Louis de Saint-Just, el «arcangel del terror» más bello de 1789
Formó parte del Comité de Salud Pública y fue responsable de la Ley de Sospechosos, que condujo a la cárcel a 500.000 franceses
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Recuerdo a una profesora de Historia que, tras enumerar los crímenes de Saint-Just, dijo «¡Pero era tan guapo!». Son esas cosas que se quedan grabadas en la mente del estudiante y que ahora, cada vez que veo al llamado «Arcángel del Terror» me viene esa frase a la mente. Y es que hubo una época, allá por 1970, cuando se formó mi profesora, en la que se endiosó a aquellos personajes. La sangre de otros formaba parte imprescindible de la revolución, como un mal necesario aunque alguno, como decía el Che a su padre, le acababa por coger el gusto a eso de apretar el gatillo.
Louis de Saint-Just, el citado «árcangel», nació en 1767, en Decize (Nièvre) en una familia burguesa de provincias. Su padre era militar. Casi diez años después se trasladaron a Aisne, en Picardía, para recibir una herencia. En 1777 quedó huérfano de padre y comenzó a estudiar en un colegio religioso en Soissons.
No asimiló buenos valores, porque en 1787, ya licenciado en Derecho, volvió a la casa familiar y robó todo lo que pudo para marchar a París. Se cuenta que, despechado por Thérèse Gellé, a quien su padre había casado, enfureció y decidió marcharse a París. Su madre lo denunció a la justicia por robo. Fue detenido en la capital francesa. Ya no le quedaba dinero porque se lo había gastado en los burdeles y en el juego. Ingresó en una correccional y escribió un poema político-erótico, «L’Organt», publicado en 1789. Tras esto marchó a París y se encontró con la Revolución. Fascinado, volvió a su pueblo, e ingresó en la Guardia Nacional.
El 14 de julio de 1790 Saint-Just fue en representación del departamento de Blérancourt a la gran fiesta de las federaciones que se celebró en el Campo de Marte en París. Quería hacer carrera política, por lo que escribió cartas muy aduladoras a Robespierre y Desmoulins. En ese tiempo escribió «El espíritu de la Revolución y de la Constitución de Francia», partidario todavía de una monarquía constitucional.
En 1792 fue elegido diputado para la Convención Nacional. Allí se sentó junto a la Montaña. Comenzó entonces su relación con Robespierre. En la cámara dijo que Luis XVI debía ser ejecutado sin juicio, con aquello de: «No se puede reinar inocentemente» porque «todo rey es un rebelde y un usurpador».
En junio de 1793 fue elegido para formar parte del Comité de Salud Pública. A partir de entonces se dedicó a redactar un proyecto constitucional jacobino para Francia, opuesto a la propuesta girondina de Condorcet. Con la aprobación de la Constitución del Año I (1793), se dedicó a ejercer el Terror contra sus enemigos. Fue crucial en las acusaciones contra los girondinos, los hebertistas y los dantonistas gracias a la Ley de Sospechosos, obra suya, que llevó a la cárcel a 500.000 franceses.
Saint-Just fue el acusador en el juicio a los 21 girondinos que fueron guillotinados en octubre de 1793. Se caracterizó por inventar conjuras que apoyaran su sed de sangre. Acusó a Danton de traidor, y lo llevó a la guillotina junto a Desmoulins y otras 13 personas en abril de 1794. Su idea era matar no para defender la libertad, sino la Revolución, y la Revolución eran ellos, el Comité de Salud Pública.
Esa dictadura sangrienta fue ejercida por una especie de triunvirato junto a Robespierre y Couthon. El terror era inseparable de su concepción del gobierno revolucionario, de su plan de defensa del país y de sus propuestas en materia de subsistencia. En la guerra tuvo un papel relevante en las misiones del Ejército del Rin y del Ejército del Norte. Contribuyó a la victoria de las tropas francesas sobre las potencias aliadas. Lo más significativo fue la liberación de Landau y la batalla de Fleurus. Mientras, Saint-Just escribió su obra más notable: «Fragmentos de instituciones republicanas», publicada póstumamente, donde desgrana su ingeniería social. Llegó a escribir que «Los niños pertenecen a su madre hasta los cinco años, si ésta les ha criado; después, y hasta su muerte, pertenecen a la República». Aquello no podía durar. El 9 termidor se inició una rebelión para acabar con el Terror. Saint-Just intentó conciliar posturas con un discurso, pero fue inútil. Al estallar la guerra en las calles de París se escondió junto a Robespierre y Couthon. Planearon acabar con la Convención pero fueron detenidos. La victoria de los termidorianos acabó con Saint-Just ante el patíbulo. Fue ejecutado el 10 termidor del año II, el 28 de julio de 1794, un mes antes de que cumpliera los 27 años.