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Madrid aplaude el estreno, al fin, de la primera ópera que compuso una mujer

La ópera, inédita en España, ha sido llevada a escena por Forma Antiqva y Aarón Zapico
La mezzo soprano Lidia Vinyes-Curtis dando vida a Eurídice en "La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina"
La mezzo soprano Lidia Vinyes-Curtis dando vida a Eurídice en "La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina" Pablo Lorente
La Razón

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El público de los Teatros del Canal ha recibido con un largo aplauso el desembarco de "La liberazione di Ruggiero dalla'isola d'Alcina", de Francesca Caccini, la primera ópera de la historia escrita por una mujer y, a pesar de, o precisamente por ello, sin registros de un estreno previo en Madrid. Fruto de la colaboración con el Teatro Real, algunos titulares de su orquesta se han unido al conjunto Forma Antiqva para componer una formación barroca de gran nivel bajo la dirección de Aarón Zapico, uno de los más alabados al finalizar la función.
Al carecer las partituras de esta época de las anotaciones que marcan detalles esenciales para su ejecución, exige mucha interpretación y estudio de los compositores coetáneos por parte del maestro a la batuta para acercarse al propósito de la autora. También ha sido muy celebrada la dirección escénica de Blanca Li, que encara a su vez el final de su etapa como director artística de los Teatros del Canal. Pese a su exiguo presupuesto para abordar la opulencia que se espera de una ópera barroca, con apenas un gran cortinaje de fondo y las elegantes luces de Pascal Laajili ha dotado a la obra de una gran plasticidad y dinamismo, también de humor.
En ese objetivo le ha ayudado sobremanera su faceta como coreógrafa. Como podría esperarse de una pieza estrenada en 1625, Li no ha perdido la oportunidad de incorporar el baile, pero de forma sutil y a menudo sorprendente, como cuando en el arranque sus bailarines han compuesto la franja decorativa de una vasija griega. También ha sido aplaudido por el público el trabajo del elenco, especialmente el femenino, en el que en esta obra recae no solo el protagonismo, sino el poder, con menciones especiales para Vivica Genaux (como Melissa) y Lidia Vinyes-Curtis (como Alcina), ante un Ruggiero (Alberto Robert) que se convierte en una marioneta.
Francesca Caccini (1587-1640) perfiló de su mano un relato musical conciso y feminista que recuerda a los pasajes de "La Odisea" entre Circe y Ulises. En este caso, Ruggiero cae preso del influjo de la hechicera Alcina, so riesgo de convertirse en planta como el resto de sus examantes. Solo es capaz de torcer este funesto destino otra mujer poderosa, Melissa, y no por amor, sino como un deber moral.
Por aquel entonces pocas mujeres de la época podían llevar una vida pública como creadoras. Caccini, hija de un compositor afamado (Giulio Caccini), recibió una educación humanista como el resto de sus hermanos y, además de como cantante, comenzó a granjearse crédito como autora musical. Así llegó el estreno en 1625 en Florencia de esta ópera cómica en cuatro escenas con libreto de Ferdinando Saracinelli a partir de la obra de Ludovico Arioso "Orlando furioso", la tercera que el Teatro Real auspicia en esta temporada en torno a ese relato.
En el caso de Caccini, fue posible porque se hallaba bajo la protección de la archiduquesa regente María Magdalena de Austria, de la que recibió el encargo de escribir una pieza con motivo de la visita del entonces príncipe heredero de Polonia (por eso mismo fue reestrenada en Varsovia unos años después, convirtiéndose en una de las primeras óperas italianas exportadas fuera del país).
De esta ópera se han destacado el tono expresivo de sus recitativos, así como las arias de las solistas, con largas líneas melódicas llenas de adornos y motivos y, como aprendió ella misma de sus años como cantante, de los pasajes corales gustosos. A su vez, de esta representación en Madrid quedará en el recuerdo de muchos la humorística declaración de amor entre Alcina y Ruggiero, con juguetones corazones voladores para subrayar el embobamiento que sufre el personaje y que para muchos es, sencillamente, el principal síntoma del flechazo.