Miguelanxo Prado, la memoria era esto
Hay premios que son pura justicia poética. El que ayer ganó Miguelanxo Prado por su novela gráfica «Ardalén» se suma a la trayectoria impecable del joven premio Nacional de Cómic, un galardón institucional que arrancó en 2007 con Max, y que siguió con Paco Roca, Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí, Altarriba y Kim, Santiago Valenzuela y, en 2012, Alfonso Zapico, o sea, lo más granado de la viñeta española de los últimos años y en todos los casos con obras plenamente merecedoras del galardón. Prado (A Coruña, 1956) es un veterano del cómic español que bien podría haber ganado el premio, de haber existido antes, por obras de una fantasía arrebatadora como sus «Fragmentos da Enciclopedia Délfica», de intimismo voraz, como en «Trazo de tiza», acaso su álbum más conocido, o por la serie «Quotidiania delirante», otro arrebato de imaginación que publicó durante años la revista satírica «El jueves». Que lo haya ganado con «Ardalén», en cualquier caso, no responde al típico ejercicio de premiar al autor por su obra en general, aunque la pieza en particular no sea lo mejor de su carrera; muy al contrario, «Ardalén» (Norma Editorial) es un cómic mayúsculo, una obra de madurez en la que el autor –escribe y dibuja sus obras– se deja llevar por la fantasía onírica en algunos momentos para ponerla al servicio de la realidad más terrena. «Ardalén» es una historia de memoria, de raíces y búsquedas. Un drama ambientado en algún rincón de Galicia al que llega una mujer en busca de las huellas de su padre. Allí se topará con la hostilidad y la mezquindad cotidiana de algunos vecinos e irá deshilvanando las respuestas de la cabeza hecha un lío de Manolo, un marinero retirado con demencia senil al que los fantasmas de su propia vida le hablan, que baila con ninfas de amores pasados y ve ballenas surcar los cielos de los bosques. «Ardalén» es a la vez un thriller que va desplegando sus secretos, un viaje colorido al costumbrismo de los mesones y los hogares de la Galicia profunda –el trazo del autor juega con tonalidades que van de lo sombrío a lo luminoso–, y una hermosa reflexión sobre la memoria y la familia.
Prado comenzó su carrera en los años 80 en revistas que hoy son referentes míticos: «Creepy», «Comix Internacional» y «Zona84». A «Fragmentos da Enciclopedia Délfica» (1985), su primer álbum en solitario, le seguió «Stratos» (1987) y la serie «Quotidiania Delirante», y en 1990 llegó «Trazo de tiza». También ha puesto sus lápices al servicio de historias ajenas, como en «Pedro y el lobo» o en la serie «El manantial de la noche». En 2003, Neil Gaiman, el padre de la serie «Sandman», llamó a su puerta para participar en el libro colectivo «Noches» Su obra se extiende al terreno audiovisual: ha trabajado para la Televisión Galega, donde creó el personaje Xabarín y los protagonistas de la serie «Os vixilantes do Camiño». En 1998, diseñó los personajes de la serie de animación «Men in Black» para Dreamworks, y en 2006 estrenó «De profundis», un largometraje de animación.