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Muere Fermín Cabal, uno de los dramaturgos más comprometidos del teatro español

El que también fuera vicepresidente de la SGAE, guionista y director de cine, ha fallecido a los 75 años en Madrid dejando tras de sí una extraordinaria trayectoria plagada de implicación y dignidad
Fermín Cabal formó parte del movimiento del teatro independiente durante más de 10 años
Fermín Cabal formó parte del movimiento del teatro independiente durante más de 10 añosAlberto R Roldán
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Tenía 75 años y como en una de esas pinturas expresionistas y vivas de Otto Dix, su cabeza estaba llena de teatro, de escenas, de movimiento, de máscaras. Fermín Cabal, considerado uno de los dramaturgos más comprometidos del teatro español, fallecido en Madrid como consecuencia de un derrame cerebral que a pesar de la cirugía que le practicaron hace unos días, no fue capaz de superar y el silencio que ocupa hoy su pérdida se siente furioso y hueco.
Alumno aventajado de la Transición y férreo militante contra el fascismo, Cabal se consagró como icono del teatro independiente habiendo empezado a dedicarse a esto por amor, como todos los inicios artísticos que se prestan de forma natural al dramatismo de las grandes historias, tal y como él mismo explicaba hace años en una entrevista: «Entré en el teatro por amor. Tenía entonces una novia que era actriz y, como lo que quería era estar con ella, estaba dispuesto a hacer cualquier locura, incluso la de ser actor. Pero me di cuenta rápidamente de que yo no era actor y tuve que reciclarme y me hice escritor, que me parecía que era lo más fácil», confesaba sobre sus inicios como intérprete antes de aferrarse a su deriva como director. Guionista y director de cine y televisión, su trayectoria también fue larga como adaptador de textos y docente. Nunca se cansó de entender y proyectar el teatro como disciplina artística desde un lugar poderoso que identificaba con el «pathos» –origen etimológico de la palabra «pasión»– entendido como dolor, pero también como amor, ya que «casi todas las pasiones humanas son intercambiables y por eso el teatro funciona».
Entre su ramillete infinito de facetas profesionales, además de socio fundador de la Academia de las Artes Escénicas de Madrid, formó parte de la junta directiva de la SGAE desde 2018, año en el que ocupó la presidencia en funciones tras el cese de Pilar Jurado, durante siete meses cuando la nueva Junta General de la SGAE eligió a Antonio Onetti. A pesar de que estudió Derecho, su pasión por el teatro nunca le llevó a los juzgados y prefirió ingresar en el grupo de teatro independiente Los Goliardos, en el que se inició con la obra titulada «La boda de los pequeños burgueses» de Bertolt Brecht, en el 72.
Cuando este grupo se disolvió, parte de sus integrantes pasaron a formar parte de Tábano y Compañía pero Cabal continuó su prolífico desarrollo gracias a los circuitos de las salas de teatro madrileñas como Cadarso, de la que fue miembro fundador, o Gayo Vallecano. Su debut teatral como autor y director se produjo en octubre de 1978, cuando la Compañía Monumental de las Ventas puso en escena «Tú estás loco». Piezas como «El cisne», «¿Fuiste a ver a la abuela?», «Sopa de mijo para cenar», una versión libre de la obra de Dario Fo «No se paga, no se paga», «El caballito del diablo», «Castillos en el aire» o «Arde Nápoles», entre otras muchas.
Había un gran vertido de la mirada que adoptaba para observar el mundo en la arquitectura narrativa de la mayoría de sus textos: en todos ellos mostraba personajes que oscilaban en la tragicomedia de su vida cotidiana y el contrapunto de la ironía más descarnada. En 2018, estrenó «Oídos sordos», una comedia que tomaba como inicio la hipótesis de que los restos de Franco no eran los que descansaban en el Valle de los Caídos, justo un año antes de que fueran exhumados. Esta obra de corte más reciente, hablaba de un autor que se mostraba en contra de cualquier injerencia contra la libertad de expresión en el ámbito creativo, de un autor que se lamentaba de que hubiera artistas perseguidos por hacer manifestaciones irónicas, satíricas o «entendidas como irrespetuosas», de un autor que siempre tuvo, por encima de cualquier otra cosa, ganas de vivir: «He estado en hospitales, en la cárcel, en un batallón de castigo en el Ejército, y nunca me he reído más que en esos momentos terribles. La dureza de la vida te obliga a sacar lo mejor de ti mismo. O te ríes o te matas, y yo no he tenido nunca ninguna gana de matarme… No tengo ninguna prisa en morir», sentenció en otra entrevista hace un tiempo. «No le temas a la muerte, sino más bien a la vida inadecuada», decía Brecht. Pero la de Cabal no pudo ser más adecuada, ni más digna, ni más plena.

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