Luis García Montero: «El lenguaje es patrimonio de la gente»
El escritor preside en Orihuela el primer encuentro de institutos que se celebra una vez al año. Acaba de aterrizar en el cargo y pide un poco de tiempo. Defiende en esta entrevista que se emplee «ciudadanía» en lugar de «ciudadanos o ciudadanas» en la Constitución.
Creada:
Última actualización:
El escritor preside en Orihuela el primer encuentro de institutos que se celebra una vez al año. Acaba de aterrizar en el cargo y pide un poco de tiempo. Defiende en esta entrevista que se emplee «ciudadanía» en lugar de «ciudadanos o ciudadanas» en la Constitución.
Era la puesta de largo de Luis García Montero (Granada, 1958), su primera comparecencia tras ser nombrado el pasado jueves, y ratificado en Consejo de Ministros un día después, como director del Instituto Cervantes. Le esperaba Orihuela, en Alicante, que dice que le trae recuerdos de Azorín, de Gabriel Miró, de Miguel Hernández (la multitudinaria reunión se produce precisamente en la ciudad de nacimiento de éste), autores importantes para el poeta. Frente a los directores de los diferentes centros repartidos por el mundo, sesenta en total, disertó sobre sus retos y de la tarea que tiene frente a sí. Después de su exposición habló con LA RAZÓN de su llegada, sus planes y de temas tan de actualidad como el proyecto de modificación de la Constitución española para integrar el lenguaje inclusivo o la exhumación de Franco. Cuenta que recibió la llamada del presidente del Gobierno, así como de la vicepresidenta Carmen Calvo. «Y fue una sorpresa. Les pedí tiempo para hablarlo con la familia y me lo dieron. Es un honor estar al frente de esta institución. Después ya me puse en contacto con la ministra de Educación y con los de Cultura y Deporte y Exteriores. No puedo sentirme más agradecido por la petición», asegura.
–¿Y qué reto se marca como primero en su hoja de ruta?
–Trabajar con absoluta transparencia es lo que les he pedido. Es necesaria la independencia de una institución que es un espacio del Estado que debe estar alejado de cualquier sectarismo partidista.
–¿Eso quiere decir que las gestiones anteriores sí lo estaban?
–Me refiero a que está, por ejemplo, muy reciente el caso de RTVE. Hablo de nombramientos en los que han funcionado las relaciones personales y de amistad.
–¿Y uno de sus objetivos es que no sea así?
–He mantenido una reunión con el secretario de Estado de Cooperación, de quien depende la gestión del Cervantes, y me ha dado total libertad.
–Cada director trae una lista de nuevos cargos, de relevos, la cartera. ¿Cuándo hará sus cambios, los nombramientos de nuevos responsables?
–En los directores de los Cervantes busco a gente de la casa, que tenga experiencia de gestión. Sí se van a producir cambios de equipo, pero te aseguro que van a ser los menos posibles. Yo creo que se está bastante más cómodo trabajando con la gente que lo ha estado gestionando y conoce el funcionamiento que empezar con una política de cesar a diestro y siniestro.
–Necesitará su tiempo.
–En la inauguración he dicho precisamente que comprendan que he sido nombrado ayer y que aterrizo con voluntad de tomar decisiones, de escuchar, de conocer cómo es la casa por dentro. Vivimos en un mundo muy precipitado. Siempre, cuando hablo de esto, me acuerdo de una frase que decía Eugenio d’Ors: «En un mundo que va de cabeza se acaba pensando con los pies». Las redes hoy permiten, lo sabemos todos, que se hable de cualquier asunto y se digan verdaderos disparates amparándose en el anonimato. Lo que quiero es hablar con sentido y responsabilizándome de lo que hago. He pedido tiempo para no precipitarme y tomar un nuevo rumbo.
–Dentro de ese rumbo que acomete ha hablado de dar un nuevo impulso a las lengua cooficiales de Estado.
–Cuando me ofrecieron el cargo pedí tiempo para leerme los estatutos del Cervantes. No profeso la menor simpatía hacia aquellos que se creen con derecho a saltarse la ley a la torera y por eso lo hice. En su articulado se habla precisamente de la defensa y el diálogo con las diferentes lenguas de la nación, lo cual me parece muy sensato. Intentaré estar a la altura. Y es algo que me consta que lleva haciéndose, el diálogo con las diferentes culturas.
–Hace año y medio Juan Manuel Bonet comentaba a este periódico en una entrevista su voluntad de diálogo precisamente con el Instituto Ramon Llull. Imagino que es uno de los temas que tendrá anotados.
