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Festival de Málaga

"Matar cangrejos": margen liminal del Paraíso

Omar Razzak levanta en su ópera prima un triunfo colorido y vitalista, una película brillante sobre la inconsciencia e inconsistencia infantil.

"Matar cangrejos", de Omar Razzak
"Matar cangrejos", de Omar RazzakTOURMALET

No es una tendencia ni mucho menos contemporánea, y podemos encontrar ejemplos con más de un siglo de vida en el cine, pero sí es cierto que las cada vez más frecuentes crisis cíclicas, económicas y éticas, han provocado que el séptimo arte mire con más ahínco hacia el final de los procesos vitales. Es imposible entender el cine de festivales moderno sin la explotación del “coming-of-age” o los estudios sobre dependencia y muerte digna. Es como si el advenimiento de lo apocalíptico (pandemia, crisis climática, disputa de la cultura hegemónica) nos hubiera forzado a nutrirnos de historias de aquellos que, por pura incertidumbre existencial, están más perdidos aún que el grueso poblacional. De hecho, también podríamos analizar cómo esa misma tendencia ha forzado a llevarse la crisis de mediana edad hacia la comedia más burda, con taquillero resultado. Pero eso daría para otra discusión entera.

Atravesando varios de los ejes temáticos mencionados, amanece una película tan sumamente pequeña que se vuelve inmensa: “Matar cangrejos”, de Omar Razzak. El filme del director nominado al Goya (“La prima cosa”) nos lleva hasta el Tenerife de principios de los noventa, margen liminal del Paraíso, y hogar de dos hermanos con una madre que hace lo que puede y, sobre todo, que les deja mucho tiempo por delante para saber quiénes son. Dónde están, realmente. Con las hechuras de un “The Florida Project” a la canaria, y una fotografía con tanta textura y color que parece que en cualquier momento va a crujir delante de nuestros ojos, la película nos invita a pasar tiempo con estos dos niños, conocer su microcosmos y entender en qué punto exacto de maduración están: ella, en florecimiento adolescente, ya entiende las negligencias de su madre; él, todavía inconsciente, se aventura a descubrir la empatía (y las figuras paternas) al sol.

"Matar cangrejos", de Omar Razzak, ganó la sección Zonazine del Festival de Málaga
"Matar cangrejos", de Omar Razzak, ganó la sección Zonazine del Festival de MálagaTOURMALETTOURMALET

Dicen los americanos que el poder de películas como esta radica en ser “hang-out movies, es decir, experiencias compartidas con unos protagonistas a los que podemos y debemos entender desde el primer minuto de metraje. Quizá el ejemplo más obvio es “Dazed and Confused”, de Richard Linklater, que explotaba algo en lo que “Matar cangrejos” también se fija: no hay nada que nos conecte más con nuestra fragilidad que la capacidad de sorprendernos. Imbuidos en una era cínica, con el procedimiento de fabricación de las salchichas como apertura de cada informativo, el filme de Razzak es capaz de devolvernos la percepción de inocencia. Y, claro, lo hace desde una comedia tan sutil como brillante: la visita (real) de Michael Jackson a Tenerife, y su más que posible paseo por el parque de loros en el que trabaja la madre de los niños, acelera una trama en la que primero desde el folclore y luego desde la más pura angustia adolescente, Razzak construye una fábula sobre el final de la inconsciencia.

Hay ahí también hueco para la denuncia medioambiental, con un hotel tan perjudicial para la orografía canaria como para las casas de los vecinos que llevan ahí vida y media, pero es en realidad en su estructura como cuento empático donde la película es capaz de emocionar. Rayco y Paula, cada uno a su manera, se llegarán a perder en sí mismos, en sus anhelos y en sus deseos más inmediatos. Los niños, a los que dan vida Agustín Díaz y Paula Campos (premiada en el Festival de Málaga), no se limitan a ser ellos mismos, a dejar que la película pase por ellos, sino que se dejan observar como en un documental y, justo después, toman el poder de la ética en la pantalla, volviéndose poliédricos, madurando con cada minuto de metraje.

“Matar cangrejos”, quizá una de las mejores películas que se ha podido ver en la última cita andaluza con el cine, es la confirmación de Razzak como un maestro incipiente de la ternura, un cineasta capaz de entender qué le piden nuestros ojos a la pantalla y, en definitiva, la demostración empírica de que el cine de los márgenes en España no tiene por qué ser excesivamente pijo, ni descuidado en lo formal sin glorificar las necesidades. El filme, luminoso, emocionante, extraordinario al fin y al cabo, nos devuelve a ese momento exacto en el que nos pensamos por primera vez si realmente queríamos ser adultos. Y a aceptar, como todos aceptamos, que lo inevitable también tiene un punto de disfrute en su extraña certeza. Eso es exactamente “Matar cangrejos”, un desnudo emocional de las dudas, de su aparición y de su estancia en nuestra psique… con algún que otro loro de vivos colores.