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Publican el debut de Francisco Umbral: el latido de León

Se publica una novela inédita de Francisco Umbral, “Días sin escuela”, que data de 1965, que fue la ópera prima del escritor.
El escritor y periodista Francisco Umbral, MADRID 2014
El escritor y periodista Francisco Umbral, MADRID 2014 ALBERTO SCHOMMERVEGAP

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Una vez le preguntaron al premio Cervantes 1976, Jorge Guillén, si leía algo de la literatura española de su tiempo –él que tantos años había permanecido exiliado–, o si le había llamado la atención algún escritor castellano en especial. Entonces, el poeta de Valladolid mencionó a un joven Francisco Umbral, que aunque nacido en Madrid había pasado su infancia y adolescencia en tierras vallisoletanas. Aquel Umbral supo llevar a la literatura la biografía propia y colectiva, fundiendo el género memorialista con lo novelesco, hasta reflejar las experiencias y los hábitos de la sociedad española, desde la posguerra hasta que le llegó la muerte, en Madrid, en el año 2007.
Sus inicios literarios estuvieron cerca de cierto realismo crítico con obras como «Balada de gamberros» (1965) y «Travesía de Madrid» (1966), recreaciones de su mundo infantil y adolescente provinciano, de corte autobiográfico, así como de sus años juveniles en la capital. Y justamente se ha hecho un gran hallazgo a este respecto, pues el Instituto Leonés de Cultura de la Diputación Provincial de León acaba de publicar “Días sin escuela”, un texto que había permanecido seis décadas olvidado pero que en su día le valió al que nació, en 1932, con el nombre de Francisco Alejandro Pérez Martínez, que por entonces tenía treinta y tres 33 años, el IX Certamen de novela corta Provincia de León 1965, concebido con motivo del V Día de las Comarcas Leonesas, y que estaba dotado con 10.000 pesetas.
Y ciertamente, como dice Emilio Gancedo, coordinador de dicho Instituto: “De este libro, absolutamente leonés por lo que respecta a personajes y ambientes, hay que destacar ante todo su alta calidad literaria y el hecho de que, en él, Francisco Umbral anticipa tanto su particular estética como su inconfundible estilo, casi con toda la brillantez de etapas posteriores en su carrera profesional”. En concreto, lo que desarrolló Umbral en “Días sin escuelas” –título suficientemente explícito en referencia al mundo infantil– fue una historia en la que los niños son los protagonistas de la tierra leonesa, la misma en la que un friolero Umbral se habituó a vestir sus famosas bufandas que el lector o el espectador de sus apariciones televisivas se acostumbró a verle utilizar.
Es en el campo leonés donde da inicio la novela, la cual nos lleva a una España que aún sufre las secuelas de la guerra; y sin embargo, los chavales viven en otro mundo ajeno a las miserias de los adultos: el de la imaginación, los juegos, el disfrute instantáneo del presente. “Lo que deseo decir es que yo tenía una espada de madera y quizá aquella fue la última espada del Reino de León. Habíamos llegado a la ciudad en una tarde de calor, en un tren de tercera, por la llanura castellana, hasta que las orillas del paisaje fueron poniéndose verdes, al llegar a la provincia. Cerca ya de la capital, había chopos y álamos en inesperadas formaciones, afilados, cortando la rica brisa del verano en largas rebanadas que entraban por las ventanillas del tren y nos daban en la cara y en el flequillo al otro chico y a mí”.
Así arranca la novela, que fue descubierta por Alfonso García, director del Instituto Leonés de Cultura entre 2000 y 2004. Él mismo aporta un prólogo a la edición, que además se añade a las ilustraciones de Avelino Fierro, que hacen referencia a diversos lugares de la ciudad importantes para Umbral, más un epílogo de Gancedo. Este realiza un repaso de la biografía del autor, en especial de su etapa leonesa, en que colaboró con medios como la emisora La Voz de León y los periódicos “Proa” y “El Diario de León”. Procedía del Valladolid donde Miguel Delibes contó con él para “El Norte de Castilla” y, tras su fase leonesa, se instalaría en Madrid, en 1961. Y justamente en el Ateneo madrileño se presentó ayer esta gran novedad, con la intervención del escritor y periodista Ángel Antonio Herrera y el poeta y profesor Jorge Urrutia.
El lector podrá comprobar, conociendo esta prosa de un escritor que acabaría publicando más de cien libros y unos cincuenta mil artículos, lo que advierte Gancedo en el epílogo a “Días sin escuela”: “En todo momento parece latir en él una música especial, una armonía, una cadencia tan inseparable de sus obras como lo son la personalidad o el tono de voz de un ser humano concreto”. Y ese en efecto fue su primera huella literaria, pues en su narrativa también hubo sitio para lo lírico y emotivo, con historias que ya no lo son tanto por su falta de trama, por retratar el sentimiento de un tiempo personal; sobre todo, «Mortal y rosa» (1975), la obra que nació a raíz de la muerte de su hijo: «el poema en prosa de mi vida», en palabras del propio Umbral.