«Salomé»: Esplendoroso Strauss
David Afkham se puso al frente de «Salomé», ópera inmediatamente anterior a «Elektra»
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En diciembre de 2017 la Nacional, a las órdenes de David Afkham, programó «Elektra». Fue un gran éxito. Ahora es el turno de «Salomé», ópera inmediatamente anterior, que es la historia de una de las más famosas perversas ingenuas –o ingenuas perversas– de la escena. Es fundamental en esta obra que la batuta acierte a desentrañar todo el rico tejido, le dé continuidad, movilidad, a través de un urgente proceso que no deja de avanzar hacia la hecatombe postrera: la muerte, por orden de un asqueado Herodes, de Salomé bajo los escudos de los soldados, hecho que la orquesta subraya violentamente mediante brutales unísonos.
En esta ocasión podemos hablar de un buen trabajo de orquesta, director y voces. Afkham ha mantenido bien atadas las riendas y ha conseguido unificar el proceloso caudal y dar forma a la inmensa partitura. Aunque es verdad que no sin algunos problemas: la planificación no siempre ha sido la ideal, lo que ha llevado en numerosas ocasiones a un general emborronamiento y a una falta estratégica de diferenciación tímbrica, particularmente en las secciones puramente orquestales y en aquellas en las que se superponen las voces.
Pero quizá quepa calificar estos problemas de «peccata minuta» cuando la dimensión arquitectural ha tenido consistencia, color y rotundidad propiciados además por la prestación de un conjunto que ha lucido, bajo el mando seguro de su titular. Todas las familias han colaborado a la causa general y al servicio de unos fúlgidos, tumultosos y espectrales pentagramas.
Con el corazón en vilo hemos seguido la peripecia de la princesa idumea, que ha estado en la voz y excelente labor actoral de Lise Lindstrom. El personaje es adecuado para lo que llamamos una «jugendlich-dramatischer», una joven de tinte dramático. Algo que no era la opulenta Marie Wittich, la creadora del papel, por lo que el compositor nunca llegó a entusiasmarse con ella. Lo es Lindstrom, aunque su timbre delgado, algo despoblado de armónicos, sus graves débiles y su relativa redondez de emisión privan a la figura de la núbil doncella de dimensión.
Muy elegante en escena y estupendamente ataviada con un estilizado traje diseñado por Gabriela Salaverri. Su feroz oponente, Juan el Bautista, se nos ofreció en la voz y temperamento del polaco Tomasz Konieczny, mucho mejor aquí que en el Wotan del Real. La voz sonó plena y amplia, emitida por derecho y luciendo un metal restallante de barítono dramático, aunque algo falta de redondez y con una pátina escasamente bruñida.
Bien el tenor Van Aken, un lírico-spinto de notable cuerpo, que dio empaque a un Herodes sin esas exageraciones que a veces resultan un tanto cómicas, y en su sitio, escasamente histriónica como Herodías, Violeta Urmana (que ya no cumple los sesenta). Del Cerro cantó bien, con propiedad y calor, con su agudo agreste bien afinado, Narraboth. A excelente nivel todo el resto del equipo, con especial mención para los cinco judíos (Fadó, García-López, Rodríguez Rivero, Esteve y Cervera). Acotaciones escénicas muy inteligentes de Susana Gómez. No nos pareció mal que en vez de la cabeza de plástico del Bautista se empleara como la sangre en una urna. Explicativas y razonadas notas al programa de Ramón Puchades. Éxito arrollador al final.