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Entrevista
Miguel Bonnefoy: «El gran pilar del siglo XXI será la emancipación de la mujer»
En «El sueño del jaguar» el autor aúna desde la ficción la historia de su familia materna con la Venezuela del último siglo

No es un hombre de mundo sólo por haber vivido en diversos países, sino por su profunda faceta de lector. Hablar con Miguel Bonnefoy se traduce en una sucesión de referencias. De Zweig a Borges, no hay nada casual en sus reflexiones, y por tanto tampoco en sus libros. De padre chileno y madre venezolana, el autor francés publica «El sueño del jaguar» (Libros del Asteroide), obra en la que se inspira en la singular mitología de su familia materna –a los Bennefoy ya los investigó para otro volumen–, y en la que construye una apasionante historia de amor y superación –la de sus abuelos–, entrelazada con la turbulenta historia de la Venezuela del último siglo.
Su abuelo, criado en la pobreza, fue uno de los cirujanos más ilustres de su país. Su abuela, la primera médica de la región de Maracaibo. Dos historias de superación. ¿Existe hoy esa pasión por el esfuerzo?
Hoy en día sería inconcebible pensar que alguien de nuestra generación tenga aquel afán y entusiasmo por el trabajo, esa especie de fe y confianza en uno mismo. Un sociólogo o un politólogo lo explicaría mejor que yo. Mi trabajo es el de no copiar la realidad, sino expresarla. Agarrar la arcilla de una historia familiar y convertirla en algo alegórico y metafórico que pueda inspirar. También es cierto que el mundo de mis abuelos no es el mismo que el de ahora. Sería injusto exigir tener el mismo determinismo y perseverancia que se tenía en el Maracaibo de los años 20.
¿No estamos tan perdidos?
Hay un libro muy lindo de Rutger Bregman, «Utopía para realistas», que habla del mundo de hoy dando solamente buenas noticias. Los derechos de la mujer, los progresos médicos, las posibilidades de viajar, la comunicación... Sostiene que, matemáticamente, dentro de dos siglos estaremos aún mejor.
¿En qué se debe avanzar?
En Francia antes de los años 60 las mujeres no podían votar. Eso era prácticamente ayer. Hemos crecido mucho. Estoy convencido de que los dos grandes pilares del siglo XXI serán el empoderamiento y la emancipación total de la mujer. Por otro lado, el respeto a la naturaleza que poco a poco se está dando. Mis hijas tienen 5 y 3 años. Comparo las películas que veía yo en mi infancia, insultantes y humillantes para la mujer, y las que ellas ven. Y noto que aún hay mucho trabajo que hacer. Ninguna princesa anda esperando un príncipe hoy día.

¿Ha reflexionado sobre qué mundo le dejaron sus abuelos, y cuál se encontrarán sus hijas?
Cada generación tiene sus peleas. La de mis abuelos era ser el jaguar de la camada de gatos, la obligación de romper con los esquemas. Mi madre me crio así, diciéndome que tenía que ser el número uno. Eso es un peso enorme que voy a tratar de no aportarle a mis hijas. Se necesitan otros equilibrios para ser feliz. En el libro, la historia de amor de Antonio y Ana María dura cien años, aunque en la realidad se separaron cuando tenían 50. Pero al escribir decidí no ser fiel. Todas las construcciones sociales son relatos colectivos. Lo decía Mark Twain: «No sabían que era imposible, entonces lo hicieron».
Fantasear con el pasado, ¿es un bálsamo o un riesgo?
Hay un deber de memoria, o al menos yo me impuse ese desafío, de rescatar figuras de ayer y darles una segunda vida, como un renacimiento. Es cierto que no estás solo en estos asuntos. Honoré de Balzac dijo que «una novela puede ser más importante que mil manuales de historia». La ficción pasa por un sistema parabólico de metáfora que termina a veces explicando la realidad mejor que lo real. Stefan Zweig, en una biografía que hizo sobre Casanova, cuenta una escena que nunca existió, pero es tan hermosa y perfecta que los biógrafos de Casanova se referían a ella. A veces, la leyenda sobrepasa la realidad, y esa es la parte que me parece más linda como escritor, que puedo convertirme en un ser enano que se coloca sobre el hombro de un gigante para ver más lejos.
¿Y qué horizonte visualiza?
No descubro nada, pero fue interesantísimo poder navegar y nadar en las olas y la espuma de la política del siglo XX venezolana. Y del lado familiar, llegué a tener más información que mi propia madre. Es verdad que no todo es importante para una novela. Théophile Gautier decía que Flaubert, para escribir «Bouvard y Pécuchet», había leído 1.700 libros para escribir uno, que había cortado todo un bosque para construir una casita. Me ha pasado igual.
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