Andrés Suárez: «Me perdí en la noche de Madrid y Aute me salvó»
Publica «De vida y vuelta», un disco con sonido más pop que presenta el 11 de mayo en el WiZink Center
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Asegura que tiró un disco a la basura porque estaba lleno de pérdidas. Andrés Suárez ha vivido los dos últimos años y medio en una especie de Maelstrom, un remolino de corrientes destructivas que arrastraron al gallego casi a una depresión. «Quizá no tanto, pero sí en la monotonía del bajón. Como hijo de sanitaria, solo podía escribir de las pérdidas y de las despedidas que me tocaron cerca. Y en diciembre de 2020 pillé el bicho y salí de milagro. Fue entonces cuando tiré el disco duro de las canciones a la basura. Quedaba prohibido hablar de muerte y de dolor», dice sobre el origen de «Viaje de vida y vuelta», su nuevo disco, que presenta en el WiZink center el próximo 11 de mayo.
Pero cambiar de actitud no iba a resolver mágicamente el nuevo disco. «Trabajé con 40 músicos y hasta 10 productores durante dos años y medio. No había manera de encontrar el consenso, porque con todos probé cosas que no eran yo. Me fui al otro extremo, a la discoteca, y no me sentía bien. Me he tenido que dejar la espalda para terminar el disco», dice el músico, al que marcaron los consejos de su padre cuando le enseñó la canción que le había escrito a él y a su madre y que, finalmente, tras muchas vueltas, ha aparecido en el disco: «Teresa y Andrés son toda Galicia, son el mar. Son dos ‘‘currelas’’ que sacaron adelante a tres chavales y no sé ni cómo. No les oí quejarse ni una puta vez. Mi madre terminó jubilándose después de tres o cuatro olas pandémicas y casi le obligamos porque quería seguir ayudando. Mi padre trabajaba sin dormir por y para nosotros con una sonrisa. Y cuando le enseñé el disco me dijo: “muy bien, pero ¿alguna canción alegre tienes por ahí?” –ríe Andrés hijo–. Era un bajón terrible, claro. ¡Y eso que contaba en ese tema todo lo que él había luchado por nosotros! Pero entonces me di cuenta de que estaba equivocando el foco completamente», dice el músico con su torrente verbal característico.
Y, sin embargo, Andrés Suárez miente. Porque sí hay una canción de pérdida, de drama, en el disco. Se titula «Pienso en ti». «Queda una de las de 2020 –concede–. El día que me llaman y me dicen que la persona que más me cuidó cuando yo dormía en un cajero de Caja Madrid de Tetuán y cuando cantaba en Libertad y venían dos, la persona que mejor se portó conmigo, ha muerto. Se llamaba Luis Eduardo Aute. Y cuando me dicen que fallece, toco fondo». Suárez llegó a Madrid con 20 años, como dice el tópico, y no para soñar sino para perseguir el sueño. «Dormía donde podía. Vine con lo ahorrado después de años de orquesta en Galicia. Montándolas primero y tocando y cantando en ellas, después. Llegué con 20 años y mucha sed y cometí algún que otro error o exceso propios de la juventud. Aute me echó una bronca y me guio hasta donde estoy ahora. Madrid puede devorarte y yo no soy profeta de nada. Que cada uno haga lo que le de la gana. Jugué con las musas, incluso con las más peligrosas y estaba en los locales prohibidos a la hora prohibida con poetas malditos. Creía que así se escribían las canciones. Hoy sé que escribe mejor a las siete de la mañana con un café o yendo al mercado de Torrelodones donde tienes todas las historias». Aute ayudó a aquel chaval. «Primero me cuidó la salud y luego el corazón. Me enseñó a respetar el oficio, eso que se llama humildad. Me enseñó a estar en silencio, a respetar a los que vienen de atrás. El cuidado y el mimo por la palabra, por la rima. Me enseñó a contar sílabas», enumera.
Eran los tiempos de Libertad 8, el templo de la canción de autor de Madrid, «adonde se entraba en silencio, como a un templo, calladito». «Muchos me ayudaron y siempre lo agradeceré. Serrat, Pablo Milanés, Ismael Serrano... todos ellos. Aute me llevó de telonero a cambio de nada cuando a mí venían a verme dos». Esos años tienen una historia, la de un escenario y una escena, que debería contarse. «Allí estábamos los jóvenes como Funambulista, Marwan, Drexler, mirándoles como a dioses». Pero Suárez no quiere que se quede la charla así, en bajada: «Este es un disco para bailar y para disfrutar. Lo he dado todo y estoy atacado de los nervios. Lo contrario sería peligroso. Porque a mí me pone mucho mi trabajo».
CANCIÓN PARA BAILAR CON PARKINSON
Tan importante ha sido este disco, el noveno de la carrera del gallego, que, en un momento de la conversación, enseña un tatuaje en el brazo. Es el logo del título, símbolo del Himalaya que ha logrado coronar: «Hice el disco hasta que me agoté. Hasta que ya no pude trabajar más, jugué al límite de mí mismo –asegura–. La gente no es tonta y percibe las cosas. Cada día se publican miles de canciones». En este trabajo, casi todas tienen una historia detrás: «Valientes» está dedicada a una persona con Parkinson que es fan del artista. «Me enteré de quien era. Tiene tres hijos y lucha y se ríe de la vida a pesar de todo. Y yo le quise escribir una canción, pero una para hacerle bailar». También hay temas de amor, «pero sin edulcorante. No hay Walt Disney. Hay una canción que desmitifica el amor ideal, que dice que sé que con los años nos vamos a destrozar. Y que las arrugas y el tiempo nos agotarán. Y que, a pesar de eso, decido quedarme». Y, por supuesto, un canto a Galicia en «Herbeira». «Porque esta vez estuve a punto de perder el norte y eso no puede ser», dice sonriendo.