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Literatura

Lesbianismo, delación y maternidad: así es la versión feminista de "1984" de George Orwell

La escritora Sandra Newman publica "Julia", la revisitación del mundo orwelliano a través de la novia del protagonista original. Una mirada feminista sobre el totalitarismo donde Julia no es una heroína, sino otra víctima más, traidora y despreciable, como Winston

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La literatura distópica moderna comienza con la Revolución rusa y la instauración de la URSS como estado totalitario. En esta utopía leninista se inspiró Yevgueni Zamiatin para el primer libro distópico «Nosotros» (1921), modelo de las dos obras inglesas más influyentes del género: «Un mundo feliz» (1932) de Aldous Huxley y «1984» (1949) de George Orwell. Estas tres novelas futurista contienen los elementos de la utopía negativa: una sociedad futura en la que se ha establecido un estado policial que reprime las libertades y utiliza los nuevos avances científicos y tecnológicos para esclavizar a la humanidad.

Siguiendo a «Nosotros», Orwell dibuja en «1984» un retrato oscuro y desencantado del totalitarismo marxista-leninista que había conocido por su pertenencia al socialismo inglés y su experiencia en la Guerra Civil española, de la que volvió desencantado. En ella se encuentran nuevos elementos que conformarán las novelas distópicas posteriores: la guerra total y el apocalipsis nuclear, elementos esenciales de las novelas poscatastrofistas.

Uno de los elementos esenciales de estas tres novelas es el control absoluto del pensamiento de los ciudadanos. Pero la novedad de «1984» es que además del dominio del individuo se busca su aniquilación mental. La figura del Gran Hermano panóptico, que observa y escucha hasta en la intimidad mediante telepantallas y una policía del pensamiento que pretende erradicar el pensamiento mediante la neolengua, el doblepensar y una continua reescritura del pasado para controlar la realidad. «Nada era del individuo —piensa el protagonista de «1984»— a no ser unos cuantos centímetros cúbicos de su cráneo». Lo que Winston acaba descubriendo es que la policía del pensamiento logrará extraerle hasta esos pocos centímetros mediante la tortura y la sumisión al Partido.

Coincidiendo con la efemérides del 75 aniversario de la primera edición en inglés de «1984», la novelista Sandra Newman ha escrito «Julia», una revisitación del mundo orwelliano desde el punto de vista de Julia, la novia del protagonista Winston Smith. Es una idea original para redescubrir con la mirada femenina de Julia ese angustioso mundo totalitario inspirado en el comunismo soviético.

La narración de Julia comienza con la descripción del camarada Smith con dos pinceladas venenosas: tenía «ese aire remilgado y sombrío de superioridad viejopensar». Ese Viejo Triste «era menudo y de tez blanca. Atractivo, o podría haberlo sido sino hubiese tenido siempre aquella cara de amargura. Nunca se le veía sonreír, salvo por la falsa mueca de amargura». Y prosigue con una narración en primera persona, opuesta a la tercera persona del relato de Orwell, desde una perspectiva feminista nada ortodoxa: Julia no es una heroína, sino otra víctima más, un ser cobarde, traidor y tan despreciable como Winston Smith.

En el prólogo de esta edición conmemorativa, Margaret Atwood destaca la idea de que «Mientras que «Rebelión en la granja» retrata la transición entre un movimiento idealista de liberación y una dictadura totalitaria encabezada por un tirano despótico, «1984» cuenta la experiencia de estar viviendo ya bajo un sistema así». El retrato de Winston como un traidor desde niño, incapaz de tener compasión por su madre y hermana, lo completa Sandra Newman con la psicología aberrante de Julia, capaz de jactarse de haber delatado a su misma madre y permanecer en esa idiocia típica de un ser incapaz de comprometerse con nadie y traicionar a su amante, como en el original de Orwell.

Dos de las novedades de «Julia» es el amor lésbico de Julia por Vicky, similar al de Winston, y a quien traicionará también de forma inmisericorde. La otra es su embarazo, al ser obligada por O´Brien a prostituirse para desenmascarar traidores al Partido a cambio de impunidad. Dócil y maleable, Julia siente «un apetito sin límites por el delito». En ese cuartito clandestino alquilado al insidioso Weeks, donde recibe a Smith y a sus otros amantes, Julia descubre que «le gustaba incitar a los hombres a todo tipo de obscenidades, y encontraba justa cualquier calumnia al Partido». Julia los incita a descubrirse como traidores y criminales del pensamiento.

