Crítica de clásica

De lo antiguo y lo nuevo

Tras su paso por Perelada hace tres años, los “Diàlegs de Tirant e Carmesina” de Joan Magrané, aterrizan en la Sala Verde de los Teatros del Canal

Una escena de "Diàlegs de Tirant i Carmesina"
Una escena de "Diàlegs de Tirant i Carmesina"Isaías Fanlo/Teatros del CanalIsaías Fanlo/Teatros del Canal

Obras: “Diàlegs de Tirant e Carmesina”, de Joan Magrané. Josep-Ramon Olivé, Isabella Gaudí, Anna Brull. Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. Dirección musical: Francesc Prat. Dirección de escena: Marc Rosich. Teatros del Canal, Madrid, 26-XII-2022.

Cervantes no daba puntada sin hilo al decir en El Quijote de la Mancha que Tirant lo Blanc era el mejor libro de los escritos en todo tiempo. Y es que el texto de Joanot Martorell, publicada en 1490, aúna el espíritu de aventura con un verbo cargado de erotismo y sentido de la desmesura, sin esconderse en excesivas frondas literarias. La temporada del Teatro Real estrenaba en Madrid, tras su paso por Perelada hace tres años, los “Diàlegs de Tirant e Carmesina” de Joan Magrané, en este caso en la más adecuada Sala Verde de los Teatros del Canal donde las dimensiones del ensemble y el tipo de escritura vocal encajaban a la perfección. El libreto de Marc Rosich, en valenciano antiguo, se aleja del lado heroico para dar todo el espacio al mundo de equívocos amorosos que formaba parte del margnífico canto a la libertad que se escondía en los libros de caballería, con su justicia natural, sus bodas en secreto y su visión abierta ante lo religioso.

El acercamiento de Magrané continúa con esa línea de ópera íntima de cámara, con una instrumentación de tímbrica cuidada que juega a la evocación, al lenguaje natural y al detalle de color para dibujar el amor cortés de manera serena y lúcida. El trabajo de presentación de los personajes es encomiable, mirando a la música renacentista pero sin manifestarla de manera obvia con una referencia sonora más directa. En la escritura vocal los cuatro personajes (con uno doblado, el de Plaerdemavida y Viuda Reposada), Magrané coquetea con el lenguaje madrigalesco, en un primer momento no muy exigente pero creciendo en dificultad con con el paso de los compases hasta una enorme dificultad dramática. Josep-Ramon Olivé se ajusta bien a su personaje de Tirant, a veces digno, a veces torturado. Isabella Gaudí consigue que su canto suene coqueto, inflamado o doloroso según la escena, sin perder el encanto de su timbre. En cualquier caso, destacó por encima del resto el doble papel de Anna Brull, no por el esfuerzo de hacer dos por uno sino por la caracterización de cada uno de ellos, muy bien diferenciada. Gran escena del trío amoroso, resuelta instrumental, vocal y escénicamente de manera muy sugerente.

Hay más movimiento escénico en estos Diàlegs que escenografía en sí misma. Los personajes se mueven entre un primer y segundo término con la única transformación de Plaerdemavida y Viuda Reposada, realizada bellamente con un gesto de vestuario. Tras ellos unos neones van conformando la palabra “UTOPÍA” a medida que avanza la obra, como metáfora final del anhelo no conseguido de ninguno de los personajes. Una palabra que tal vez no resume tanto a los personajes como pudiera parecer: las utopías han tenido siempre un fondo menos pesimista que el final de Tirant, entregado abiertamente a la tristeza.