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Un mundo liederístico y su buen servidor

Un programa íntegramente dedicado a Brahms con Gerold Huber al piano
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La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Lieder de Brahms. Barítono: Christian Gerhaher. Piano: Gerold Huber. XXIX Ciclo de Lied. CNDM. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 19-XII-2022.
Ha vuelto a este tan acrisolado ciclo liederístico Christian Gerhaher. Acometía en esta ocasión un programa íntegramente dedicado a Brahms, representado nada menos que por 27 canciones; más las dos regaladas al cierre. Antes de que él y su fiel pianista de tantos años hicieran su aparición se nos anunció por la megafonía que se encontraba indispuesto.
La verdad es que no apreciamos demasiado esa supuesta indisposición. Quizá el cantante estaba nervioso y quiso curarse en salud: había perdido su maleta, lo que se tradujo en una insólita vestimenta de circunstancias: chaqueta de frac, camisa y corbata detonante y pantalones de trapillo. El caso es que luego todo pareció discurrir por las sendas de la normalidad y que el cantante nos mostró de nuevo sus credenciales: voz clara de barítono ligero, igualdad de la gama, buen apoyo, acceso al medio agudo (Re, Mi 3) relativamente fácil, fraseo bien cincelado, canto ondulante y ligado, de finas dinámicas…
Lo suficiente para que, sin grandes alharacas, potencia o robustez, se nos expresaran con el máximo cuidado, por no decir exquisitez, los mil y un matices de los lieder elegidos. Habría que hablar en primer término de los “Cuatro cantos serios op. 121″, una de las cimas del arte lírico brahmsiano. Piezas hondas sobre textos bíblicos, presentimiento, en palabras de Sopeña, de la propia muerte. Aunque la voz de Gerhaher es demasiado liviana para servir con máxima propiedad estos pentagramas, no cabe discutir su adecuación expresiva, su concentración y su delineación vocal.
Nos gustaron los contrastes dinámicos en el primero y la fuerza que imprimió, por ejemplo, al pasaje “Und der Odem des Viehes…” (“Y el aliento del animal desciende…”), a voz desplegada. O la gran frase “Und die ihnen Unrecht täten…” (“Y los que les infligían las injusticias…”) del segundo. Del imponente tercero, “O Tod” (“Oh, muerte”) destacamos la variedad de registros expresivos y la contundencia de la frase inicial tantas veces repetida. En el cuarto Gerhaher nos obsequió, como en otros instantes del recital, con sonidos abiertos, aunque no destemplados y puso toda la carne en el asador en el arranque (“Wenn ich mit Mensechen”). Aparte alguna que otra pasajera y muy leve desafinación (“Spiegel in einem dunklen Wort”), concluyó con un estupendo Mi agudo.
En el resto de los lieder se mantuvieron las mismas constantes: variedad, de acentos, respeto a la letra y al espíritu. Desde el de apertura y sus ocho compañeros del cuaderno “Nueve canciones y cantos op.32″ hasta el último de los catorce ofrecidos en la segunda mitad. Señalemos las magníficas frases obtenidas en el despliegue del tan bello “Die Mainacht” (“La noche de mayo”), con un cierre muy bien regulado, en sabia “sfumatura”. Delicadísimo trazado en “Treue Liebe”, canto en piano (media voz y falsetes) en “Lerchengesang”; amenidad en el extenso “Regenlied”, sobre el tema de la “Sonata nº 1″ para violín del propio Brahms…
“Die Kränze” (“Las coronas”) cerró en belleza el recital, que discurrió, por tanto, pese a algunos pequeños roces vocales, algún que otro esfuerzo en la zona alta y cierta escasez de aliento en el registro grave, por los mejores caminos. Ante los aplausos, dos bises: un lied del “op. 48″ (creemos) y una página de signo popular, que no fueron anunciados (mal hecho). Como siempre, Gerald Huber, matizado, variado, unido a la voz hasta en las más mínimas respiraciones, fue el acompañante ideal. Ajustados comentarios y traducciones de Luis Gago.

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