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«Mascotas 2»: ¿Qué hacen cuando se quedan solas?

Chris Renaud, el creador de «gru:mi villano favorito», vuelve a situar a los animales como epicentro emocional de su trabajo y apuesta por una segunda entrega en donde Max y sus amigos mostrarán con naturalidad cómo se comportan cuando creen que nadie les observa

Harrison Ford pone voz a Gallo, un imponente y taciturno perro de granja que resultará clave para el desarrollo emocional y personal de Max
Harrison Ford pone voz a Gallo, un imponente y taciturno perro de granja que resultará clave para el desarrollo emocional y personal de Maxlarazon

Ya lo advertía la intuitiva escritora estadounidense y sospechosa ocasional de tener un amor universal por los gatos, Lilian Jackson Brown: «La gente que realmente aprecia a los animales siempre pregunta sus nombres». Es por ello que la adjudicación de una palabra que sea capaz de identificar a estos peludos compañeros de cuatro patas es el primer paso para reconocer su entidad como seres vivos y materializar una mínima parte del porcentaje de amor que se puede llegar a sentir por ellos.

Una compañía tan vetusta como infinita dentro del imaginario colectivo de distintas generaciones como Disney, tuvo presente desde el inicio esta máxima y se dio cuenta de la efectividad en términos comerciales que suponía el combo formado por las personas y los animales.

Faltarían líneas en este espacio para enumerar la cantidad de largometrajes en donde los protagonistas, aun siendo mascotas o animales salvajes, adquirían emociones, comportamientos y papeles propiamente humanos personificados en figuras y peripecias tan variopintas como las aspiraciones musicales de un gato arrabalero que deambulaba por las estrechas calles de París llamado O’Malley, unos intrépidos ratones rescatadores que respondían a los nombres de Bernardo y Bianca y usaban un albatros (conocido como capitán Orville) como principal medio de transporte para sus aventuras, el enamoramiento apasionado del schnauzer de pelo gris Golfo y la cocker spaniel canela, Reina, gracias a los cuales aprendimos que los perros también pueden llegar a besarse o la sabiduría despreocupada, salvaje y enérgica de Baloo, un oso empeñado en encontrar «lo más vital» que de forma visionaria ya instaba al espectador a no abusar del trabajo.

Pasado el tiempo y con la cabeza y gran parte del cuerpo metidos ya en el presente de la era digital, son muchos y muy numerosos los cambios producidos en los formatos de animación y en la base argumental de las historias que se cuentan, pero desde el estudio americano de Illumination, perteneciente a Universal y responsable directo de películas como «El Grinch», «Los Minions» o «Gru: mi villano favorito», entre otras, parece que siguen apostando por un mantenimiento fiel de los relatos auténticos, aquellos que son capaces de sobrepasar la espectacularidad de los procesos digitales y perpetuar la esencia de las emociones tal y como vuelven a demostrar con su nuevo proyecto; «Mascotas 2».

Se trata de la segunda parte de la cinta estrenada en 2016 «Mascotas 1», que, tras conseguir la mayor recaudación de la historia de una película animada original (sin franquicias de por medio) y ascender a los 875 millones de dólares en taquillas de todo el mundo, vuelve ahora con la firme intención de superarse y plantea una reflexión de lo más inquietante y atractiva para todos los que comparten casa con algún animal: «¿Qué hacen realmente nuestras mascotas cuando estamos fuera de casa?».

Resulta estimulante averiguar lo que hacen en su mayoría, tal vez, porque tendemos a imaginarnos situaciones surrealistas en las que nuestros fieles compañeros hacen uso de una inteligencia inusitada y se convierten en dueños y señores del hogar familiar. Sin embargo Max, lejos de tomar el control de muebles, moquetas y despensas de manera enloquecida, ha empezado a experimentar un tic nervioso como consecuencia de la preocupación y afán protector que desarrolla hacia Liam, el niño que ha tenido recientemente su dueña Katie (a quien pone voz en español la actriz Ana Fernández) y con el que ha aprendido a convivir (como ya hiciera con Duke, otro perro veterano y lleno de sabiduría) no sin antes experimentar un periodo de transición.

Infancia y afectos

«Max pasa de no entender qué es ese bebé, a tenerle algo de miedo, a darse cuenta de que el niño le adora», comenta Chris Meledandri, director ejecutivo de la cinta y fundador del estudio sobre ese periodo y añade: «La forma que tiene de devolver ese amor incondicional con creces, es convirtiéndose en protector, padre, guardián del niño, y adquiriendo la típica ansiedad de cualquier padre primerizo. Todos sabemos lo que es tener a un ser amado del que preocuparse y darse cuenta de que amar no significa protegerle de todo lo que pasa, sino prepararle para que sepa moverse por sí solo en el mundo».

Esa conexión emocional que logran establecer tanto Chris Meledandri como Chris Renaud (director del filme) entre Max y su entorno humano más cercano traspasa la pantalla y recuerda ligeramente a la estela de esas historias que se adueñaban de la infancia y de la imaginación de unas niñas y unos niños que empezaban a crecer sentados frente a la pantalla, viendo cómo, al igual que ellos, sus animales favoritos eran capaces de hablar, reírse, sentir y tener miedo. Meledandri tiene claro que el afecto que profesa el ser humano por las mascotas merece y debe ser trasladado al cine de animación, entre otras cosas porque «no solo cuidamos de ellas, también ellas cuidan de nosotros».

LOS COMPINCHES MÁS INTRÉPIDOS Y DIVERTIDOS

Cada uno de los variopintos personajes que forman parte de esta segunda entrega parecen sacados de un «Late Night». Ocurrentes, ingeniosos, divertidos, alocados, torpes y entrañables, todos ellos ayudan a Max a a paliar su ansiedad y emprender una arriesgada aventura hacia su prematura madurez.

El caso de Pompón resulta especialmente curioso puesto que al igual que Max, también sufre un cambio emocional significativo; totalmente domesticado, ahora se viste con los adorables trajes que le compra Molly, su dueña, y convierte su pijama de superhéroe en la mejor representación estética de sí mismo. Se reconoce como «Capitán Pompón» y, poco a poco, empieza a creerse todas sus fantasías, a pesar de no haber rescatado nunca a nadie ni haber hecho nada relativamente heroico más allá de comer zanahorias. Gallo, un estilizado perro de granja cuya voz está doblada en la versión original por Harrison Ford, es una de las nuevas incoporaciones de esta segunda parte y otra de las figuras destacables debido esencialmente a su carácter. Una herramienta que constituye uno de los estabilizadores mentales más importantes para Max, ya que su experiencia y templanza le ayudarán a superar temores que creía imparables.