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Evolución humana: un largo camino y un sinfín de interrogantes

Manuel de Vicente publica un estudio divulgativo de cómo hemos llegado hasta aquí y qué es lo que nos prepara el futuro inmediato

Evolución humana
Evolución humanaDreamstime

Estamos ante un libro útil y estimulante, de carácter eminentemente didáctico, y por tanto atractivo para la mayoría de los lectores, interesados en una historia global de la humanidad, construida en este caso sobre el eje de la evolución tecnológica. Una expresión de confianza en el ser humano, con sus luces y sus sombras. El autor de este texto, doctor ingeniero industrial, gran aficionado a la historia, con una brillante biografía en la vida pública y en la empresa privada, mantiene vivas dos cualidades, imprescindibles en su permanente búsqueda del conocimiento: a) la curiosidad y el interés por aprender; b) la capacidad y el esfuerzo necesarios para lograrlo. Ambas se combinan, en los diversos trabajos que ha publicado, cuyo objetivo común, dentro de su diversidad temática, no es otro que la mejor comprensión de nuestro devenir histórico.

Manuel de Vicente es un buen ejemplo del ser humano, que sigue la recomendación de San Agustín: «Conócete, acéptate, supérate», trascendiendo la sentencia clásica «nosce te ipsum». Su figura responde a los perfiles y afanes de un «humanista». Tanto por alguno de los rasgos que ya hemos apuntado, como por su constante defensa de un universo antropológico y antropocéntrico; sin que esto suponga el desprecio por la importancia de otros seres vivos. Un mundo que evoluciona en sentido positivo con mayor o menor coste medioambiental; «peaje» obligado pero siempre a tener en cuenta. Un problema agravado desde los orígenes de la revolución industrial.

A partir del siglo XVIII, la proyección del hombre sobre la naturaleza produciría una notable erosión del medio ambiente proceso que, en los últimos años, demanda atención prioritaria en las sociedades más avanzadas, de cara a la preservación de la vida futura en el planeta que habitamos. Elementos como el agua, el aire, la creciente escasez de otros recursos, … y factores negativos como su contaminación, la desertización, la enorme generación de residuos, los adversos cambios climáticos, … etc., determinan los límites del «progreso» y demandan hoy que la inventiva humana tenga por objeto la conservación y regeneración de nuestro hábitat.

El título de la obra: «La evolución artificial de la Humanidad», podría exigir alguna matización, acerca del término «artificial» y de su contrapartida, la evolución natural o biológica. Así lo han entendido también el autor y el prologuista, sin embargo la frontera entre natural y artificial debería recibir, a mi juicio, nuevas modulaciones. Resultaría debatible, cuando menos, la consideración de que la evolución natural entendida, como evolución biológica, se haya estancado desde hace más de mil años. En cuanto al subtítulo del libro habremos de valorarlo desde los presupuestos de la humildad, que pudiera encerrarse en la expresión, «una visión divulgadora», por cuanto no abundan en la historiografía de nuestro país los temas formulados para conseguir una «alta divulgación». La narración de las innovaciones que nos han conducido, desde el paleolítico inferior a la inteligencia artificial, se articula en las aportaciones de cada una de las parcelas más importantes de las ciencias. La imaginación, la creatividad y la inteligencia de los seres humanos, capaces de innovar, han transformado el mundo a lo largo de los siglos. Las nuevas dimensiones del tiempo y el espacio han modificado el escenario de esa andadura. La evolución disruptiva genera inevitablemente recelos por sus efectos y, no sólo materiales y especialmente económicos, aunque despierta, a la vez, esperanzas en un futuro mejor.

La visión del autor es optimista a pesar de que las trascendentales aportaciones de la robótica, la nanotecnología, la computación cuántica, etc. y, en general, las secuelas de la inteligencia artificial generativa plantean, en muchos aspectos, bastantes desconfianzas. No se trata ni de una forma de «neoludismo», ni de una especie de pánico ante lo desconocido. ¿Qué pasará cuando la IA sustituya al hombre en la toma de decisiones?, se pregunta Manolo de Vicente. Vuelve entonces a refugiarse en lo que denomina la evolución artificial de la humanidad y responde: «Las innovaciones futuras a partir de los conocimientos acumulados y los sistemas digitales existentes (incluida la IA) es muy posible que actúen, modifiquen y potencien, más aún, la vida artificial de la humanidad».

Incógnitas y respuestas

Sin embargo surgen otras muchas incógnitas: ¿Ha llegado la hora de la innovación de la naturaleza del ser humano? ¿Seguirá siendo el protagonista del universo antropocéntrico? ¿Hasta dónde se mantendrá su libertad? ¿En qué medida se verá afectada su propia esencia? ¿Llegará el momento en que los robots, no sólo los de formas humanoides, accedan a la existencia específica de los humanos? ¿Cuáles serán los límites de los cyborg? ¿Llegarán a ser sujetos de derechos? ¿Será capaz la inteligencia artificial de tomar decisiones por sí misma y de superar los límites de la inteligencia humana? ¿Podría acabar siendo el hombre robot de otro robot?

Estas interrogantes, que no son pocas ni irrelevantes, plantean cuestiones de difícil y controvertida respuesta, provocando diversas «actitudes escapistas», refugiadas en la afirmación de que no hay más inteligencia que la inteligencia humana y que la inteligencia artificial es solo una prolongación de la misma. El lector se verá casi obligado a intentar formular sus propias respuestas.