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Barenboim y la vuelta a la normalidad

La Razón

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Obras de Schubert y Beethoven. Staatskapelle Berlin. Director: Daniel Barenboim. Auditorio Nacional, Madrid, 8 y 9-XI-2021.
Siempre he opinado que un concierto no es solo el par de horas dentro de una sala, sino el pre y, sobre todo, el postconcierto. Ibermúsica nos dio ya el adelanto de la vuelta a la normalidad en su primer programa de su emblemático ciclo, pero ha sido con Barenboim cuando ésta ya se ha producido en los tres aspectos citados. Auditorio con enormes colas a la entrada, lleno hasta la bandera, acumulaciones de gente en la salida y los restaurantes de los alrededores a tope tras el concierto. También pienso que al lector le va mejor que a veces le ofrezcamos temas en los que pensar más que detalles técnicos de un espectáculo y voy a ello.
Cuatro meses después del 11M-2004 se celebró un concierto en la Plaza Mayor de Madrid con Barenboim y la misma Staatskapello Berlín. Acudieron la Reina Sofía, el presidente Zapatero, el alcalde Ruiz Gallardón, muchos ministros, Bosé, Martirio... y más de 6.000 pesonas. Se escuchó la misma «Heroica» beethoveniana y Barenboim habló para explicar que se elegía esta obra como «símbolo de que hay que seguir viviendo, luchando y gozando de nuestro tiempo después de la tragedia». Lo mismo podría haber dicho el lunes. Volvería más veces el maestro a esta plaza gracias a Ruiz Gallardón, político que apoyó firmemente la cultura y que dejó Madrid endeudada, pero no con gasto ni corrupción, sino con inversiones que ahí están: el metro, la M30, el Ayuntamiento, la Plaza de España, los festivales de verano del Real con Abbado y el propio Barenboim... No tenemos hoy políticos así. En fin...
Todos tenemos ganas de superar la tragedia y hemos estado ausentes de música durante muchos meses. En parte por ello, psicológicamente, nos suenan las orquestas mejor que antes. También algunos, ya veteranos, pensamos si nos merece la pena ir con mascarillas para escuchar una vez más una «Heroica» o una «Incompleta». La respuesta es sí cuando escuchamos una agrupación formidable como la Staatskapelle Berlín, que Barenboim colocó en disposición cuarteto. Si bien Schubert no terminó su «octava», sí nos dejó dos movimientos redondos que el maestro nos supo trasladar su melancolía con claridad diáfana y disfrutamos de uno extraordinarios oboe y clarinete, de unos chelos tan empastados y plenos como los de Viena y de unos pianos de la orquesta que embelesaban, con matices que pocas veces sentíamos.
En la «Heroica» nos arrebató su impulso «imperial» del primer tiempo, la concentrada «marcha fúnebre», los delicados pizzicatos del misterioso «scherzo» y la enorme vitalidad del presto triunfal en el «allegro molto» conclusivo. Análogas consideraciones pueden aplicarse a las lecturas de la «Primavera», de Schumann, y «Cuarta» brahmsiana. Ovaciones y vítores sin propina. Luego, según me cuentan, el maestro invitó a cenar a toda la orquesta.

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