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Literatura

La Monja Alférez, una novicia a la carrera en busca de la libertad

Florencia Canale firma una novela histórica en la que Catalina de Erauso toma el absoluto protagonismo

La escritora argentina Florencia Canale
La escritora argentina Florencia CanalePlaneta/Gabriel Rocca

Florencia Canale (1963) buscaba material para «El diablo» –su anterior novela–, donde el protagonismo fue para Bernardo de Monteagudo, un personaje del siglo XIX del Río de la Plata, pero su futuro a medio plazo cambió cuando se dio de bruces con Catalina de Erauso, la Monja Alférez (1592-1650). «Podría haber seguido con lo mío, pues no tenía nada que ver con aquel, pero me dio por ‘‘googlear’’: leí por encima quién era y me volví loca inmediatamente», recuerda la autora.

Se le acababa de introducir la semilla del libro que presenta ahora en España, «La cruzada» (Planeta). Mientras terminaba su pacto con «El diablo», Canale ya estaba con buena parte de los sentidos puestos en su siguiente personaje. «Empecé a recolectar. No tenía una idea total, pero supe que ahí tenía una novela de aventuras». La Monja Alférez se convertía de este modo en la excusa perfecta para que la novelista cumpliera con una de sus manías «grafomaníacas» como escritora: «No pongo el punto final de un libro hasta que no tengo otra cosa que escribir».

Confiesa Canale que «sin literatura no vivo. Estoy muerta». Ya de pequeña la lectura le ofreció una salvación y, ya de mayor, después de pisar la moda, la música, el periodismo..., entendió que la novela era «mi residencia. Mi resguardo. Me permite vivir otras vidas». La autora se ponía así, «con la seguridad al 100%» de estar en el sitio que le corresponde, ante una mujer rebelde desde muy joven, desde que escapó del convento a los quince años. En un periodo violento –incluida la refundación de la Inquisición durante el reinado de Felipe II– «en el que la gente no se hacía preguntas», añade Canale, ella no estaba dispuesta a asumir su «statu quo».

Acostumbrada a la libertad de los juegos que comparte con sus hermanos, su infancia se interrumpe con su encierro religioso a los cuatro años. Pero su carácter chocará con aquel camino que habían escogido por ella en la fe católica. La vida enclaustrada no era vida para la buena de Catalina. Solo las clases de lectura y la escritura aliviaban su asfixia. La protagonista de esta historia quería respuestas más allá de la vida que le venía dada de cuna. Fue un verso suelto que nada tenía que ver con el resto de sus hermanas, «muy lejos de esta ansia de libertad que domina a Catalina. La orden no era lo suyo. Pensaba que Dios no era para ella, aunque estaba confundida porque al final el círculo de su vida termina en la introspección y en la certeza de que el silencio es su vida. Pero eso fue mucho más tarde; antes, la decisión fue la de vivir la aventura». «Nacida en la villa de San Sebastián como Catalina de Erauso, me enviaron al monasterio, pero no me quise profesar y así escapé novicia y me sentí en la obligación de cubrirme con hábito de hombre, su santidad», presenta el libro.

Necesidad de experimentar

La que se iba a convertir en la Monja Alférez «necesitaba la experiencia; algo que no sucedía a las mujeres de su época, que estaban destinadas a casarse y tener hijos o ir al convento. Esa ‘‘otra’’ vida era cosa de hombres que vivían bajo las órdenes del rey». Son algunas de las pistas que fue siguiendo Florencia Canale para componer una novela histórica que se toma las licencias de la ficción, «pero solo hasta donde me avala la realidad. El límite es no inventar, sino recrear como parte de la investigación», puntualiza quien reconoce que «en su estancia en México sí me he permitido fantasear un poco más». Reconoce así la autora que tener sus memorias ha sido un «buen» punto de anclaje, «aunque sabemos que los escritores somos un poquitín mentirosos en el sentido de que contamos lo que queremos y dejamos sin contar lo que no nos interesa».

Tras todo ese estudio, la novelista argentina asegura que le interesan especialmente las «heridas» de sus personajes; en este caso, de una Catalina de Erauso que tuvo que inventarse toda una vida como hombre para desempeñar la vida deseada: «Supongo que si hubiera atravesado los bosques como mujer hubiera sido todo más difícil». Quizá sea por ello, reflexiona Canale, por lo que echa en falta «emoción» en las palabras que dejó escritas su protagonista, señala. «Es desesperante ser otra persona y por eso en algún momento ella confiesa la verdad porque es imposible vivir en la mentira toda la vida».

Afirma la novelista argentina que una de sus obsesiones durante el proceso de escritura y la investigación fue «descubrir cómo hacía una mujer vestida de varón para sobrevivir». «Le salió bastante bien», continúa, «y por eso me pareció apabullante su vida: sorteó un sinfín de dificultades, incluso mortales». Sin ir más lejos, con don Miguel de Erauso, su hermano, con quien se batió en un duelo del que salió victoriosa tras dar muerte a su rival. «Nada es gratis», cierra la escritora de un personaje «fascinante» y real cuyo destino le llevó a ser testigo de la corte del rey Felipe III, a embarcarse en un galeón a las Américas, a batallar a piratas holandeses y a participar en la conquista de Chile para alcanzar su innegociable meta: la libertad.