Inédito

Elena Fortún y Matilde Ras, dos feministas sin artificios

Renacimiento rescata un inédito de la pareja de escritoras, «El pensionado de Santa Casilda», sobre la mujer en la Edad de Plata

Elena Fortún (izquierda) y Matilde Ras tuvieron una relación amistosa e intelectual
Elena Fortún (izquierda) y Matilde Ras tuvieron una relación amistosa e intelectualfoto.La Razón

Nuria Capdevila-Argüelles vive «obsesionada», cuenta, con las circunstancias que rodean a títulos como El pensionado de Santa Casilda, «una obra de Fortún de escritura armarizada» que se ha mantenido escondida hasta ahora, cuando Renacimiento la rescata en un volumen prologado por la catedrática de la Universidad de Exeter y editado por María Jesús Fraga. El concepto «armarizado» es un término que Capdevila traslada al estudio de la identidad porque «todos tenemos un armario. La personalidad de cada uno de nosotros se compone de lo que sacamos a la luz y de lo que ocultamos», explica. Aquí, en la obra inédita, vemos a una Elena Fortún (1886-1952) que «no habla por ansia de encumbramiento, como los hombres de su época, sino por necesidad», sentencia de un libro escrito a cuatro manos entre Fortún y Matilde Ras (1881-1969), aunque firmado en el original por Rosa María Castaños, el seudónimo con el que también lanzó Oculto sendero.

Las dos escritoras pertenecieron a esa primera generación de feministas españolas con conciencia de grupo y de género, pero, como explica Capdevila-Argüelles, sin necesidad de artificios: «No usaban el vocabulario de hoy. No hablaban de identidad de sexo ni de género, ni siquiera separaban sexo de sexualidad». Sin embargo, exploraban los mismos territorios por una cuestión casi de supervivencia. «Necesitó conversar de las amistades sublimadas de las mujeres, en definitiva, del amor», apunta la profesora.

Además del cariño mutuo, entre Fortún y Ras existía una relación de amistad «increíblemente importante», dice, «pero también había un intercambio intelectual». Así lo dejó dicho una de sus amigas de Buenos Aires, quien aseguraba un pacto literario para escribir juntas «y esta novela puede estar ahí. No sabemos el pacto concreto, pero se nota las manos de las dos», defiende Capdevila antes de señalar «ese gusto francés que era muy de Matilde».

Aun así, la experta confiesa que no se han encontrado referencias al trato en los diarios de Ras, y vuelve sobre un tema que siempre ha sido muy críptico, y sobre el que se han desarrollado varias conjeturas, en la relación entre las dos autoras, su desencuentro: «No tengo claro si este libro tiene algo que ver con eso cuando Elena Fortún regresa del exilio». Pues las diferencias vitales entre ambas llegaron a ser abismales cuando Fortún se arrepintió de la disidencia. Matilde Ras fue todo lo contrario, segura y siempre estuvo orgullosa de ser una solterona feliz. La primera, por su parte, llegó a confesar a Laforet y otras íntimas su marcha atrás: «He sido mala». Enfrentamiento, por el contrario, que no enterró la relación al completo. La vieja Tilde (como llamaba a Ras) volvió para cuidar a la amiga agonizante a través de las cartas. «Fueron unos encuentros y desencuentros que terminaron bien, con cariño. Una manera de perdonar lo que fuera que ocurriera entre ellas en el pasado y con este libro hemos querido completar parte de aquello y reflejar ese pacto narrativo».

Ese acuerdo produjo este título que Capdevila-Argüelles define como «una novela de internado, pero también muy madrileña y un retrato de las mujeres y las redes de mujeres en la Edad de Plata». Una trama narrada en tercera persona que transcurre en un internado de la capital, «extraño y diferente» –puntualiza–, donde se cuenta la historia de un grupo de señoritas que crecen abrazadas a las vanguardias «porque ellas mismas son vanguardia». Es la sinopsis de un volumen que está finalizado como tal, aunque la catedrática intuye que, «de no haber muerto tan pronto, hubiera continuado con la estela que empezó con Oculto sendero y este libro». Hipótesis al margen, El pensionado también recoge la atmósfera bonaerense que tan bien conocían las autoras de su exilio argentino con guiños al uniforme de los colegios y a sus cafés. «No retrata la guerra y sí las circunstancias políticas de la Segunda República, la inestabilidad económica, las nuevas profesiones... Y se acaba con el exilio interior y geográfico, el destino de la mujer moderna española».

  • El pensionado de Santa Casilda (Renacimiento), de Elena Fortún y Matilde Ras, 480 páginas, 21,90 euros.