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Manuel Borja-Villel: "Me gustaría que mi reordenación continuase"

El director del Reina Sofía despide de su cargo con el convencimiento de dejar un museo «con identidad» y consolidado a nivel internacional
Manuel Borja-Villel dirige el Museo Reina Sofía desde 2008larazonLa Razón

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Todavía recuerda el día en que llegó al Museo Reina Sofía. En la entrada le preguntaron quién era y él respondió que era el director. La respuesta del vigilante fue: «Sí, hombre». Hace quince años de esa anécdota y ahora Manuel Borja-Villel recoge el despacho. «Tempus irreparabile fugit», «el tiempo pasa irremediablemente». Es una jornada de despedida, la última que pasa al frente del museo. «No te voy a mentir, dudé en si proseguir o no, por terminar determinados proyectos. Pero hace meses tomé la decisión de marcharme. Hace un año me propusieron para la Bienal de Sao Paulo y fue entonces cuando pedí incorporarme un poco más tarde. Quería trabajar en otras plataformas. Ya me atraían otros proyectos porque en el museo últimamente hacía gestión burocrática, que está bien, pero quería dar otros pasos. ¿Ahora? Tengo varias ofertas, diversas posibilidades dentro y fuera de España. Todas son bastante interesantes. Lo único que puedo decir es que tendré que venir aquí para ver a mi familia».
Manuel Borja-Villel ha resultado un director polémico desde los inicios por sus propuestas expositivas y su manera de entender la colección. Su reciente reordenación enseguida atrajo todo tipo de críticas, incluida también la de poseer un intencionado y deliberado sesgo político hacia la izquierda. «Todo lo que se ha dicho ahora sobre mí en esta campaña es mentira –comenta tranquilamente–. Es totalmente falso y, permíteme añadir que es denunciable. No he respondido porque a mí me pagan para ser director desde el primer día hasta el último. Y si hubiera habido un problema, que no lo hay, el responsable sería el Ministerio y, en concreto, los ministros de entonces que eran del Partido Popular, de los que, por cierto, jamás tuve ninguna interferencia. A mí no me molesta esto, porque estaba prevenido y sabía que iba a haber este ataque. Me habían advertido con antelación, así que estaba preparado. Aún tengo amigos. Lo único que me sorprende es que esta virulencia provenga de alguna gente que me viene acompañando desde hace tiempo. Pero lo que tengo claro es que es falso y que yo lo que tengo que hacer es trabajar». Borja-Villel considera que «cada uno asume sus actos y que la historia pondrá a cada uno en su lugar» y asegura «que no se siente herido» pero sí lo estaría en cambio «si alguno de los artistas con los que he colaborado a lo largo de estos años estuviera molesto o enfadado conmigo. Pero esto... no sé, con tanto encono, con tanta artillería, a lo mejor resulta que en el fondo voy a ser importante», bromea y ríe.
[[DEST:L|||"Lo que se ha dicho de mí es totalmente falso y, además, es denunciable"|||Manuel Borja-Villel]]
Parece que las preocupaciones de Borja-Villel basculan hacia otro lado y tiene que ver con la conservación de su legado: «Creo que estructuralmente la reordenación es potente. Está hecha por episodios y para evitar polémicas absurdas de las que parece que este país no logra escapar de ellas, porque han seguido desde Carmen Giménez, la primera directora del Reina Sofía, hasta hoy. Es cierto que esta ordenación es un cambio de paradigma, una forma de entender el arte no solo como un panteón de nombres ilustres. Y entiendo que esto pueda sorprender. Es otra cosa, pero también abre la posibilidad de que entren otros artistas. Puede haber cambios y siempre debe haber cambios y críticas. Es uno de los principios que hemos defendido, pero para mí, la colección tiene pervivencia y la verdad es que me gustaría que continuase. El arte son propuestas y esta perdurabilidad también tendrá que ir evolucionando».
[[DEST:L|||"La mayoría de las críticas no han sido políticas, sino contra una visión del arte y la cultura"|||Manuel Borja-Villel]]
Borja-Villel jamás ha ignorado las evidencias. Sus muestras, con planteamientos arriesgados y proposiciones inusuales, desafiaban los hábitos de la mirada. Esto, considera, favoreció cierta animadversión hacia sus posturas, pero él se defiende: «He logrado un museo con una identidad propia muy marcada a la hora de entender el arte, la cultura y la práctica artística. Un museo que está situado en un lugar determinado, que se relaciona con su entorno y que nos sirve para entender la vinculación de este país con el mundo». Su opinión, resulta evidente, no es compartida por otros, pero él también tiene una respuesta para los que prefieren modelos distintos o una idea diferente de cómo debería ser una institución de estas características: «Lo que una persona tiene que hacer es entender el mundo y tratar de aprender. Esta especie de resistencia hacia lo moderno, me da la impresión, viene de demasiados siglos atrás y espero que en algún momento desaparezca. Para eso se trabaja. Es curioso que la mayoría de los visitantes que tenemos en este museo sean jóvenes. Eso es relevante. Yo tengo esperanza en las generaciones de los jóvenes, que no está resentida ni traen prejuicios y que de algún modo abra las puertas hacia otras miradas. De hecho, parte de las quejas no son tan políticas, son contra una visión del arte, de entender la cultura y las instituciones, y creo que una parte del ataque arranca ahí».
Y argumenta casi a renglón seguido: «La gente quiere ver exposiciones tradicionales. Creen que son más fáciles, pero ver un señor a caballo no quiere decir que entiendas lo que estás viendo igual que ver un urinario en un museo de arte contemporáneo no es solo un urinario. Para comprender el arte manierista, por ejemplo, tienes que saber en realidad un montón de teorías platónicas y artísticas, reconocer las alegorías y los símbolos. No es tan fácil. Es posible que haya gente a la que no le guste el cambio, pero es que estamos en el primer cuarto del siglo XXI y parece que todavía estamos hablando de los años 50 del siglo pasado. Y, sí, creo que todavía hay claras resistencias a determinadas propuestas».