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Clara Usón : “Todos somos susceptibles de convertirnos en un monstruo”

La escritora publica “Las fieras”, una novela en la que se acerca a la figura de Idoia López Riaño, conocida como “La tigresa”, una de las terroristas más sanguinarias de ETA

Entrevista con la escritora Clara Usón. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 22 05 2024
Entrevista con la escritora Clara Usón.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

Se trata de un asunto espinoso, ese que mira al mal de frente cuando las heridas que ha infligido están todavía curándose. La escritora Clara Usón (Barcelona, 1961) lo hace, sosteniendo en las páginas de su nueva novela el iris azul casi transparente de Idoia López Riaño, la llamada “la tigresa” y también “la etarra más sanguinaria de la historia”. “Las fieras” (Seix Barral) es una historia llena de claroscuros que se asoma a la inmundicia del terrorismo y a la historia no tan lejana de nuestro país. Nacionalismo, guerra sucia y mucho sufrimiento demasiado reciente.

¿Qué le movió a escribir esta historia?

Es un afán insensato, como el de todas las novelas. El detonante fue un artículo de prensa sobre Idoia López Riaño, cuyo contenido enlazaba con una de mis obsesiones recurrentes: los estragos del dogma, del nacionalismo extremo. Ese que te dice que para salvar a tu patria puedes contravenir las normas elementales de ética, y no solo puedes, sino que debes hacerlo en un acto de altruismo supremo, morir o matar por la patria. Y me preocupa cómo se llega a eso, a quitar la vida a personas que no conoces de nada en nombre de unas ideas que decides imponer a tiros y no en el ámbito político. En este caso, mi protagonista no era una víctima sino victimaria, que parece una contracción de términos, porque la mujer es quien da vida y cuida. Idoia, además, encarna unas cuantas contradicciones, porque se considera a sí misma una buena persona, altruista, generosa, empática, que ama la paz. Lo dice ella en sus propios escritos después de quitar la vida a 23 hombres. ¿Cómo es posible eso?

Foto del 19 de julio de 2004 de los etarras Idoia López Riaño, alias "Tigresa", y Santiago Arrospide Sarasola, "Santi Potros"
Foto del 19 de julio de 2004 de los etarras Idoia López Riaño, alias "Tigresa", y Santiago Arrospide Sarasola, "Santi Potros"larazonLa Razón

En la historia, el contrapunto de la terrorista real es una joven de ficción.

Es una familia disfuncional, porque las familias felices, como dice Tolstoi, no hacen novelas. Miren es una adolescente que tiene en común con Idoia que es hija de emigrantes, y que tiene tal deseo de pertenecer que acepta como suyos los ideales nacionalistas, que son las mismas ideas que la marginan. Miren es una chica desarraigada y es hija de un Policía Nacional, el objetivo de ETA, el enemigo público número uno, por lo que vive una doble vida, una esquizofrenia de intentar llevar una existencia normal en una sociedad que es todo menos normal. Hay un ambiente extremo de violencia en el aire y ella se enamora de un abertzale. Todo sucede en los años ochenta, que son los de la fiesta y las drogas, pero en una sociedad enferma. También está Amadeo, que es un amigo de la familia y que colabora con los GAL y que los justifica.

¿Ha llegado a encontrar respuesta al dogmatismo?

No, yo solo me hago preguntas como escritora. Lo veo, todas las guerras vienen por conflictos territoriales, por salvar la patria. Idoia consideraba que estaba en una guerra y que el enemigo debe ser deshumanizado, le tienes que quitar la cara para poder matarlo. Y decide que lo hace por ideales sin saber a quién mataba. Y eso pasa en todas las guerras, en Gaza matan niños. Eso sigue estando ahí, la condición humana no cambia.

La narradora asegura que “trata de darle el lado humano” a Idoia López Riaño. ¿Le preocupaba el tono al hacerlo?

Sí. Yo creo que lo que puede hacer la ficción y lo que tiene interés para mí como escritora es mostrar esa contradicción. Y no se trata humanizar al monstruo, sino que, como dice Hannah Arendt en “la banalidad del mal” el monstruo es una persona normal y corriente que, de pronto, al amparo de un dogma se da el permiso o el deber de segar vidas ajenas. Eso es algo intrigante, fascinante, que no comprendo, pero sobre lo que reflexiono.

Entrevista con la escritora Clara Usón. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.
Entrevista con la escritora Clara Usón. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón.Alberto R. RoldánFotógrafos

Lo preguntaba porque este tema puede herir sensibilidades, soliviantar.

