Tras los atentados anti democracia
En «Tánger era la clave», Carlos Abella sitúa al lector en 1976, cuando el boicot contra el cambio político se hizo más fuerte
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Aquel 4 de octubre de 1976 fue un lunes negro. Un episodio que volvió a hacer temblar a unos ciudadanos que aún no habían asumido el fin de una larga dictadura, y que vivían en la incertidumbre de una época futura aparentemente pacífica. El notario Juan María de Araluce se convirtió en una nueva víctima de ETA, al recibir siete impactos de bala y morir en plena calle mientras se disponía a llegar a su casa a la hora de la comida. De nuevo, la banda terrorista teñía de gris unos años que se atisbaban coloridos, ante la promesa de una transición a la democracia que, si bien fue fundamental, también bastante convulsa. Es en este periodo donde Carlos Abella sitúa a su ya conocido personaje Fernando del Corral. El periodista se dio a conocer en «Las cartas del miedo», regresa con una nueva aventura en «Tánger era la clave» (Almuzara), novela que nos sumerge en la época inmediatamente posterior a la muerte de Franco.
La trama se ubica dos meses después de la muerte del dictador: a comienzos de 1976. Con el ejemplo de Araluce, suponemos que fue un año nada fácil para nuestra historia, y que por desgracia no sería el último. Un momento en el que, además, se inició la implantación de una monarquía parlamentaria de corte occidental. Abella, con un solvente manejo de la historia reciente de España que ya viene demostrando en otras obras, elige como principales antagonistas de Del Corral a los terroristas de ETA y a grupos de extrema derecha. El periodista investiga los atentados que se están perpetrando en España con el fin de boicotear la transformación política hacia la democracia. Un rastro que le llevará hasta Tánger, y todo ello con la inclusión en la trama de personajes históricos como Arias Navarro, Fraga, Calvo Sotelo o el propio rey Juan Carlos I.