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Anti-censura
Vonnegut contra la prohibición de libros
Estados Unidos ha censurado más de 10.000 libros, algunos como «El guardián entre el centeno», «El color púrpura» y «Frankenstein». La fundación del autor de «Matadero Cinco» (también prohibido) lucha contra esta ola de censuras que es un ataque directo a la democracia y que barre el país de un extremo a otro

En vida, el inclasificable escritor estadounidense Kurt Vonnegut fue un activista por los derechos civiles y la libertad de expresión. Hoy, el centro que recuerda su obra y memoria de luchador incansable sigue enarbolando su bandera contra la prohibición de libros en Estados Unidos que, desde 2023, ha censurado más de 10.000 títulos. «Esos son algunos de los que están perseguidos. Hay muchos clásicos, ¿sabes?», explica Claire, una de las responsables del museo y centro artístico, mientras señala con el dedo hacia unas estanterías y un grandilocuente mueble de aspecto modernista lleno de obras literarias como «El Señor de los Anillos», «El color púrpura», «El guardián entre el centeno» o «Frankenstein», entre muchos otros.
«¿Hemos vuelto a los años 50?», se queja, haciendo referencia al macartismo y la caza de brujas contra la izquierda estadounidense. «En algunos lugares han prohibido “Matadero Cinco”. Increíble», dice sobre la obra cumbre de Vonnegut. «Fue muy polémico cuando salió por primera vez, en 1969, por el contexto de la guerra del Vietnam. ¿Pero, ahora, por qué? No tiene sentido», añade. Precisamente, la falta de sentido vital es una burla constante en la obra del escritor. Especialmente en el libro «Madre Noche», una novela todavía de rabiosa actualidad, especialmente en la era trumpiana, aunque mayormente olvidada. «Somos lo que pretendemos ser, por eso debemos tener cuidado con lo que pretendemos ser», escribía. Solo esa cita podría ser un libro entero.
Vonnegut forma parte de una larga lista de autores considerados como perjudiciales para la juventud estadounidense. «Durante el ciclo escolar de 2023‑2024 se registraron prohibiciones en escuelas públicas de 29 estados y 220 distritos. Y en 2021 se contabilizaron casi 16.000 casos en 43 estados y 415 distritos», según la organización PEN América. Florida lideró el ranking con 4.561 prohibiciones, seguida de Iowa con 3.671. En Texas, con 538, incluso se debatió una ley que proponía penas de hasta 10 años de prisión para los docentes y bibliotecarios que recomendasen obras con contenido sexual explícito.
Por su parte, el año pasado la American Library Association documentó «2.452 títulos censurados, junto con 821 exigencias de retirar textos en diversas bibliotecas» de Kentucky, Pennsylvania, Missouri, Tennessee, Utah y las Carolinas. En uno de sus últimas obras, «A Man Without a Country», publicada en 2005 y que, todavía, incomprensiblemente, no tiene traducción al castellano, Vonnegut escribió: «Hablando de quemar libros, quiero felicitar a los bibliotecarios, que no son famosos por su fuerza física, quienes, en todo el país, se han resistido con firmeza a los abusadores antidemocráticos que han intentado retirar ciertos libros de sus estanterías, o han destruido registros en lugar de tener que revelar a la policía del pensamiento los nombres de quienes los han sacado. El Estados Unidos que amé aún existe en las recepciones de nuestras bibliotecas públicas». Esta es una idea que no solo persiste en su museo, sino que ha florecido. El centro es uno de los más activos en la lucha contra la intransigencia literaria. El espacio se encuentra en uno de los edificios de ladrillo más grandes y viejos de Indianápolis. Está pintado en parte y reluce como una joya con sus colores vivos, citas literarias y grafitis en las paredes. En el interior no solo se encuentra el centro del mundo Vonnegut con una de sus máquinas de escribir, documentos y efectos personales, así como una librería pública, sino que cuenta con una actividad constante para continuar con la labor libertaria del escritor.
Los motivos de la censura, que empezó mucho antes de la era Donald Trump, frecuentemente apuntan a los libros con temática LGBTQ+, personas de color, violencia o con una perspectiva histórica diferente a la aceptada. Hay algunos censores como el activista Bruce Friedman de la organización «No Left Turn in Education» (En la educación no se va a la izquierda) que incluso se jactan de haber compilado una lista de más de 3.600 libros que quiere prohibir en el condado de Clay, en Florida. En algunos estados, como en Carolina del Norte, la censura ha sido camuflada con la aprobación de un proyecto de ley para que comités mixtos formados por padres y personal escolar revisen los libros. Algo que puede promover la censura bajo la apariencia de participación comunitaria en comunidades donde la extrema derecha campa a sus anchas.
