Canciones que cambiaron el mundo (IV)
«Anarchy in the U. K.»: pisotead las flores
Con su único disco, los Sex Pistols provocaron un efecto en cadena que sacudió a los jóvenes de todo el mundo
Afinales de los 70, la música estaba volviéndose muy aburrida. Algunos le echaban la culpa a los hippies, que empezaban a caducarse, a ponerse un poco redundantes en sus vapores de marihuana. En los ciclos de la cultura popular, cada vez más cortos, las melenas y el «flower power» habían tenido su momento pero poco a poco los sueños por una sociedad más justa y libre se iban desvaneciendo. La alternativa musical tenía sus riesgos: el rock progresivo turnaba obras maestras con absolutos peñazos de virtuosismo interpretativo y unas letras escapistas y pretenciosas, que, en realidad, no decían nada. Entonces, una canción llegó como un puñetazo en el estómago, como un lapo en la cara (costumbres nuevas por cierto en los conciertos a partir de este momento): «Anarchy in the U. K.» era más que la expresión de un descontento: era una arcada de odio. Hablamos hoy de la cancelación del futuro, de los jóvenes transitando hacia el callejón sin salida, pero la primera muerte del porvenir fue certificada por un cuarteto de Londres (John Lydon, Steve Jones, Paul Cook y Glen Matlock) que ignoró las señales de advertencia y pisoteó las flores con botas militares pintadas de spray de colores: los Sex Pistols.
El nacimiento del pogo
De acuerdo: la paternidad del punk-rock corresponde a los Ramones quienes, el 23 de abril de 1976, publicaron su disco de debut. Incluso antes que los Sex Pistols, The Damned lanzaron al mercado «New Rose». Pero el punk en su máxima expresión era el que vomitaban cada noche los Sex Pistols en los clubes más cutres de Reino Unido desde hacía, por lo menos, un año antes. Fue tal su impacto que, la primera noche que Joe Strummer les vio tocar, canceló su grupo, The 101ers, para empezar a formar The Clash. Los Pistols insultaban a su público, se proclamaron el anticristo, incitaban a la revuelta y participaban de ella. De forma espontánea nació un baile universal, el pogo, una especie de manifestación física de todo eso, una manera de bailar parecida a una melée amistosa, como «El Club de la lucha» de Palahniuk, un rito que hacía patente que la violencia es una forma de relacionarse. Se convirtieron en unos auténticos provocadores: fueron vetados en todas las televisiones «por repulsivos e indignantes» después de una entrevista en directo en la que llamaron «viejo verde» y «bastardo» al presentador Bill Grundy. Y sin embargo, o quizás por esto, provocaron una reacción en cadena, un contagio tóxico que se extendió por todo el mundo. Sólo con escuchar esa canción –la voz desencajada de John Lydon– y ver un par de imágenes en alguna revista musical, miles de jóvenes sufrieron una mutación instantánea. El mundo estaba a punto de conocer los impulsos destructivos de una generación perdida. Hasta aquel momento, la contestación política no pasaba de ser algo poético o metafórico, una especie de canto por la libertad o la igualdad de derechos entonada con una voz aflautada dentro de las coordenadas de la lírica. Con los Sex Pistols llegó el peligro social, la amenaza directa contra el «establishment». La crudeza y la brutalidad en toda la cara.
En torno a la banda se construyó una falsa leyenda según la cual no eran más que los títeres de las pretensiones situacionistas de Malcolm McLaren. No lo eran, en realidad, aunque es cierto que el papel del manager fue crucial a la hora de manejar la opinión pública y calcular el escándalo. A los pocos meses llegó «God Save The Queen» y el terremoto ya no podía detenerse. Llamar «gilipollas» a la Reina de Inglaterra en el año de su Jubileo era desintegrar todas las líneas rojas de una patada, ir más allá del nihilismo para la estreñida sociedad británica de la época. Publicaron sus cuatro singles y otros temas en su único disco, «Never Mind The Bollocks» (que podría traducirse sin derrapar mucho por «Me importa tres cojones») y las polémicas les precedían tanto que apenas pudieron tocar en directo antes de disolverse entre puñaladas y mercaderías. Pero ninguna banda de la historia cambió tanto el mundo como ellos con un par de canciones.