Literatura
«Misión en París»: El Capitán Alatriste catorce años después
Después de una larga espera, el próximo 3 de septiembre llega a las librerías la nueva aventura del espadachín. El filólogo Alberto Montaner y el historiador Àlex Claramunt cuentan qué supuso para la literatura la aparición del personaje y cuáles han sido las aportaciones que trajo a la historia y las letras españolas
Con una espada, o toledana, prendida del cinto o tachonado, una vizcaína al alcance de la mano y un coleto de cuero por lo que pueda suceder, apareció, hace ya casi treinta años, el Capitán Alatriste. Un hombre de fortuna, espadachín a sueldo, soldado de tercios, que no era el varón más honesto ni tampoco el más piadoso, pero era valiente, como reza la frase que abre sus aventuras, que llegaron a las librerías en un distante ya 1996, cuando nadie las aguardaba. Con la dura garla, o habla, de la germanía –la jerga de los delincuentes– en la lengua, y la mirada de los jaques y gentes de la carda o de la hoja, los que se ganan la vida con el filo, trajo consigo, y con sus amigos, el recuerdo de la literatura del Siglo de Oro y a los olvidados ejércitos que pelearon por aquella monarquía hispana, convirtiéndose en un éxito imprevisto y, lo más importante, en el último gran arquetipo que han aportado nuestras letras, lo más arduo de conseguir para cualquier escritor. «Es un Ulises que vuelve de Troya, un hombre desencantado, derrotado por la vida, no vencido, lo que significa que es capaz de combatir, no por grandes ideas con mayúsculas, sino por las complicidades con los viejos camaradas. Es un personaje que adquiere su talla heroica porque lucha cuando no le quedan ideales y que lo hace solo por fidelidad a él y a esos amigos. Esto es lo que lo salva del nihilismo absoluto y la inacción. Eso es lo que le da su aura y es, por supuesto, una de las claves que han hecho posible que trascienda la literatura y que se convierta en un arquetipo y entre en el panteón donde están Frankenstein, Drácula o Sherlock». Alberto Montaner, filólogo, historiador, amplio conocedor de los territorios novelísticos revertianos, remata la sentencia y asegura: «El principal mérito de la saga es que ha resucitado el género de capa y espada dentro de una logradísima ambientación histórica, pero siempre teniendo presente que no es una novela histórica. Son libros de aventuras, aunque tengan un trasfondo real reconstruido con enorme minuciosidad, como es costumbre en el autor, aunque lo que leemos son historias imaginarias, donde pueden aparecer personajes auténticos. Cuando surge Alatriste, este género había desaparecido de la literatura española y de Occidente. Estaba muerto. Él lo resucita y no lo hace como un pastiche, sino muy bien adaptado a las sensibilidades actuales y con una clara modernidad. De lo contrario no hubiera tenido ni tendría este éxito».
Àlex Claramunt es historiador y director de Desperta Ferro Historia Moderna. Cuenta que «tenía 12 o 13 años cuando leí Alatriste». «Uno de los elementos que despertaron mi pasión por la historia, y los siglos XVI y XVII, fueron estos libros. Me gustaron y me aficioné al tema. Eso fue lo que me abrió la puerta a los grandes cronistas de esa época, el mundo de los tercios y los clásicos de Julio Albi. Eso, sin duda, proviene en una buena medida de Alatriste y Pérez-Reverte». Él mismo apunta cuál ha sido, desde su punto de vista, los logros de estos volúmenes: «Alatriste es un personaje muy vinculado con la tradición española de autobiografías de soldados. Y eso lo recupera. Hay unas soldadescas de personajes reales que nos dejaron las historias de sus idas y venidas, unas más veraces y otras menos, pero todas muy idiosincráticas. En Alatriste se entrevén trazas de ellos, sobre todo de Alonso de Contreras». Para Claramunt, el personaje revertiano encarna a la perfección a estos «típicos soldados, espadachines, de origen hidalgo algunos, pero sin posibilidades económicas, que, a través de la espada, se ganaban la vida como soldados, o a lo mejor de unas formas menos nobles. Este tipo de personaje, que es anterior, va creando el estereotipo del soldado de tercios, en esa dimensión de bravucones, pendencieros... lo vemos en la Comedia del Arte; en este sentido, Alatriste pertenece a esa tradición y responde al arquetipo del soldado del Siglo de Oro y a cómo se veían a sí mismos».
