Beatlemanía: la histeria que cambió al mundo
La música se convirtió en algo más que un mero entretenimiento. Mañana se publica el segundo volumen de las sesiones de los cuatro de Liverpool en la BBC, un repaso a aquellos años locos que generaron el primer gran fenómeno de fans de la historia del pop
Es un 13 de octubre de 1963. Los alrededores del London Palladium son un hervidero a pesar de la fina lluvia que cae sobre los viejos adoquines de la capital inglesa. Los coches no consiguen avanzar y las sirenas luchan por tragarse el aire de la gran ciudad. Todo Londres parece envuelto en el caos. ¿La visita de algún jefe de Estado? No está anunciado. ¿Quizá Paul Newman? No ha terminado su nueva película. ¿Las rebajas de Harrods? Espera a Navidades. «La culpa de todo la tienen los Beatles, esos dichosos melenudos que tienen idiotizada a mi hija», responde indignado el portero del recinto, más acostumbrado a tardes tranquilas de tenores, artistas de variedades o locutores de radio. Sí, la «Beatlemanía» acaba de estallar. Aunque no todos los investigadores se ponen de acuerdo en la fecha exacta de su comienzo, sí existe un consenso de que aquel concierto en el Palladium londinense fue el estallido definitivo del fenómeno de seguidores más importante de la historia del pop. Por supuesto, los fans habían existido antes con los grandes pioneros del rock and roll, gente idolatrada como Buddy Holly, Jerry Lee Lewis o, sobre todo, el gran Elvis. Pero nunca alcanzó unas cotas tales de histerismo e irresponsabilidad como ocurrió con los Beatles.
Inofensivas maravillas
La banda sonora en aquellos días de locura la pone «On Air-Live at the BBC Volume 2», la continuación de ese material publicado en 1994 y que incluye grabaciones realizadas para la cadena británica, en este caso 37 canciones de su primera época, entre 1963 y 1964. Es decir, inofensivas maravillas como «There's a place», «I feel fine», «I saw her standing there», «She loves you», «From me to you» o «I want to hold your hand». Al mismo tiempo, el cuarteto rinde homenaje a sus ídolos, tipos como Carl Perkins («Glad all over»), Chuck Berry («I'm talking about you»), Buddy Holly («Words of love»), o Little Richard («Lucille»).
Aquellos tiempos de las grabaciones eran años felices para los Beatles. ¡Y pensar que tres años atrás sólo tocaban para marineros borrachos y prostitutas en Hamburgo! Ahora perseguía sus sombras una multitud que les adoraba, con todo –la «Beatlemanía», ya saben– lo que ello implicaba. Los Beatles tenían una corte de aduladores que satisfacían sus grandes egos. También disponían de dinero para comprarse la última guitarra del mercado. Y, por supuesto, estaban las chicas... y las orgías. ¡Cómo creer que éstas no existían! La prensa también participaba de todos estos excesos y por eso silenciaba lo que podría romper la fama de chicos puros que tenían los Beatles, como confesaría más tarde el propio Lennon.
Estaban en la edad de disfrutar de todo aquello con pasión. Siempre habían querido ser Elvis y ahora tenían mucho más que «el rey». En los primeros años 60, la música comenzaba a tener una importancia que iba más allá del mero entretenimiento musical. Sí, la música forjaba nuevas mentes, tenía el control de millones de fans. Y nadie aglutinaba más seguidores que los Beatles. Cuando se marchaban de gira, un país entero se quedaba llorando, el de origen, que parecía enviar toda esa alegría perdida a la nación de destino. Al fin y al cabo, todas las histerias son iguales.
