Crítica

Orquesta Barroca de Sevilla: Lo grande y lo pequeño

El «Oratorio de Navidad BWV 248», de J. S. Bach vive en la retaguardia de un grupo de obras «navideñas» que encabezan «El Mesías» de Händel y la «Novena Sinfonía» de Beethoven

Una imagen del Auditorio Nacional de Música
Una imagen del Auditorio Nacional de MúsicaCNDMCNDM
Auditorio Nacional
Obra de Bach. Soprano: Isabel Schicketanz. Tenor: Patrick Grahl. Dirección musical: Ludwig Böhme. Orquesta barroca de Sevilla. 15-XII-2022

Mucho se esperaba de esta cita que en otros lugares está más establecida en estas fechas. El «Oratorio de Navidad BWV 248», de J. S. Bach vive en la retaguardia de un grupo de obras «navideñas» que encabezan «El Mesías» de Händel y la «Novena Sinfonía» de Beethoven, recibidas como un ritual donde se aplaude en muchas ocasiones más a las obras que a las propias interpretaciones. El interés radicaba en esta ocasión en escuchar a uno de los coros de jóvenes con mayor reputación del mundo y acompañado por la siempre querida Orquesta Barroca de Sevilla. El problema fue, resumiendo, que eran 70 contra 20. El coro, por muy de voces blancas que fuera y por mucho empaste prodigioso que atesorara, opacaba por completo la maravillosa escritura orquestal de los números corales de Bach, y el resultado quedaba lastrado por tanto desequilibrio entre lo grande y lo pequeño. Cuando los números eran de solista, la cosa cambiaba radicalmente, pudiendo disfrutar del continuo rico y elegante de la orquesta (magnífica la chelista Mercedes Ruiz) y de una atmósfera más acorde.

En realidad solo se interpretaba algo más de la mitad del oratorio, las cantata I, III y VI (Nacimiento, Adoración de los pastores y Adoración de los Reyes Magos), con un evangelista notable por parte de Patrick Grahl, atento al significado de la palabra, a la prosodia y a las emociones generales de la escena muy por encima de su lucimiento personal. También a gran nivel estuvo Marie Henriette Reinhold, con un canto elegante y ajustado a la morosidad de algunas de sus líneas melódicas. La soprano Isabel Schicketanz fue creciendo hasta cerrar con brillo su aria de la sexta cantata «Nur ein Wink», con un acompañamieto minucioso de las cuerdas y el oboe. Un punto por debajo el barítono Thomas Laske, con algunas dificultades de volumen que acabaron por oscurecer sus intervenciones.

Por su parte el Windsbacher Knabenchor fue un prodigio de empaste y, sobre todo, de matices, cuidando la articulación de cada emisión, el final de cada línea y la direccionalidad del fraseo. Buena muestra de ello fue el coral «Seid froh dieweil». Dirección algo escasa de aliento lírico por parte de Ludwig Böhme. Cuando se la oía entre el nutrido grupo de voces, la Orquesta Barroca de Sevilla dio muestras de dominio del estilo con grandes intervenciones solistas, exceptuando el descontrol en el último número de la trompeta de David Hendry, que encauzó pocas notas en el salvaje pasaje para trompeta de «Nun seid ihr wohl gerochen». Un mal rato para él y para todos los presentes que, por suerte, no pasó de lo anecdótico en una noche de bellezas.