“L’Orfeo”: El ADN mismo de la ópera
El Teatro Real ofrece cuatro funciones de la célebre versión de la alemana Sasha Waltz sobre esta pieza de Claudio Monteverdi, considerada ser la primera ópera de la historia
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No cabe duda de que esta temporada, el Teatro Real camina de la mano del mito de Orfeo. Primero fue “Orphée”, de Philip Glass en los Teatros del Canal y ahora se estrena “L’Orfeo”, de Claudio Monteverdi (1567-1643), en versión de la directora y coreógrafa alemana Sasha Waltz, que regresa al Real tras su versión de “Dido y Eneas” de Henry Purcell en 2019. Esta “Favola in música” de Monteverdi, con libreto de Alessandro Striggio y que pasa por ser la primera ópera de la historia, fue estrenada en el Palacio Ducal de Mantua en febrero de 1607 y en el Teatro Real en octubre de 1999. La producción que se estrena ahora está realizada en colaboración con la Dutch National Opera Amsterdam, el Gran Théâtre du Luxemburg, el Bergen International Festival y la Opéra de Lille que, del 20 al 24, ofrecerá cuatro funciones. Sasha Waltz culmina aquí un camino recorrido a lo largo de diversas producciones, integrando todas las artes, danza, canto y música, en un todo armonioso que funciona como una unidad, un concepto de “ópera coreográfica” que cobra especial sentido con la partitura de Monteverdi, que descubrió al público de su tiempo que el teatro y la música podían ser aliados entre sí.
Pero, ¿cómo es este diálogo entre música y danza que propone la obra? “Desde que comencé a hacer ópera, siempre he tratado de romper fronteras entre las diferentes disciplinas, de crear algo más fluido –explica Sasha Waltz-, así, los cantantes se han convertido en bailarines y en esta obra, al revés, los bailarines los hemos convertido en cantantes y eso es un hito porque es la primera vez que ocurre. Esto implica un trabajo extra para llevarlo a un siguiente nivel, es decir, todo el mundo está creando. Es cierto que las personas tiene diferentes capacidades, pero de lo que se trata al final es de crear un solo cuerpo donde todo el mundo participa para que el objetivo principal de la obra cobre vida”, afirma la directora.
La producción cuenta con dirección musical de Leonardo García Alarcón, que debuta en el coliseo madrileño, junto al Vocalconsort Berlin y la Freiburger Barockorchester, y un reparto de cantantes del universo barroco encabezados por el barítono Georg Nigl (Orfeo), la soprano Julie Roset (Euridice/La Música), la mezzosoprano Charlotte Hellekant (Mensajera/La Esperanza), el bajo Alex Rosen (Caronte) y el bajo barítono Konstantin Wolff (Plutón), entre otros. Para el maestro argentino, “lo que Monteverdi creó a principios del s XVII fue un laboratorio de las emociones humanas, consideraba que éstas deberían de conducir el discurso estando en el centro de todo, y para eso se rodeó de libretistas extraordinarios con historias como este Orfeo. Monteverdi ha demostrado que su música es actual al romper con todos los códigos del contrapunto y de las leyes teóricas de la época y conducir su discurso a través de las emociones, por eso habla de amor, de guerra, de odio… las pulsiones básicas del ser humano, que no cambian a través de los siglos, esta es la razón por la que este músico aparece como alguien totalmente contemporáneo”, afirma García Alarcón.
Esta versión coreográfica de Orfeo que propone Sasha Waltz “está concebida para ser bailada, con el ritmo, con la danza –prosigue-, para ser cantado por bailarines y bailado
por el coro, los solista pueden ser bailarines o coristas, por eso, hoy en día, su versión es la lectura más próxima que podemos tener de las intenciones originales del compositor, aunque no sea la única”. En cuanto a la instrumentación de Monteverdi, “es una de las ricas de la historia de la música –señala el maestro-, él marcó todos los instrumentos que deben acompañar cada parte, los aspectos rítmicos del baile, con esta pieza estaba creando la primera gran ópera de la historia. En aquella época se creía que el contrapunto, o sea, cantar en coro y a muchas voces era el fruto del diablo, pero Monteverdi no escuchó, hizo coros hasta de siete voces para presentar los infiernos, compuso danzas, impulsó la más grande instrumentación que se podía haber pensado en el XVII” Y concluye el director musical: “De alguna manera, él ofreció a esta ópera toda la riqueza posible y la convirtió en una obra de arte total, así que de alguna manera, su “L’Orfeo” es el ADN mismo de la ópera y de la historia de la ópera, marcó los ideales de todas las que vinieron después”.