Mientras, algunos estados han blindado su libertad de expresión con una legislación progresista. California, Illinois o Maryland están implementando leyes que prohíben la censura escolar, e incluso han creado redes de «santuarios de libros» para resguardar títulos amenazados. En el museo Vonnegut hacen los mismo. «Si alguien nos escribe, desde el estado que sea, para pedir un libro en concreto que está prohibido se lo buscamos y mandamos gratis y bien envuelto», explica Claire. «No somos la única organización que lo hace. Sobre todo, mandamos versiones de bolsillo de “Matadero Cinco”», añade indicando una caja llena de ejemplares a sus espaldas. En América, la ignorancia contra la lectura se combate en los juzgados, donde algunos jueces federales siguen primando la libertad de expresión. Uno bloqueó la aplicación de la ley de Iowa conocida como Senate Files 496, que prohibía libros con representación LGBTQ+ o actos sexuales. La decisión enfatizó que la ley violaba la Primera Enmienda, que garantiza la libertad de expresión, religión y asamblea. Y en Arkansas, la ley Act 372, que criminalizaba la distribución de «materiales dañinos» a menores, fue declarada inconstitucional en diciembre de 2024. Sin embargo, el rol del nuevo gobierno federal republicano se ha convertido en un escollo para la lectura libre. El Departamento de Educación ha sido uno de los primeros objetivos de la Administración Trump que, pese a las evidencias presentadas por PEN America, califica los casos de censura de ser un engaño. «Nosotros refutamos esa retórica. Seguiremos concienciando y defendiendo la libertad de lectura de los estudiantes», aseguró Kasey Meehan, directora del movimiento Freedom to Read del PEN America. «La queja de una persona no debería determinar lo que cada niño es capaz de leer y aprender», subrayó en una carta a los estadounidenses. Y organizaciones como la American Library Association han puesto el grito en el cielo. «Instamos a todos los centros a desafiar la censura en el cumplimiento de su responsabilidad de proporcionar información».´
Una cruzada contra la libertad
El propio Congreso expresó su «preocupación» en la resolución 733 del 27 de septiembre de 2023. El documento considera que «la mayoría de los votantes estadounidenses se opone a la prohibición de libros», e insta a «los educadores a enseñar sobre el movimiento por los derechos civiles, las experiencias de los nativos americanos, los africanos esclavizados, los inmigrantes que enfrentan discriminación y los efectos persistentes del racismo». Además, se hace eco de las palabras de Meehan e indica: «Los libros no requieren que los lectores estén de acuerdo con temas, tópicos o puntos de vista, sino que les permiten explorar y comprometerse con diferentes perspectivas para formar e informar sus propios puntos de vista». Entre 2021 y 2025, la caza de brujas contra autores clásicos fue en aumento. George Orwell fue prohibido temporalmente en diversos centros educativos de Iowa porque consideraban que «1984» o «Rebelión en la granja» contienen material sexual implícito, lenguaje inapropiado y una supuesta agenda política. Un juez bloqueó la norma en marzo de 2025. Sin embargo, en el mismo estado, el «Ulysses» de Joyce sigue prohibido en diversas escuelas por sus «descripciones sexuales y lenguaje explícito». Mark Twain, el padre de la literatura estadounidense, está en el punto de mira. «Las aventuras de Huckleberry Finn» y «Tom Sawyer» han sido censurados o modificados por el uso del lenguaje racista de la época y por encumbrar estereotipos raciales. Esas modificaciones son como si a un turista le diera por esculpir su versión del David de Miguel Ángel sobre el original. La cruzada contra las palabras afecta al gran John Steinbeck. «De ratones y hombres», «Las uvas de la ira» y «Al este del Edén» están prohibidos o restringidos en Idaho, Carolina del Sur y Texas alegando el uso de lenguaje vulgar, referencias sexuales y críticas al sistema económico.
Incluso «El gran Gatsby», de F. Scott Fitzgerald, ha sido motivo de restricciones puntuales en Florida y Carolina del Norte por sus presuntas referencias al adulterio. Margaret Atwood, famosa por su «Cuento de la criada», ha visto su obra cumbre retirada en múltiples distritos de Texas y Utah por tratar «temas inapropiados sobre género». Atwood protestó contra la censura en el país con la venta de diversas ediciones a prueba de fuego, literalmente. No se salva ni Shakespeare. «Romeo y Julieta», «Macbeth», «Hamlet», «Otelo» han sido motivo de controversia en centros escolares por su contenido sexual y violencia. La problemática de la prohibición de libros en EE UU se enfrenta ahora a un contexto político adverso. No obstante, la batalla clave por la libertad intelectual, el pluralismo y la educación inclusiva seguirá. Con la nueva Administración la tensión entre el control ideológico y el acceso democrático a distintas visiones del mundo irá en aumento. Mientras, a los censores, cabría recordarles las palabras de Bradbury, autor de «Fahrenheit 451», el libro por antonomasia sobre la destrucción de la cultura: «Demasiadas personas temían a su propia sombra; existía la amenaza de quemar libros… Quería escribir una especie de historia donde pudiera comentar qué le sucedería a un país donde todo pensamiento se detuviera…». El resultado: el fin de la razón y la verdad.
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