Las heridas están recientes, no están cicatrizadas y soy consciente de ello, pero creo que es algo que podemos hacer desde la ficción. Y, además, en mi novela, no busco tranquilizar al lector, decirle que los malos son feos, tienen cuernos, rabo y halitosis. Todos somos susceptibles, en un momento u otro, en según qué circunstancias, de acabar ahí. En ningún momento yo justifico a Idoia o disculpo lo que hizo. Creo que es más interesante mostrar cómo te puedes llegar a identificar con algunas partes de su personalidad, sin llegar por eso a justificar en absoluto ninguna cosa. Esa complejidad es la que me interesa. Ya hay muchas novelas que hacen eso.

Pero en estos tiempos hay falta de comprensión lectora y además hay gente preparada para ofenderse.

Hay mucho ofendidito y a eso me arriesgo. Escribir es arriesgar, para empezar, a que te pongan el libro fatal. Es un atrevimiento y como escritora, si no hay riesgo, no hay un reto... no tiene interés. Puedes fallar o acertar y te expones a lo que puedan decir, va con el oficio, pero a mí me interesa provocar una reflexión y la polémica puede suscitar una reflexión. No es una novela de tesis, sino una en la que lo principal es esa historia familiar en la que una adolescente que vive en familia disfuncional y además una hostilidad o violencia en la calle, y cómo eso le empuja a realizar unos actos que no se producirían en otras circunstancias. Y esa polarización, ese estás conmigo o contra mí influye en a persona normal y corriente. Pero si una novela no provoca inquietud, reflexión o hasta discrepancias... no es que esté mal, pero no es lo que yo busco.

Contrasta el entorno de Miren, que es pendenciero, casi lumpen, a pesar de ser policial, frente a un ambiente puritano y moralista de los “abertzales”.

El padre es un hombre horrible y un desgraciado. Porque hasta ese hombre con poco rasgo redentor, lo humanizo. Y el dogma, en cambio, es moralista. Cuando decides que puedes imponer tus ideas a tiros y no lo haces por la política porque tienes toda la razón del mundo y te abres paso a tiros. Eres un dogmático y puritano. El nacionalismo es un poco así. La cruzada de ETA contra la droga, por ejemplo. Idoia López Riaño asesina a un yonqui.

Da la sensación de que cualquiera podría haber terminado siendo un terrorista.

Trato de comprender en qué circunstancias puede darse eso. Hago reflexiones, pregunto... Cuando una sociedad está tan polarizada y hay tanta violencia, depende de lo que te pase, de cómo te vaya en la vida, puede sucederte en los dos sentidos. Hubo gente que se metió en ETA porque mataron a un amigo o detuvieron al otro, y otros que justificarían el GAL porque secuestraron a su padre que tenía una empresa. Esas circunstancias excepcionales generan respuestas anómalas. Son situaciones extremas en las que juzgar es difícil. Dicho lo cual, juzgo: matar está mal.

Existe un componente de azar.

Claro, porque yo no me puedo ni imaginar cómo es eso. Mira, yo vivo en Cataluña y eso me ayuda a comprender lo que es vivir entre dos nacionalismos enfrentados que en determinadas circunstancias te obligan a situarte conmigo o contra mí, sin violencia en este caso, pero sí con un ambiente enrarecido, con conflictos familiares, por ejemplo. Y eso no lo habría plasmado yo igual si hubiera nacido en Salamanca.

El nacionalismo está ahí.

Está en boga, más que nunca. Todas las guerras que tenemos vienen de ahí. Es el mismo impulso tribal por el territorio. Y funciona muy bien para soliviantar y crear violencia. Cambian las circunstancias, pero el ser humano es el mismo. Hegel decía que lo único que nos enseña la historia es que nunca aprendemos de ella. Se repite cien años después. Se hacen unos discursos que recuerdan a la Alemania nazi. Cuidado con las palabras y el discurso deshumanizador y difusor de bulos.

¿Cree que la historia del conflicto vasco oculta un poco as historias con minúscula, los matices?

Esto pasa siempre. La historia es retrospectiva y siempre fragmentaria. Se dicen que la cuentan los vencedores, pero sí que se atiene a los hechos. Un historiador no puede entrar en esos detalles y para eso está la ficción. Para mostrar la vivencia, las contradicciones del corazón humano. Por eso yo me atrevo a mezclar la ficción con hechos reales.

¿Soñó ponerse en contacto con Idoia López Riaño?

No, porque me parecía imposible y porque ella desapareció y no se sabe nada de ella. Y si quería mantener la distancia con el personaje. Seguro que habría tratado de convencerme de que todo lo que se cuenta sobre ella es mentira. Y alguna será verdad, yo no me atrevo a afirmar nada.