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Pintura

Lucien Freud vale 475 euros

Será posible acercarse a los autorretratos del pintor a través de una exposición en la Royal Academy de Londres, un aperitivo de la posterior que celebrará el centenario de su nacimiento y que viajará por todo el mundo

Lucien Freud, en su estudio, siempre lleno de pinceles
Lucien Freud, en su estudio, siempre lleno de pinceleslarazon

Será posible acercarse a los autorretratos del pintor a través de una exposición en la Royal Academy de Londres, un aperitivo de la posterior que celebrará el centenario de su nacimiento y que viajará por todo el mundo.

En la longeva vida de Lucian Freud, el pintor que tienen en la imagen, cupo casi todo. Arte, sobre todo, y una vida extraordinaria que se puede comparar con la de muy pocos artistas. No le marcó tanto su apellido como el tener que abandonar su país de nacimiento rumbo a Londres para huir del regimen nazi. Fiero y pueril (esto con bastante menos intensidad) al mismo tiempo. Malencarado, con el cabello en un permanente estado de insumisión, el pellejo colgando y la ira a flor de labio, su obra es tan desgarrada como un pingajo de carne (nada que ver con esa pieza de vaca abierta en rojos matizados que pintara Rembrandt), hiriente a la vista a veces, desorbitada la mayoría. Tan excesiva. Y carísima.

Pero el titular de este comentario no es engañoso: frente a las ingentes cantidades de dólares que alcanzan sus cuadros, puede tener en sus manos la obra de uno de los más grandes creadores de los siglos XX y XXI, la monografía más completa que ve la luz sobre el pintor, que da para dos lujosos volúmenes y que contiene casi 500 ilustraciones que revelan su manera de trabajar y cómo se desarrolló su vida a lo largo de más de nueve décadas. A ello contribuye David Dawson, ayudante que vivió con él hasta su muerte, modelo frecuente en sus obras (al menos en ocho ocasiones) y una de las personas que más cerca estuvo de él y mejor le conoció, si exceptuamos a un colega de profesión, Francis Bacon, tan amigo como enemigo íntimo con el correr del tiempo, tan queridos mutuamente como detestados entre sí (Freud tildaba en sus años de odio furibundo las creaciones de Bacon como «ghastly», espantosas).

Ellos, que se retrataron para la posteridad sin aditivos, con ese instinto carnal que marcó los trabajos de ambos a su manera, que nunca fue amable en ninguno de los dos casos, acabaron vendiendo sus obras por millones de dólares y dándose la espalda artísticamente cuando lo habían sido todo. Basta mirar el retrato, bellísimo, que Freud realizó a Bacon en 1952, un cuadro pequeño que fue robado en 1988 de un museo alemán, descolgado sin el menor problema, quizá despistado bajo una americana, y que aun hoy busca la Interpol. El 12 de septiembre el libro estará a la venta editado por Phaidon y podremos conocer algo más del universo íntimo y desquiciado del artista a través, por ejemplo, de cartas privadas o apreciar los trazos de su última obra, inacabada. Posible será también acercarse a sus autorretratos a través de una exposición en la Royal Academy de Londres, un aperitivo de la posterior que celebrará el centenario de su nacimiento y que viajará por todo el mundo. ¿No creen que merece la pena el desembolso?