El arte de contar historias
Andrè Schuen y Daniel Heide expusieron en Granada la versión habitual de “La bella Magelone op.33″
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Brahms redactó este ciclo de canciones sobre poemas de Ludwig Tieck entre 1861 y 1869 con la mente puesta en una voz concreta, la del barítono alemán, nacido en París en 1826, Julius Stockhausen, a quien había conocido en 1850. Desde entonces fueron amigos. El compositor sabía de las virtudes expresivas, de la técnica refinada del cantante, del que le entusiasmaba la manera con la que trataba a la palabra y la forma en la que podía regular las intensidades dinámicas.
Hemos de aventurar que Stockhausen, que cultivó sobre todo la ópera francesa y el lied alemán, poseía una voz de barítono lírico, muy flexible, hábil para la coloración, para la pintura de emociones a flor de piel; quizá no especialmente oscura, pero sí bien tintada y definida, manejada con extraordinaria soltura y libertad, en busca de los efectos más delicados. Rasgos que pueden definir bien la voz y el estilo de André Schuen, intérprete de la obra, junto a Daniel Heide, en esta sesión granadina. Ambos expusieron la versión habitual, que no necesita la voz de un narrador.
Schuen posee una estupenda voz de barítono lírico, bien esmaltada, penumbrosa, extensa, dotada de un singular y atractivo metal y envuelta en unos rutilantes armónicos. De excelente pasta. La gama es homogénea y no presenta fisuras, está bien y francamente emitida, sin apoyos espurios, con una clara direccionalidad y un perfume muy agradable. Lo mejor es que la sabe emplear y que la adecúa a cada repertorio. Gradúa, matiza, colorea, apiana, ataca con seguridad, sin feos portamentos y regula a voluntad buscando la expresión más sincera, libre de artificios raros.
Con esas bases fue edificando una estupenda interpretación de estos inspirados y variados lieder, dando a cada uno lo suyo. Subrayemos algunos aspectos de su actuación. En el nº 2, “Traun! Bogen und Pfeil”, admiramos la amplitud y la enérgica acentuación. En el nº 3, “Sind Schmerzen, sind es Freuden”, aplaudimos la suave media voz del comienzo y la heroica acentuación del final. Lirismo a flor de piel en el nº 4, “Liebe kam aus fernen Landen”, y acusados contrastes expresivos en el nº 5, “So willst du des Armen”.
En el nº 8, “Wir müssen uns trennen”, Schuen supo combinar la emisión afalsetada con un magnífico legato, mientras que en el siguiente, “Ruhe, Subsliebchen, in Schatten”, delineó con arte y delicadeza el muy bello tema. Dramática fue la exposición del nº 10, “Verzweiflung” (“Desesperación”). El barítono desplegó un buen juego de pianísimos en “Wie schnell verschwindet”. Mostró buena agilidad en “Sulima”, cantó de manera exultante y plena “Wie froh und frisch mrin Sinn sich hebt” y dio excelente remate al concierto con buen legato, administración de reguladores y fiato en la última pieza, “Treue Liebe dauert lange” (“Largo tiempo dura el amor fiel”).
Heide, siempre unido a Schuen, fue el acompañante-colaborador ideal por flexibilidad, dominio de dinámicas, pulsación regular y justa expresión. Los aplausos del entregado público determinaron dos regalos, ambos muy bien dichos: “Du bist di eine blume” de Schumann y la célebre “Canción de cuna” de Brahms, expuesta en un hilo de voz.