Entrevista
Juan Soto Ivars: «La Ley de Violencia de Género vino a solucionar el problema de Ana Orantes y creó el de Juana Rivas»
«Esto no existe» deja en evidencia los datos «oficiales» sobre las denuncias falsas por violencia de género
Como el niño del cuento de Andersen,Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) se limita a señalar que el rey va desnudo. Así, el autor de «Esto no existe: las denuncias falsas en violencia de género» (Debate) desmiente con datos y testimonios una cifra «oficial» que no se cree ni el más ingenuo pero que nadie se atreve a cuestionar: aquella que asegura, año tras año, que sólo alrededor del 0,01% de las denuncias por violencia de género son falsas. Para ello, Soto Ivars se remonta a los preámbulos de la aprobación de la Ley Integral de Violencia de Género, en 2004, al amparo de la cual en 20 años se han interpuesto dos millones y medio de denuncias contra hombres, de las que en torno al 80% fueron archivadas o acabaron en absolución. «La insistencia en que no hay denuncias falsas implica que este sistema de protección tan fabuloso está dejando a un 80% de agresores impunes», sostiene el autor con ironía.
Pudiendo escribir de lo guapo que es Pedro Sánchez, ¿qué necesidad tiene de meterse en este «fregao»?
Durante veinte años ha estado pasando esto que cuento en el libro sin que nuestros compañeros se sientan empujados a contarlo. Y lo que le gusta a un curioso como yo es la selva virgen, entonces me he encontrado muchas cosas interesantes que contar que están pasando y que, por desgracia o por fortuna, no se había contado. Ese ha sido el acicate para hablar de una injusticia que se ha normalizado en este país y sobre la que no se ha dicho casi nada.
¿Crees que este ensayo puede cambiar algo, o al menos romper esa espiral del silencio?
He intentado no ser panfletario para que el libro lo pueda leer gente que, de entrada, pueda tener aversión al tema. La espiral del silencio ya se ha roto porque el libro ya se ha publicado: estamos hablando tú y yo de esto y, por tanto, ya no hay espiral del silencio. Que me dirán muchas cosas bonitas algunos..., pues vale; pero yo creo que en el libro hay respuestas para muchas cosas que me van a decir [89 páginas de bibliografía]. De hecho, el título del libro es el resumen de las respuestas que va a recibir más desaforadas, y que son las respuestas que sistémicamente se han dado a este problema: «Esto no existe». Y eso es falso: ¡sí existe! Igual que es falso plantear esto en la dialéctica fraudulenta de hombres contra mujeres y viceversa.
¿Qué intereses tiene el sistema a la hora de esconder las denuncias falsas y pasar por alto las vulnerabilidades o los defectos de esta ley?
Creo que se mezclan varios intereses bastante diferentes. Hay una parte que tiene que ver con lo mucho que nos preocupan las mujeres en situaciones como esa, y no se quiere desincentivar que la mujer que está en esa situación denuncie. Pero es que la mujer que está en esa situación de verdad denuncia menos: entre las asesinadas hay muchas que no han denunciado nunca, y entre las mujeres en una situación de maltrato más severo la denuncia es menos habitual. Entonces, hay una parte que es una preocupación genuina por la mujer maltratada; también hay otra parte que es puro cinismo inhumano, muy propio de la clase política: nula preocupación por otras víctimas, porque el número total de denuncias, abultadísimo, esté poniendo una cola delante de la mujer que sí que tiene problemas graves. Y luego hay algo de orgullo: no se quieren asumir los errores. Se creó un sistema de protección necesario y bienintencionado, pero cuando nadie se preocupa de su uso espurio –algo que se avisó desde el principio– pasa esto. También hay una cosa de inercia: un falso dilema por el que pensamos que cualquier reforma o modificación que se haga en este sistema de protección para evitar el uso espurio y para minimizar el impacto negativo que pueda tener sobre la vida de señores que no han hecho nada, se considera un ataque a las mujeres maltratadas. Y no es así. Si nos vamos a las cifras, que es lo más útil, 200.000 denuncias en un año no te hablan de 200.000 mujeres maltratadas: no hay tantas mujeres maltratadas. Ahí hay mujeres maltratadas, hay parejas tóxicas y hay peleas recíprocas: si te vas a los estudios internacionales sobre el maltrato ves que es lo más abundante, o hablas con los jueces de instrucción que te dicen que mucho de lo que pasa por allí son «parejas de mierda», gente que se trata mal mutuamente. Y hay también denuncias falsas o instrumentales, ya que durante un divorcio tú tienes un incentivo perverso para emplear esa herramienta sin necesitarla.
