Crítica de clásica

Oscuras resonancias

René Pape triunfa entre vítores y aclamaciones en los ciclos liederísticos madrileños del Teatro de la Zarzuela

René Pape (izda.) y el pianista Michael Schülze fueron ovacionados en el Teatro de la Zarzuela
René Pape (izda.) y el pianista Michael Schülze fueron ovacionados en el Teatro de la ZarzuelaElviraMegiasElvira Megías/CNDM

Obras: «Lieder» de Mozart, Dvorák, Quilter y Mussorgski. Bajo: René Pape. Piano: Michael Schülze. XXIX Ciclo de lied. Madrid, 28-XI-2022.

Es la primera vez que el bajo de Dresde (1964) interviene en estos ciclos liederísticos madrileños. Y lo ha hecho en olor de multitud, cosechando un triunfo al principio un tanto matizado, pero finalmente cuajado de bravos, vítores y aclamaciones. Cosa explicable pues el artista, que anda cerca de la sesentena, se ha mostrado dominador, seguro de sí, bien armado vocalmente, musical, expresivo y variado de acentuación, cantando sin aparentes vacilaciones en cuatro idiomas distintos: alemán, checo, inglés y ruso. Y lo ha hecho con propiedad y aplomo.

Es cierto que la voz, que podríamos definir como la de un bajo cantante, no tiene la frescura, la redondez, el empaque, la igualdad y la pastosidad de antaño, pero se defiende muy bien en todos los registros, aunque con algunos apuros y estrecheces en la zona aguda y puede que pasajeras debilidades en la zona abisal. Claro que lo que ha ofrecido no presentaban problemas en este campo. Lo que continúa manteniendo cierta lozanía, facilidad, redondez y buenas resonancias es el centro, de La 2 a Mi o a Re 3, con algunas esforzadas excursiones al Mi o al Fa. Suficiente para llegar al oído y a la sensibilidad del respetable.

Ha empezado un tanto sosamente con una pieza masónica de la última época de Mozart, partitura larga sin nada especial: “De ihr des unermesslichen Weltalls Schöpfer ehrt” (“Los que adoráis al creador del Universo inconmensurable”), donde ha exhibido las sonoridades de su zona media y ha dejado ya muestras de su habilidad para regular intensidades y acentuar con mucha intención (“Sed weise nur seid kraftvoll…)”. Enseguida cambió de paisaje y nos trasladó a los ubérrimos parajes de Bohemia entonando las diez “Canciones bíblicas” de Dvorák. En la primera, “Hay en torno a él nube y tinieblas”, nos gustó el hermoso filado practicado en el último verso. En las siguientes fue ponendo de relieve su expresividad más directa. En la décima y última aplaudimos el aire jubiloso e hímnico; “a tutta voce”. De esta manera el ambiente quedaba ya caldeado para la segunda parte de la sesión inaugurada con tres canciones del inglés Roger Quilter, escritas con donosura y que Pape desgranó con gracia y naturalidad, acentuando con mucha intención.

Quedaba para el final el plato fuerte: los “Cantos y Danzas de la muerte” de Mussorgski, un ciclo de cuatro piezas de lo más descriptivo, con giros dramáticos y esperpénticos en los que, como señala Martín Bermúdez en sus notas al programa, “la muerte se presenta socarrona, o bien disfrazada de benefactora, con el aspecto de un seductor o envanecida por su éxito”. Pavorosas secuencias que nos pinta tremebundos paisajes interiores y exteriores. Pape tiene muy dominado y controlado esta breve serie de cuatro extensas secuencias, que canta en un ruso muy auténtico.

El bajo dejó claras sus dotes de actor, de decidor, de vate iluminador. En la “Canción de cuna” musitó y adelgazó el sonido con buena técnica cerrando con la vocecilla que vigila el sueño del niño. “Serenata”, con un Re 3 en todo lo alto, resaltó lo macabro de la escena con sobriedad. La danza “Trepak” fue escuchada luego con toda su fuerza rítmica y con sus aires agrestes. Cierre en un hilo a la espera de la imponente y descriptiva “El mariscal de campo”, cantada con todas sus variadas expresiones: solemne, tranquila, marcial, aguerrida, excitada. La voz de Pape sonó plena y rotunda. Al final, tres propinas: “An die Musik” de Schubert, “Zweignun” de Strauss y el conocido tema de “Finlandia” de Sibelius (inspirado en un canto del XVII). Buena labor, algo escolar pero meritoria del joven pianista Michael Schütze, sustituto del anunciado Camillo Radicke.