Las mejores películas sobre la Guerra Civil de Saura, el eterno polímata del cine español

Recordaba los bombardeos y cerraba los ojos. Hace un par de años, en el marco del Festival de San Sebastián, lugar donde presentaba su cortometraje un corto fuera de concurso plagado de metáforas visuales y fotos intervenidas y manipuladas sobre los miedos atávicos, las muertes y la sangre derramada durante de la Guerra Civil, "Rosa, rosae" del brazo de su hija Anna, Carlos Saura, tristemente fallecido hoy a los 91 años, recordaba con este periódico su infancia durante la guerra, víscera de su cine y sombra de nuestra historia.

“La educación que recibí durante y después de la guerra fue la misma que la narrada en la canción de Labordeta, en esos colegios de curas con los pupitres en fila”, ensalzaba el director antes de referirse a su infancia: “Recuerdo fatal mi niñez. Es una especie de dualidad. Por un lado evoco aquella época como una cosa tremenda llena de bombardeos angustiosos. Te podían explotar encima los cristales pese a que estaban protegidos con cintas de colores y en muchas de mis películas he recurrido a ese recuerdo nubloso, como cuando estalló un colegio en Barcelona en el que yo estaba y los niños estaban medio muertos, con los cristales clavados. Por otra parte, era una especie de espectáculo terrible de muerte y destrucción del que tú pensabas que no ibas a salir perjudicado”.

Gran parte de la filmografía del cineasta supo canalizar con disección quirúrgica el relato de una lucha fratricida en la que hubo demasiados tiros y excesivos vencedores. Algunas cintas como "La caza", "Ana y los lobos" o "Ay Carmela", dan buena cuenta de la permeabilidad de su creatividad para con el conflicto, del que siempre supo extraer lecturas marcadamente políticas y comprometidas. Repasamos brevemente algunas de las obras más destacadas sobre la Guerra Civil de este maestro de maestros que empezó a hacer fotos por amor y a ponerse detrás de una cámara por razones similares.

Con esta radiografía de las heridas de la Guerra Civil escrita con Angelino Fons sobre tres hombres que lucharon en el bando franquista cuya verdadera esencia animal y primitiva sale a relucir en una cacería, Saura se consagró como director. Muestra de ello es que la nouvelle vague francesa, el free cinema británico y los albores del cine independiente estadounidense compararon la cinta con las vanguardias del momento que no se encontraban ante una censura franquista imprevisible, exigente y arbitraria. Además influyó en otros directores, como Sam Peckinpah, quien declaró en una determinada ocasión que "La caza" había cambiado realmente su vida. Como la de muchos otros, como la de tantos.

Protagonizada por Geraldine Chaplin y José Luis López Vázquez, esta película fue su primer éxito comercial importante hasta el punto de obtener el Oso de Plata en Berlín, pero también la consolidación de su colaboración con el productor Elías Querejeta, con el que venía de producir a medias "La caza". Aquí el cineasta vuelve a a apostar por la configuración de un retrato psicológicamente escarbado sobre los efectos de la represión franquista tras la guerra civil, las inhibiciones eróticas y otras carencias de su generación. Pese a que el desenlace es tan violento como "La caza", ahora aparece situado en el espacio de la memoria o los instintos más primarios de los personajes. Temas y formas recurrentes en muchas otras películas de todas cuantas jalonan su amplio repertorio, con los que, a través de un pulido más abstracto y desarrollado en colaboración con Querejeta, Saura pretendió radiografiar los males de la sociedad española burlando la censura.

En esta película protagonizada por Ana, una joven inglesa, que es contratada como institutriz de unas niñas que viven en una mansión con sus padres, tíos y abuela y acaba teniendo teniendo problemas con los miembros adultos de la familia que se sienten atraídos por ella, cargadísima de simbolismo y alusiones políticas con el equilibrio justo para provocar y al mismo tiempo poder sortear la censura, Carlos Saura realiza una demoledora crítica de la aristocracia española del franquismo. La escritora Elena Soriano aseguraba que la película era una adaptación libre de su novela "Caza menor", publicada en 1951.

Los enormes y magnéticos ojos oscuros de Ana Torrent se instalaron en las retinas de toda una generación gracias a esta historia sobre maternidades conflictivas de posguerra en la que Geraldine Chaplin se dirige a la cámara y rememora su infancia desde la muerte de su madre, ocurrida veinte años antes. Impregnada de un lirismo casi tocante con el realismo mágico, Saura despliega aquí altas dosis de surrealismo buñueliano para vehicular profundas críticas a la última etapa del franquismo. El personaje interpretado por Geraldine, Ana, se siente responsable, pues cree que su padre ha muerto como consecuencia de haber ingerido un vaso de leche que contenía una sustancia inocua que la niña consideró veneno. A raíz de ello, la niña (hipnótica Torrent) considera que posee ciertos poderes especiales, uno de los cuales le permite invocar a su madre muerta. La historia, también logró el Premio del Jurado en Cannes.

Esta extraordinaria película está basada en la obra de teatro también titulada "¡Ay, Carmela!", escrita en 1986 por José Sanchis Sinisterra y estrenada en noviembre de 1987 bajo la dirección de José Luis Gómez, quien también interpretó el papel de Paulino y su título hace referencia a una de esas canciones que se convirtieron en piezas melódicas y sociales tremendamente populares durante la guerra civil española, "El paso del Ebro". Tres trovadores (entre los que destacan un Pajares y una Carmen Maura en auténtico estado de gracia) que actúan para el ocio del bando republicano durante la guerra civil española y amenizan como puede a los soldados republicanos durante la Guerra Civil, están cansados ya de pasar penalidades en el frente. Carmela, Paulino y Gustavete se dirigen a Valencia pero, por error, van a parar a la zona nacional, lugar donde son convertidos en prisioneros y obligados a ofrecer un espectáculo para un grupo de militares nacionales que choca de lleno con su ideología para intentar salvar su vida. La película arrasó en los Goya del 91 y consiguió llevarse hasta 13 cabezones.

En este corto con escenas intercaladas de ilustración, que forma parte de los trabajos más recientes y experimentales de Saura, el cineasta apuesta por sus famosos "fotosaurios" (imágenes intervenidas). Un proyecto producido por su hija Anna y orquestado conjuntamente gracias a una estrecha dinámica de trabajo, en el que el director de “Cría cuervos” propone un efímero viaje por las imágenes del conflicto fratricida amplificadas por la poderosa letra de la canción de Labordeta que da nombre al filme y tamizado por la inocente mirada de un niño.