Bizancio, con la que estuvo tres años en Grecia. Cuando Hitler llega, este hombre se apunta al servicio secreto. Los alemanes invaden Grecia. Patrick, con los guerrilleros griegos, secuestra a un general alemán y consiguen sacarlo de la Isla y llevarlo a Egipto. Cuando termina la guerra, lo sueltan y en el año 72, la televisión griega reúne a Patrick Leigh Fermor, al general alemán y a uno de los guerrilleros que le había ayudado a secuestrarlo. Fue un tipo excepciona y llegó a cumplir noventa y tantos años.
Hoy parece imposible vivir aventuras así, con todas las comodidades que tenemos -Google y el GPS- y la sensación de que ya está todo descubierto.
Es verdad que el GPS ha matado la aventura de llegar a cualquier sitio, de preguntar a la gente, etc. Pero, concebir el viaje como aventura depende del viajero. Cuando uno va, por ejemplo, a Florencia, donde está todo tan visto, siempre hay un elemento que, si uno prepara el viaje, te depara la satisfacción de lo nuevo y te parece recién descubierto.

Y sin jugarnos la vida, porque estos aventureros de antes se jugaban literalmente la vida.
Se jugaban la vida de verdad. Fíjate en la aventura de Núñez Cabeza de Vaca, que recorrió a pie desde la Florida hasta México capital, muchos tramos, desnudo y descalzo. Fue hecho preso y convertido en esclavo por los indios. Hay muchos ejemplos así.
De todos los nombres de aventureros de este libro, ¿cuál destacarías?
No podría elegir. Gertrude Bell, que fue espía y una arqueóloga que conocía todo Oriente Próximo; Lady Hester Stanhope, a la que llamaban la reina de Palmira; Julio Camba; Blasco Ibáñez, etc. Todos fueron excepcionales. Capaces de lo inimaginable. Ahora, se nos acaba la batería del coche eléctrico y nos volvemos locos.
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