«Durante el divorcio la mujer tiene el incentivo perverso de la denuncia espuria sin necesitarla»
¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación a la hora de no desmentir este mito o bulo de las denuncias falsas y, por el contrario, amplificarlo?
Mucha. Parece que si un medio hablaba de los hombres afectados por esto estaba diciendo algo contra las mujeres. Y no es cierto. Una de las cosas que hay que romper es el identitarismo de género. Un hombre que sufre una denuncia falsa tiene una madre que ya no puede ver a sus nietos. Un hombre denunciado en falso puede tener una nueva pareja a la que este proceso le haga la vida imposible también. O sea, existen los hombres maltratadores y existen las mujeres maltratadoras. El hombre maltratador utiliza, con una frecuencia pasmosa, la violencia física; y la mujer maltratadora utiliza, con una frecuencia pasmosa, la denuncia espuria.
¿La solución es abolir la Ley Integral de Violencia de Género?
La LIVG es un texto larguísimo en el que hay cosas positivas y cosas negativas. El problema de la LIVG viene por el planteamiento de lo que es la violencia de género, que excluye de la ecuación al hombre que sufre violencia o maltrato por razón de su sexo. Creo que el Código Penal tiene que ser igual para hombres y mujeres, y pongo el acento en que España es el único país de Europa que reserva penas más altas para unos que para otras, y que tiene juzgados específicos donde sólo puede ir como víctima una mujer heterosexual y donde el único acusado puede ser un hombre. Se avisó en 2004 de que penetraba en el derecho penal de autor, que es impropio de un estado de derecho. Cosas en la Ley como el planteamiento de las definiciones y como la disparidad penal tienen que quitarse. Otras cosas como las medidas de protección y de concienciación –siempre que no se hagan como se han hecho: una propaganda identitaria– son necesarias. Se dijo que esta ley iba a ser pionera y hemos ido solos. Creo que ya es momento,veinte años después, de ver los efectos que ha provocado esa singularidad y de mitigarlos para el futuro.
De Cúllar Vega, donde quemaron viva a Ana Orantes, a Maracena, donde vive Juana Rivas, apenas hay diez kilómetros. ¿Qué distancia real hay entre estos dos casos?
La Ley se hizo para Ana Orantes y nadie se preocupó de que no la usara Juana Rivas. Es tal cual. El problema que se quiere solucionar es el de Ana Orantes, y el problema que se produce es el de Juana Rivas. Cuando hablamos del tema a mí me van a atacar porque van a pensar que me estoy metiendo con Ana Orantes o con las Ana Orantes de hoy. ¡No!, estoy hablando de esas otras señoras que comparten solamente el sexo y cuya situación, voluntad y personalidad es otra, y que están dispuestas a todo por la destrucción de su pareja. También estoy hablando de cómo el sistema no se ha preocupado por la proliferación de ese segundo tipo de hecho. El problema es la magnitud: hay incentivos perversos para una y desincentiva a otras. Ahora mismo estamos centrados en desincentivar todo lo posible el maltrato de las mujeres, pero se está incentivando lo otro y se está negando el problema.
«Se dijo que esta Ley iba a ser pionera y hemos ido solos: ningún país europeo nos ha seguido»
Parece que la ola del feminismo más irracional –en el libro hablas del #MeToo, la justicia paralela e Irene Montero– ya ha roto. ¿Hacia dónde crees que vamos?
Como ha sido tan exagerado lo que ha pasado aquí con el momento Irene Montero y todas esas «chifladas», parece que el problema hubiera empezado ahí, pero es que lo jodido es que en España llevamos desde 2004 con esa herramienta y con ese problema generado. El #MeToo ha sido la exageración de lo que aquí ya pasaba. Yo creo que todo ese movimiento ha desautorizado las ideas buenas del asunto por exageración. Cuando Luis Rubiales es condenado por violencia sexual, el mismo movimiento se desautoriza. Pero es que el problema María Sanahuja lo advierte en el momento mismo de la creación de la Ley. Entonces, lo que ha provocado ha sido la rabia, el aumento de la misoginia entre chavales que han caído en la trampa de ver la sociedad como una guerra de sexos. La dialéctica opresor-oprimida llevada al presente te conduce al juego de suma cero, y eso ha sido catastrófico en la relación entre hombres y mujeres. Hoy ellos y ellas sienten más inseguridad. Este no es un libro de hombres contra mujeres, es un libro de víctimas y víctimas. Hay mujeres víctimas de unas situaciones abominables que el Estado tiene que atajar en cuanto a problema público, y hombres en situaciones abominables que el Estado ha provocado sin quererlo pero sin preocuparse de que no pase.