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Cine

Muere el legendario Robert Redford a los 89 años

El fallecimiento del icónico actor y cineasta se ha producido en su casa de Utah

No volverá a nacer un hombre capaz de lavarnos el pelo con la única complicidad de un recipiente metálico en mitad de la inmensidad de la sabana africana destilando ese domesticado amor a través del gesto, ni de estafarnos con el timo de la estampita en mitad de un vagón de tren repleto de mafiosos mientras nos guiña el ojo para convencernos de lo contrario, ni de pasear descalzo por el parque del barrio neoyorquino de Greenwich Village, ni de disputarse el destino con otro pistolero incapaz de superarle en belleza pero radicalmente apto para igualársela. Según ha publicado el periódico New York Times, recogiendo un comunicado de la agencia de su representante, Cindi Berger, Robert Redford ha fallecido este martes mientras dormía sin especificarse por el momento la causa concreta de la defunción.

Redford había anunciado a los medios en agosto de 2018 que actuaría en un par de películas más y que se retiraría de la vida de actor a sus ochenta y un años, sin indicar si continuaría como director. Su última película como protagonista fue "The Old man & The Gun" (2018) interpretando al ladrón de bancos Forrest Tucker. Justo un año después, en 2019, se producía por sorpresa su última aparición en "Avengers: Endgame".

Generacionalmente simbólico y digno representante de la etiqueta de icónico seductor del séptimo arte, portador de un evidente empaque de actor del Hollywood clásico (pese a la renovación de ese mismo Hollywood que representó su irrupción en la industria) y de una extensa y de una jalonada carrera que abarcó más de seis décadas, el también director combinó su talento interpretativo con una personalidad carismática que logró convertirlo en mito tras familiarizarse por primera vez con el concepto de la palabra éxito en el Broadway de principios de la década de los sesenta.

Durante esa misma etapa de ejercicios iniciáticos en el mundo de la interpretación consiguió su primer papel en un largo, "War Hunt", de Denis Sanders, para poco tiempo después volver a actuar en Broadway, en la obra "Descalzos por el parque", dirigida por Mike Nichols, quien impuso precisamente la participación de Redford, a quien había visto en la televisión. Esta obra de teatro le convirtió en estrella y fue el trampolín perfecto hacia Hollywood, metonimia planetaria del audiovisual donde fue contratado en 1964.

En sintonía con su enamoramiento por el lenguaje cinematográfico, en 1980 el californiano, además de apoyar significativamente a infinitos cineastas emergentes y montar su propia productora independiente, Wildwood Enterprises, creó un centro de enseñanza para jóvenes cineastas, el Instituto Sundance, que terminó funcionando como el aclamado festival homónimo en el que se convierte durante los veranos (aunque actualmente se celebre en enero) y como centro de esquí exclusivo en los meses de invierno.

Una catapulta de promoción y de reivindicación de la creación independiente que el propio Redford definía como "un espacio y una plataforma para traer nuevas voces al mundo" y que llevó adelante asumiendo la falta de apoyos económicos germinales: no era ni fue nunca importante para él el cómo, sino el por qué. Ganador de dos Óscar (uno honorífico y otro como director) y un Globo de Oro, protagonizó grandes clásicos del cine como "Las aventuras de Jeremiah Johnson", "Dos hombres y un destino", "El golpe", "Todos los hombres del presidente", "El gran Gatsby", "Los tres días del Cóndor" o "Memorias de África" por mencionar sólo algunos, consolidándose como uno de los actores más influyentes del siglo XX e instalándose en el imaginario colectivo de toda una sociedad que empezaba a ver y a entender América de una manera mucho menos anquilosada.

Además de su faceta como intérprete y como impulsor del mencionado Festival de Sundance, también practicó la ejercida detrás de las cámaras como cineasta con títulos tan reconocidos como "Ordinary People" con Donald Sutherland como patriarca de la modélica familia de los Jarrett, que le valió el Óscar a mejor director, "El hombre que susurraba a los caballos", "Un lugar llamado Milagro" o "El río de la vida", con la agradecida colaboración de Brad Pitt. Comprometido con la vida, con el sentido político de las cosas, con la sociedad, con el entorno y con la expansiva elegancia del arte de contar historias a través de una pantalla, Redford fue un hombre casi tan coherentemente indomable como su espíritu. Firme defensor de la idea de que para construir un mundo mejor, en ocasiones hay que destruir el antiguo, hoy se va un hombre que ha conseguido hacer de este que ahora deja uno mucho más habitable y mullido. Mucho más atractivo y atrevido y divertido y bello y lúdico, en definitiva, menos hostil y conformista: afirmación que sus películas se encargarán de recordar.