María Kodama, la segunda muerte de Borges
La heredera del escritor de «El Aleph» y celosa guardiana de su obra falleció ayer a los 86 años en Buenos Aires
Madrid Creada:
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No fue en la ciudad de Ginebra, como su marido, sino en Buenos Aires, donde María Kodama, viuda, heredera y albacea de Jorge Luis Borges, falleció ayer a la edad de ochenta y seis años, a la misma edad, eso sí, que tenía Borges cuando murió en 1986. Contradictoria, compleja, blanco de críticas y de honores, pero también de sospechas y suspicacias varias, María Kodama supo ser, sin embargo, una fiel y celosa guardiana de la obra del escritor argentino, con quien estuvo casada, de todos modos, muy poco tiempo.
Hija de María Antonia Schweizer, una mujer por cuyas venas corría sangre alemana, suiza, inglesa y española, y del químico japonés Yosaburo Kodama, María Kodama nació en Buenos Aires en 1937 y, desde pequeña, mostró una inclinación natural por el mundo de la cultura, de las artes y la literatura, lo cual la llevó a incribirse, sin pensarlo, en la carrera de Letras y graduarse, poco tiempo después, con una licenciatura. Así, al interés por la cultura pronto se sumó también el interés por las lenguas antiguas, especialmente las lenguas anglosajonas, un sendero que, curiosamente, y por esas cosas del destino, acabaría llevándola ante Borges.
Lo conoció, según la leyenda, en unas sesiones de estudios literarios, aunque, según reveló la propia María Kodama al diario argentino «La Nación», conoció a Borges, en realidad, de una manera muy extravangante cuando tenía dieciséis años, cuando un amigo de su padre la llevó a escuchar una conferencia de Borges porque ella había confesado que quería estudiar literatura. Tiempo después, un día, mientras iba caminando por la calle Florida de Buenos Aires, se cruzó con Borges y, en un descuido, casi lo tiró al suelo. Kodama le pidió disculpas, comenzaron a hablar, Borges le preguntó algunas cosas, ella le contó que estaba en cuarto año del bachillerato y que deseaba estudiar literatura porque le gustaba leer pero sobre todo porque quería leer griego y latín y de esa manera empezó una relación que duraría hasta la muerte del escritor en 1986.
Borges, en cualquier caso, la invitó a estudiar con él inglés antiguo y poco a poco empezó a quedar prendado de esa joven de aspecto tímido, que lo acompañaba a todas partes, que le ofrecía su brazo al caminar por la calle y era su mano derecha en todo, especialmente porque Borges había comenzado a perder casi totalmente su visión y necesitaba una persona de confianza. Del inglés antiguo, posteriormente, pasaron al estudio del islandés, un idioma que a Borges le apasionaba y la relación de confianza pasó a ser una relación de amor, más allá de que entre ambos había una diferencia de edad de treinta y ocho años.
Borges, enamorado perdido, pronto la convirtió en su compañera ideal, en su musa y en su colaboradora, a la que le dedicó a partir de entonces varias de sus libros, como «Los conjurados» y «La cifra», con la que viajó por el mundo convertido en una figura internacional, como el viaje que hicieron juntos por Estados Unidos en 1975, y con la que editó libros como «Breve antología anglosajona» y «Atlas», un testimonio directo de los viajes que ambos emprendieron en aquella época.
Pese a las advertencias de los amigos más íntimos de Borges, como Adolfo Bioy Casares o María Esther Vázquez, que no veían con buenos ojos la relación que mantenía con esa mujer que, según ellos, había comenzado a manejarle la vida y a alejarlo de sus amistades, María Kodama y Jorge Luis Borges se casaron el 26 de abril de 1986, pero no en Buenos Aires, sino por poderes en Asunción del Paraguay, dos meses antes de que el autor de «El Aleph» muriera en Ginebra a los ochenta y seis años.
Desde entonces, ya convertida en la viuda y albacea de Borges, María Kodama se tranformó en una protectora apasionada y celosa y de la obra de su marido. Un lugar incómodo que la llevó a estar en el centro de algunas polémicas y conflictos, como los que mantuvo con los escritores Pablo Katchadjian, autor del libro «El Aleph engordado», y con Agustín Fernández Mallo, autor de una remake de «El Hacedor», uno de los cuentos más emblemáticos de Borges.
María Kodama no sólo se dedicó a propagar la obra desde la Fundación sino también a protegerla con rigurosa pasión. En 2019 mantuvo una polémica con el entonces presidente electo Alberto Fernández, que propuso crear un Museo Borges con manuscritos donados por el empresario Alejandro Roemmers. Según Kodama, esos manuscritos habían sido robados a Borges por una empleada doméstica, más allá de que el empresario siempre sostuvo lo contrario. En 2011, Kodama había conseguido que se retiraran de las librerías «El Hacedor (una remake)», de Fernández Mallo, por considerar que había copiado párrafos enteros del cuento homónimo de Borges.