En la tercera parte, al notar la pérdida de la regla, Julia acude al Programa de Selección de Padres de Insemart, para acogerse a las ventajas de una concepción virginal. Es lógico constatar en este punto la influencia de la distopía teocrática «El cuento de la criada» (1982), de Margaret Atwood, cuyo nudo es la esterilidad de la élite dominante, necesitada de las criadas fértiles para reproducirse. En «Julia», en cambio, es el programa nazi del Gran Futuro: «Con el Gran Futuro serás una verdadera novia del ingesoc (Ingeniería Social), uno de los receptáculos puros de una raza superior…», «dar a luz a un hijo del Gran Hermano».

Ambas concepciones están contenidas en «Nosotros», «Un mundo feliz» y en «1984»: «La única finalidad admitida en el matrimonio era engendrar hijos en beneficio del Partido». La relación sexual era como un enema, los hijos debían ser engendrados por inseminación artificial (Insemart) y educados en instituciones públicas. Estos ecos de la ingeniería social llegan hasta «los hijos no perteneces a los padres» de la socialista Isabel Celaá.

Julia es un personaje menos atormentado que Winston Smith porque carece de conciencia social. Busca el placer sexual y hasta el sentimiento amoroso acaba aburriéndole tanto como sus amantes, exceptuado un idealizado amor lésbico. La autora nos ahorra repetir la interminable, confusa y muy aburrida lectura de parte del libro de Goldstein, y se centra más en las relaciones entre las mujeres del dormitorio común y una intriga añadida con O´Brien, que duplica la traición de Julia a Winston y a sí misma, pues «nadie escapaba a la vigilancia ni dejaba de confesar».

Lo que sí mantiene es la reflexión del doblepensar, pues además de la figura del Gran Hermano, «la mentira es la verdad» y el borrado mediante la reescritura insistente del pasado tales elementos siguen como esenciales del totalitarismo colectivista que narra Orwell en «1984».

En cierto modo, Julia es un personaje privilegiado de la novela de Orwell. Un complemento desesperanzado y fútil que perpetra la última traición a Winston y a sí misma:

—Te traicioné —le dijo sin más.

—Yo te traicioné a ti —respondió él enseguida con soltura.

«Aquello le sentó como un bofetón, Julia volvió a ver la nueva fealdad de su examante: el semblante embotado por la ginebra, poseído por una imbecilidad triste y perenne (…) Le costaba creer que alguna vez lo hubiese deseado.»

Al final, variando sustancialmente la novela de Orwell, Sandra Newman se atreve a continuar el relato más allá del doloroso final de la renuncia a la humanidad de Winston, que acepta que el estado perfecto en un mundo totalitario es la anomia. La decepción de Julia es similar a la de Dorothy en «El mago de Oz« (1900).

LAS LECCIONES VIGENTES DE ORWELL

El Gran Hermano de «1984» se rige por unos principios contradictorios para dominar a las personas. Gran parte de estas consignas las extrajo Orwell de su conocimiento del comunismo, especialmente de la implantación práctica del marxismo-leninismo en la URSS. Otras surgieron de la reflexión sobre el socialismo real y la consulta de dos ensayos de James Burnham: «La lucha por el mundo» y «El heredero de Lenin». Las sentencias sobre el doblepensar guardan una curiosa pervivencia en el socio-comunismo posmoderno, en especial «la mentira es la verdad» que ha reverdecido con Pedro Sánchez. Estas son algunas frases:

–«Doblepensar significa el poder, la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente».

–«Decir mentiras a la vez que se cree sinceramente en ellas».

–«Negar la existencia de la realidad objetiva sin dejar ni un momento de saber que existe esa realidad que se niega».

–«Si uno ha de gobernar, y seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad».

–«El que controla el pasado controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado».

CINCO NOVELAS DISTÓPICAS

«Nosotros» (1924) de Yevgueni Zamiatin: Bajo un férreo control estatal, con ausencias de libertades, las personas son números que viven alienados en un mundo futuro comunista bajo la tutela de El Benefactor. Los «mefis», un grupo de insumisos rebeldes, sabotean al Estado Único en la clandestinidad.

«Un mundo feliz» (1932), de Aldous Huxley: En un mundo condicionado desde la concepción, son clasificados socialmente según sus aptitudes. Los disidentes son enviados a una isla donde pueden desarrollar un pensamiento crítico.

«1984» (1949), de George Orwell: En un mundo dominado por el Partido Único, la disidencia, incluso mental, es castigada con la «vaporización» del individuo. El Gran Hermano controla, mediante el doblepensar y la continua reescritura del pasado.

«Fahrenheit 451» (1953), de Ray Bradbury: Un bombero que quema libros se une a un grupo de resistencia que trata de salvaguardar el conocimiento memorizando libros.

«El cuento de la Criada» (1985), de Margaret Atwood: Distopía feminista en donde las mujeres capaces de procrear son meros útiles para que se perpetúe la estéril élite dominante. La sexualidad y la libertad está reprimida por una teocracia puritana.