Pero llegó un momento en el que eso –los halagos, la corte de idiotas, las niñas intentando colarse en las habitaciones de los hoteles, los besamanos, las genuflexiones, la hipocresía, el delirio, los fans jugándose la vida, el absurdo que en realidad es la fama– dejó de tener gracia para el grupo. «Por supuesto que al principio queríamos la fama y todo lo demás. Pero muy poco tiempo después empezamos a pensárnoslo dos veces. Tras desaparecer la emoción inicial, por mi parte yo me deprimí. ¿Es esto todo lo que nos espera en la vida? ¿Ser perseguidos por una multitud de lunáticos aulladores desde una mierdosa habitación de hotel hasta la siguiente?», reflexionó muchos años después George Harrison, uno de los primeros Beatles en preguntarse hacia dónde llevaba toda aquella locura. «Cuanto más grandes éramos, mayor era la irrealidad a la que teníamos que enfrentarnos», agregaría John Lennon. En esta especie de intento de regreso a la sensatez, un hecho resultó definitivo para los Beatles. Ocurrió en 1966, durante un viaje a Filipinas. La mujer del dictador Ferdinand Marcos invitó a los Beatles a una fiesta privada y cuando la Policía apareció en el hotel del cuarteto para escoltarlos, los representantes de los chicos afirmaron que éstos estaban en sus habitaciones durmiendo. Nadie les había dicho nada. La familia Marcos se lo tomó como una afrenta nacional y no se le ocurrió otra cosa que retirar toda la protección policial para los Beatles. En el aeropuerto de Manila recibieron golpes y patadas, pasando un rato realmente horroroso. Entonces decidieron no volver a hacer más giras. La «Beatlemanía» había acabado.
El nuevo volumen de la BBC es un excelente documento sonoro de aquellos primeros años de los Beatles, tiempos marcados por la ingenuidad y, en consecuencia, también por la insensatez. El grupo iba aprendiendo el oficio de componer inspirándose en los grandes y aplicaba una irresistible pasión en sus interpretaciones. Fueron días en los que cuatro muchachos comenzaban a cambiar la música y las reglas de la industria. Los gritos, las escoltas policiales, los intentos de suicidio, la esquizofrenia y el dinero generado eran la simple demostración de que los Beatles –como los grandes artistas de los 60– tenían un poder casi ilimitado en sus manos. En fin, y como diría el recientemente desaparecido Lou Reed, «aquellos eran tiempos diferentes».
«Ya no dábamos nada»
Los Beatles se forjaron en los peores tugurios de Hamburgo y Liverpool. Allí adquirieron una tremenda seguridad en lo que hacían, como demuestran sus grabaciones en la BBC. Además, todos ellos tenían un enorme sentido del ritmo. Eso es lo más importante cuando tocas en directo y sobre el escenario no oyes la música, como le sucedía a los Beatles debido a los gritos histéricos de sus seguidoras. Llegó un momento en que ninguno de los cuatro se sintió músico.»Podríamos enviar cuatro maniquíes de cera para sustituirnos y eso contentaría a la gente», declararía Lennon. Los Beatles tuvieron la valentía y dignidad de abandonar la lucrativa vida de la giras. Dieron su último concierto el 29 de agosto de 1966 en San Francisco. Atrás dejaron más de 1.400 actuaciones. «Hay que dar para recibir. Algunas noches nos parecía que había sido terrible. No dábamos nada. Fue entonces cuando decidimos dejarlo», resumiría Ringo Starr. Entonces, en lo musical, los Beatles pasaron a centrarse en la grabación de discos, dieron un paso hacia atrás para ganar impulso y colocarse inmediatamente en vanguardia. Y de ahí salieron sus primeras obras maestras de verdad, discos como «Revolver» o «Sgt. Peppers». Pero ésa es ya otra historia...
El detalle
ACUDIR A LA FUENTE
El nuevo volumen de la BBC, con varias versiones de sus ídolos, permite conocer de primera mano cuáles fueron las fuentes de los Beatles. Por supuesto, con el tiempo fueron capaces de crear una música profundamente original e influyente, pero antes hubo una materia prima.
Por ejemplo, estuvieron los pioneros del rock and roll, gente como Chuck Berry, Cartl Perkins y Little Richard. De ellos aprendieron el sentido del ritmo, el manejo de los tiempos, el fraseo cargado de intención y la importancia de una buena base rítmica. Luego estuvo Elvis, el gran referente de John Lennon, de quien aprendieron el manejo de la actitud y el sentido melódico, entre otras muchas cosas. Y finalmente aparece una figura tan esencial como la de Buddy Holly, de quien absorbieron la importancia de los apergios, la construcción de una buena canción pop y la rentabilidad del trabajo en estudio.