Una mirada otoñal
Pero ¿qué sucedió? Después de siete entregas, todas recibidas con aplauso por parte del público, Arturo Pérez-Reverte dejó de lado a este personaje, el éxito que le había reportado y las reclamaciones insistentes de que regresara a él. Sin decir nada, sin ofrecer una explicación, lo abandonó y dejó de lado durante unos largos catorce años. ¿Por qué? El autor, siempre prudente en este punto, como en otros, eludió respuestas comprometedoras y evitó el asunto, pero una vez reconoció que necesitaba el paso del tiempo se asentara en su mirada y disponer de unos ojos más otoñales, más permeados por las vivencias y el calendario, para abordar la etapa final de Alatriste. Ese momento ha llegado y el próximo 3 de septiembre publicará «Misión en París» (Alfaguara), el regreso de su héroe más conocido, que acometerá una operación al servicio del Conde Duque de Olivares y que, en el camino, se encontrará con los tres mosqueteros. ¿Qué ocurrirá entre ellos? ¿Se batirán en duelo?
Alberto Montaner, que, reconoce, ha leído el libro, se muestra prudente como un gato delante de un balde de agua y no revela nada, ni un dato, pero sí afirma con convicción: «Se nota que han pasado estos años en cómo está escrito este libro. Cuando dejó la serie, Pérez-Reverte estaba en el apogeo como narrador, pero ahora ha afinado más sus herramientas narrativas y se nota, por ejemplo, al adjetivar y en cómo está narrada la historia. Aquí hay un guiño a los tres mosqueteros, como usted dice. Eso es algo que, al parecer, tenía en mente».
Montaner remarca no solo que «se nota una evolución de Pérez-Reverte como narrador» sino que «sin duda ninguna, esta es una de las novelas mayores de la serie. La impresión que me deja es la de una novela perfectamente ensamblada, de una gran densidad narrativa, una atmósfera bien recreada y una perfecta relación de los personajes. En todos los niveles. Es una rica, con muchas sugerencias, guiños y evocaciones que hacen recordar de dónde proviene Alatriste. Merece la pena que hayamos tenido que esperar 14 años. Cumple, con creces, las expectativas que se habían creado. Ha merecido la pena esperar para leer esto. Es uno de los libros de Alatriste que quedarán en la memoria».
Claramunt incide en una de las aportaciones que trajo consigo Alatriste. «Cuando apareció, las tendencias de historia militar iban por otros vericuetos. A nadie le interesaban los tercios. Pero ya a partir del primer libro de Alatriste, recobraron su importancia en el ámbito académico y divulgativo, sobre todo porque luego coincidió con los centenarios de Carlos V y Felipe II en 2000. Sí, esto ha sido uno de sus méritos. Es innegable. Recuperar el interés militar de la España imperial». Pero, Claramunt añade otros méritos, nada menores, como es la evocación de la figura de Quevedo, siempre entre la espada y la poesía, que caló entre los jóvenes, volver a traer a la actualidad la literatura de aquellas centurias y la recuperación de la jerga de los delincuentes del Siglo de Oro y el complejo ejercicio de ensamblarlo con nuestro lenguaje actual: «Para mí, este es uno de los grandes aciertos de la novela y uno de los puntos que aporta más verosimilitud. Muchas veces, cuando leemos novela histórica, las elecciones del habla de los personajes y el tono narrativo, desentona, pero en Alatriste no ocurre eso. Al contrario. Es una delicia. Al igual que la inclusión de una selección de poemas, algunos de época, otros de amigos suyos... eso le da un punto extra, realmente».
Historia de España y Europa
Montaner, en ese mismo sentido, comenta: «Lo que pretendía Arturo Pérez-Reverte no era dar clases de historia, sino contar unas aventuras que suscitaran interés por la historia. Ahí existe una labor de divulgación histórica, aunque entre los historiadores profesionales despierta recelo. Pero aquí la pretensión pasaba por hacer un producto literario que sirviera de vía de acceso a la literatura relacionada con esa época y con la historia de España, que, al final, también es la de Europa, porque con Alatriste hemos estado en Flandes, en galeones de las Indias, el norte de África, Italia y, ahora, en Francia. Ese componente de llamar la atención es formativo, porque incita la curiosidad intelectual, abre la mente a otros espacios, empezando por nuestro pasado más afín. Creo que sí es verdad que Arturo Pérez-Reverte ha modelado y ha construido la percepción de la historia en este sentido». Pero Montaner aprovecha para puntualizar un tema: «Los que busquen una defensa o una condena de ciertos valores en estos libros se equivocan de pleno. Tanto los que ven a Alatriste como una exaltación de las gestas imperiales como aquellos que lo interpretan como una crítica a esos hechos se equivocan. Lo único que demuestran esas voces es que entienden mal a este personaje que, en realidad, no cree en muchos ideales y que es un intento de recuperar las grandes novelas de aventuras».