Obituario

El niño que pisó un teatro a los cuatro años

Pedro Osinaga, maestro de actores que falleció el viernes, fue despedido en Madrid por familiares y amigos de la profesión. Concha Velasco, Manuel Galiana o Santiago Segura destacaron su inmensa profesionalidad

El niño que pisó un teatro a los cuatro años
El niño que pisó un teatro a los cuatro añoslarazon

Pedro Osinaga, maestro de actores que falleció el viernes, fue despedido en Madrid por familiares y amigos de la profesión. Concha Velasco, Manuel Galiana o Santiago Segura destacaron su inmensa profesionalidad.

Hace años, Pedro Osinaga era testigo de cualquier estreno teatral de prestigio, llegaba con su esposa Tomi, el veterano actor era un referente para las nuevas generaciones, que veían en este pamplonica de pro al maestro que marcaba el camino a seguir. Pero un día, vi que Tomi llegaba sola, con la compañía de una amiga y sin Pedro a su lado. Esa noche fue como si me dieran la voz de alarma, porque se había quedado en casa por motivos de salud. Ya no volví a encontrarme con él. Poco después sufrió un ictus y le sobrevino un cáncer. Sus últimos años de vida estuvieron marcados por el alzheimer, la intranquilidad y el desasosiego del enfermo. Falleció el pasado viernes en Madrid.

El ictus le pilló en medio del escenario del teatro Príncipe madrileño, y, aunque apenas podía expresarse con claridad, no paró la función. Le ingresaron, pero dos semanas después volvió al trabajo. Hace algo más de doce meses, y ante su evidente deterioro físico, fue ingresado en una residencia, y hace apenas una semana ya avisaron a la familia de que el desenlace fatal estaba próximo.

Hombre muy religioso, al igual que los suyos, iba a recibir la extremaución, pero el sacerdote llegó a la residencia tarde, cuando Pedro había fallecido.

Una fuente familiar nos asegura que «se ha muerto en paz, sin sufrimiento, se fue apagando poco a poco hasta que dejó de existir». Tomi y su hija estuvieron todo el tiempo a su lado, sabiendo que sería la última vez que verían a su marido y padre. Una de las cuidadoras de la residencia nos desvela que «el señor Osinaga había perdido mucho peso en los últimos meses. Apenas salía de la habitación, andaba con mucha dificultad... Era un enfermo ejemplar, un hombre muy agradable».

Sus restos mortales fueron trasladados al Tanatorio de la M-30, donde se abrió la capilla ardiente a las once de la mañana del ayer sábado. Por ella han pasado muchos familiares y amigos, entre ellos Concha Velasco, Raúl Sénder, Manuel Galiana, el ex alcalde Alvarez del Manzano, Alberto Closas, Tony Antonio, María de los Ángeles Sanz, Rosa Valenty, el cineasta José Luis Cuerda, el empresario Enrique Cornejo...

Un golpe brutal

Osinaga tenía 81 años recién cumplidos (nació el 15 de diciembre de 1936). La primera vez que pisó un escenario fue el del Teatro Gayarre. Tenía cuatro años y actuaba de «pasapáginas» de su madre, pianista. Era un hombre muy querido por sus compañeros de profesión, como lo demuestran los mensajes de pésame publicados en las redes y las palabras tan emotivas que le han dedicado sus compañeros. Santiago Segura se enteró de esta muerte mientras jugaba un partido de fútbol benéfico: «He sentido muchísimo la muerte de Pedro, era un gran actor, uno de los favoritos de mi madre, un hombre muy respetuoso, amable y cercano». Desde Málaga llegaron las frases de afecto y condolencia de Antonio Banderas: «Descanse en paz Pedro Osinaga, un grande de la escena, mi más sentido pésame a familiares y amigos». Concha Velasco afirmó en el tanatorio que «se ha ido un maravilloso actor y un hombre excepcional».

Le conocí a mediados de los setenta, mientras representaba la exitosa comedia «Sé infiel y no mires con quién», que mantuvo casi catorce años en los escenarios. En aquella primera entrevista le pregunté si él había sido infiel a su mujer alguna vez, y contestó, rotundo: «Las infidelidades las dejo para los escenarios». Poco después le tuve que llamar para darle el pésame, porque uno de sus hijos falleció con apenas 21 años en un accidente de moto. Entonces, le noté hundido: «Este es el mayor golpe que me ha traído la vida».

Estaba muy unido a Tomi, la mujer con la que compartió décadas en feliz armonía. Nunca supimos si hubo crisis entre ellos, solamente irradiaban amor y felicidad. Tomasa Losa fue «esposa, amante, amiga y confidente». No tenían secretos el uno para el otro. Cuando a Pedro le diagnosticaron un alzheimer, ella se vino abajo, pero fue la mejor cuidadora que pudo encontrar su marido. A Tomi la adoran sus amigas de la «jet set», que en muchas ocasiones lucían ropa diseñada por ella.

Hasta su ingreso en la residencia hacía una vida muy tranquila, jugaba al golf, viajaba a la casa que tiene la familia en Segovia y se cuidaba muchísimo. No fumaba, no bebía alcohol, comía sanamente, y solo se permitía el «lujo» de tomarse de vez en cuando un tinto de verano, incluso en invierno.

En unas declaraciones en las que se le cuestionaba sobre la muerte, fue muy claro: «Me gustaría recuperar la fe en el más allá, la vida se va gastando, y lo peor de la vejez es perder memoria, agilidad e ilusión». No adivinaba entonces que el alzheimer estaba al acecho y que sus últimos años de vida estarían marcados por esa pérdida de memoria que tanto le asustaba. Paradojas de la vida, colaboró muchos años con la Fundación Alzheimer España. En una función benéfica, me dijo: «Es muy duro ver cómo esta enfermedad destroza a la gente. Una persona muy cercana a mí falleció por esto, es un mal del que no se ha hablado lo suficiente. En estos casos no solo hay que pensar en el enfermo, sino también en sus seres queridos, en los que el alzheimer también causa un tremendo desgaste».