–Me consta esa voluntad por parte de mi antecesor y sé que hubo una primera reunión. El domingo me escribió precisamente Manuel Forcano, que es su director. Tenemos que hablar y ver de qué manera se pueden cumplir los estatutos para ver el modo de defender las diferentes culturas del Estado español, todas. La historia de nuestras letras no tiene sentido sin una autora tan importante como lo fue Rosalía de Castro, por ejemplo, o Salvador Espriu y Joan Margarit, autores que admiro y con los que me he formado.
–¿Y qué problemas tiene sobre la mesa?
–Los números y el dinero, por lo que me cuentan, hay que consolidar las posibilidades económicas al nivel actual de financiación, conseguir equilibrar el presupuesto de nuestro Cervantes con el de otros centros de referencia como son el Goethe Institute o el British Council, aunque ellos manejen unas cantidades bastante superiores. Me dirán que soy un demagogo, pero pienso en lo que se invierte en ellos, en el papel que representan para la cultura de un país. Se trata de instituciones tremendamente consolidadas y con una larga trayectoria. Todo lo que sea conseguir apoyo financiero, que me parece que es lo más poético que puede existir, los números, como siempre he dicho, bienvenido sea. En cuanto a abrir nuevos centros donde el español tiene mucha importancia también me parece fundamental, pero sin olvidar consolidar lo que hay, lo que tenemos que me parece más importante que nuevas aperturas. Miro también el apoyo a los filólogos y el diálogo con el exterior, la mirada a Iberoamérica. Una de mis frases es que «la poesía es la capital de un idioma sin centros». Y a ella me remito.
–¿Qué le parece la iniciativa que le ha encargado el Gobierno a la RAE de revisar el lenguaje de la Constitución Española con el fin de hacerlo inclusivo?
–El lenguaje es un bien de los hablantes. No se puede hacer un vocabulario o un diccionario por decreto. Ni el Gobierno ni los académicos son los dueños; el lenguaje es patrimonio de la gente y hay que ser muy consciente de ello. Yo, como profesor, me muevo en ámbitos universitarios donde cuestiones como la igualdad de género generan una enorme sensibilidad. Yo mismo he hablado de «alumnas y alumnos» y de «ciudadanía». No me suena extraño y me he acostumbrado a ello. Creo que a veces se da a ciertas cuestiones más importancia de la que tienen. Con fórmulas como «ciudadanía» se pueden sentir las mujeres más reconocidas. Nunca se le puede decir a nadie cómo se tiene que hablar.
–Su militancia de izquierdas y su pasado político como candidato de Izquierda Unida por Madrid están ahí. ¿Le pueden pasar factura desde el punto de vista ideológico a la hora de dirigir el Cervantes?
–Mi militancia empieza en 1976, cuando entro en la universidad. No me avergüenzo de ella ni de haber ayudado a fundar Izquierda Unida. Tuve la suerte de acompañar a Alberti en los años 80 a un viaje a Praga y me di cuenta entonces de la necesidad de defender cualquier compromiso cuyo objetivo fuera luchar por la igualdad y que se alejara de los totalitarismos. Te diré que las mayores críticas que he recibido han venido del lado de quienes se considera que son los míos. Como decía, creo, Pío Cabanillas, «¡Al suelo, que vienen los nuestros!». Es un mal que afecta a la izquierda desde hace ya mucho tiempo no es únicamente patrimonio de la derecha. Yo voy a ejercer el cargo no como una persona de Izquierda Unida, sino como alguien que tiene como compromiso la defensa de un idioma que es de todos.
–Pero su ideología está ahí.
–Yo creo que no hay más guía que la propia conciencia. No pertenezco al partido que está en el Gobierno, sino que soy un hombre independiente que lleva cuarenta años en la función pública y no siento vergüenza de mi historia política. Decía Antonio Machado: «Ten mucho cuidado con quienes digan que no os metáis en política porque querrá hacer la política sin vosotros».
–¿La política lo inunda todo?
–Uno de los retos que me he propuesto es precisamente dignificar la palabra política, alejarla del sectarismo, de las trampas.
–El tema de exhumar los restos de Franco es uno de los más candentes este verano. ¿Cuál es su opinión al respecto?
–Creo que reescribir la historia tiene poco sentido. Pasados tantos años cualquier espíritu vengativo no tiene el menor sentido. Mientras haya familiares de aquellos que fueron ejecutados injustamente en las cunetas me parece bien que se los preste ayuda. Tengo claro que un Estado puede tener en su historia dictadores, pero no en sus monumentos. Franco no puede formar parte de nuestro presente. La familia Franco debe responsabilizarse de los restos.