Franz Kafka, también dibujante
Ve la luz una obra excepcional que se publica a la vez en varios países: Alemania, Italia, Estados Unidos, Francia, Polonia, Holanda y España, con dibujos inéditos de Franz Kafka, el escritor por antonomasia del siglo XX, y aun del nuestro
Creada:
Última actualización:
Lo kafkiano tiene, consultando el diccionario, tres acepciones adjetivales; la última reza: «Dicho de una situación: Absurda, angustiosa». Que su obra se haya conservado se lo debemos a su amigo Max Brod, que salvaría por segunda vez los manuscritos de Kafka tras haberse negado a quemarlos: en 1939, al ser Praga ocupada por las tropas de Hitler, y huir con ellos a Tel Aviv; y aun una tercera, pues el material, más tarde, ante la amenaza de un conflicto bélico en Oriente Próximo en 1956, se trasladó a Suiza y después a la biblioteca Bodleian, en Oxford. Revisó incluso los dibujos de Kafka: «Puedo deciros el nombre de un gran artista, Franz Kafka», dijo quien no dudó en insistir en el hecho de que «era como dibujante un artista de peculiar fuerza y personalidad». Además de conseguir esos papeles de manos del propio Kafka, también los recuperó de la papelera en alguna ocasión.
Los más conocidos son los seis dibujos que representan, en distintas posturas, a un estilizado hombrecillo; los descritos por Brod como «las marionetas negras de hilos invisibles», que podrían interpretarse como variaciones sobre la inicial de su apellido, muchas veces usadas como imágenes de portada de libros. Fue en la época universitaria cuando Kafka fue pergeñando garabatos en los márgenes de sus apuntes. Incluso siguió las clases del alemán Alwin Schultz, profesor de historia del arte en la universidad, sobre historia de la arquitectura, pintura neerlandesa y escultura cristiana, en unos años en que se hizo amigo de Emil Utitz, el cual se convertiría en un relevante teórico del arte y de estética.
Ahora, Galaxia Gutenberg lanza un extraordinario libro, titulado «Los dibujos», que pone encima de la mesa un material de valor colosal por su carácter inédito, ya que la mayor parte de tales dibujos se mantuvo oculta durante décadas. Son más de 100 piezas prácticamente desconocidas que vieron la luz en 2019, 95 años después de su muerte. Lo que pasó es que tras el fallecimiento de Brod, en 1968, vino una batalla legal después de que el conjunto del legado kafkiano pasase a su secretaria y confidente, Esther Hoffe; ésta era la madre de Eva Hoffe, la mujer a la que, en 1973, el Estado de Israel llevó a juicio por la posesión de los manuscritos de Kafka que había heredado, pues se pretendía ponerlos en la Biblioteca Nacional de Israel.
En 2016 esto dio un vuelvo, y Hoffe, de más de ochenta años, tuvo que acudir al Tribunal Supremo y rodearse de abogados que daban voz a las tres partes por entonces en disputa: la Biblioteca Nacional de Israel de nuevo, el Archivo de Literatura Alemana de Marbach, que también anhelaba el material, y ella misma. Al final, Hoffe perdió el juicio. «Debes saber que tiempo atrás era un gran dibujante... En aquella época, ya han pasado muchos años, esos dibujos me satisfacían más que cualquier otra cosa», le dijo Kafka a una de sus parejas sentimentales, Felice Bauer. Y es la hora de conocer estos detalles mediante esta gran edición de Andreas Kilcher, profesor de Teoría de la Literatura y la Cultura en Zúrich, y Pavel Schmidt, artista y estudioso del arte, que nos hablan de unas ilustraciones que «son figuras frágiles, desvalidas y a la vez enigmáticas y fascinantes: figuras humanas, pero también seres mezcla de animal y humano, a menudo captadas con unos pocos y diestros trazos. Los dibujos de Kafka van de lo realista a lo fantástico, de lo grotesco, a veces también a lo inquietante. Algunos parecen carnavalescos o caricaturescos». Dibujos, pues, al hilo del término mundialmente aceptado, plenamente kafkianos.